Clásicos Que Nunca Lo Fueron: ‘In Bitter Pink’ de Los Bichos

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Clásicos Que Nunca Lo Fueron: ‘In Bitter Pink’ de Los Bichos

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Título: In Bitter Pink
Artista: Los Bichos
Sello: Oihuka (1991)

En el pop español han quedado algunos discos -no muchos- como ‘Los Bichos In Bitter Pink’, celebrados por la crítica en su momento pero olvidados con el paso del tiempo, porque el panorama acabó yendo por otros derroteros. Condenados a una irónica obsolescencia retrospectiva cuando habían sido tildados de adelantados a su época. Porque seamos realistas, ¿cuántos grupos han reivindicado la obra de Josetxo Ezponda / Los Bichos en los pasados 15 años? Y no cuentan los oportunistas (unos cuantos de su propia ciudad) de este último año tras su muerte, de la que hoy se conmemora el primer aniversario.

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‘In Bitter Pink’ es una isla remota muy particular, con sus propias reglas y leyes, su lenguaje, y por supuesto su grafía e imaginería.

El ‘Bitter Pink’ ha quedado, pues, como una anomalía en la historia del pop español. El propio Josetxo ya en entrevistas de la primera mitad de los 90 admitía no sentirse en demasiada consonancia con los tiempos musicales, algo que obviamente fue a más conforme avanzaban los años. Lo cual no quita que el disco siga siendo una obra maestra muy personal, merecedora de ese artículo singularizador que sus fans le dan («el» ‘Bitter Pink’), sólo reservado a lo muy único. Una isla remota muy particular, con sus propias reglas y leyes, su lenguaje, y por supuesto su grafía e imaginería, un soberbio trabajo a plumilla de Ezponda que supone sin duda su cumbre en el apartado de diseño de portadas.

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En tan precioso «gatefold» del LP doble y en sus fundas interiores se encuentran algunas de las claves para entender de dónde sale todo lo que Josetxo Ezponda volcó en él: agradecimientos a una larga lista de amigos, apoyando infatigablemente esta loca aventura a veces como verdaderos «sponsors», a periodistas que le reivindicaron desde el principio y ayudaron a dar a conocer, a sus ídolos australianos (The Beasts Of Bourbon, los Surrealists de Kim Salmon) que informaron sónicamente buena parte del disco, o incluso a los fabricantes de su amplificador, guitarra y pedales: Marshall, Fender, Morley y Electro-Harmonix. El Big Muff Deluxe de estos últimos (traído de Berlín para Josetxo en 1990 por tres amigos capitaneados por Kasti, un habitual en los agradecimientos de los discos) es otra de las claves del ‘Bitter Pink’: nuevos colores que transportaron el sonido de Los Bichos a nuevos paisajes eléctricos que ‘Color Hits’, su debut de 1989, no anticipaba. Finalmente, el primer nombre de la larguísima lista de agradecimientos es simplemente «Jean». Jean Phocas, ingeniero de sonido francés y parte del equipo de los Estudios Elkar de San Sebastián, fue sin duda la pieza más importante para que el disco sonase como lo hace: dulce y arrollador, rabioso y elegante, sucio y esplendoroso. Un picotazo eminentemente guitarrístico, el del mejor tándem de la historia del rock y pop españoles (Ezponda & Charly), que Phocas atrapó en perfecto ámbar rosa. Capturar un sonido tan saturado y eléctrico es una de las cosas más difíciles que existen en un estudio: guitarras que suenan contundentes en el local de ensayo pueden acabar convertidas en un plano hilillo sonoro en el estudio. El propio Josetxo lo sufriría cuatro años después al grabar ‘A Glitter Cobweb’ con otro productor.

Alejo Alberdi de Derribos Arias afirmaba en Twitter que “en cuestión de guitarras, no ha habido otro disco en la historia del pop nacional que haya sonado así de bien”

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Puestos en contacto con el legendario héroe de este disco, obtenemos más bien poca información: Phocas, semirretirado y hablando por teléfono desde San Sebastián, reconoce no acordarse casi de la grabación («hace ya veinticinco años, ¿no?») pero guarda un gran recuerdo de Josetxo («me regaló un cuadro muy bonito que tengo colgado en casa»). Pero lo cierto es que todos los involucrados, Josetxo el primero, reconocieron en él al alquimista que hizo del disco lo que es. Juan Carlos González «Charly», último Bicho superviviente, así nos lo confirma: «el ‘Bitter Pink’ no habría existido como lo conocemos sin Phocas». Y más aún de lo que parece: «él ayudó mucho también a que el disco saliera, porque hubo un momento, con todos los problemas que había con Oihuka, en el que estuvo a punto de no ser publicado. Él tenía mucha relación con ellos y les insistió en que tenían que sacarlo, que era un disco muy bueno». Añade que Phocas era «un Bicho de la hostia, un Bicho bueno». Hace algunos meses, Alejo Alberdi de Derribos Arias afirmaba en Twitter que «en cuestión de guitarras, no ha habido otro disco en la historia del pop nacional que haya sonado así de bien».

Así pues, en medio de este ambiente turbulento con su casa de discos, quemados de tanto esperar y sin un duro, con el número de días de grabación reducido respecto a lo prometido inicialmente, Josetxo y sus Bichos grabaron, en dos tandas (noviembre 1990 y marzo 1991), su último y colosal cartucho: 23 temas para el disco más un par de caras B, una salva final de ruido rosa, terciopelo plateado, pop de guitarras y rock and roll. El comienzo del disco no deja lugar a dudas: ‘Fuelled By Desire’ comienza (y acaba) con un collage de ruidos que anticipa la avalancha de ruido inteligente que nos espera en buena parte del disco. Sobre un beat muy Cramps, con guitarras muy New York Dolls, la canción es un verdadero puñetazo sonoro hecho riffs. Para cuando llega el primer estribillo y la voz adquiere súbitamente un efecto de eco brutal y Josetxo pisa sus pedales Morley y Big Muff, ese sonido de “ratones del infierno», está claro que esto ya no es el ‘Color Hits’ a pesar de los versos “la misma vieja letra en el mismo raro sitio”.

(Nota: vídeo anónimamente creado y subido por Josetxo en 2008, una de sus últimas creaciones)

Tras poco más de dos minutos ya estamos en ‘Raquel’s Dream’: otro brillante riff, con línea de bajo insistente, otro guiño a la new wave pero con los muy personales toques de guitarra del grupo: breves fraseos graves, twangy, agudos, distorsionados y sucios, como un showcase alegre, casi eufórico, de todas las posibilidades que el instrumento ofrece.

Dos canciones iniciales de dos minutos y medio que vibran con el apremio de un Josetxo casi desesperado por grabar y publicar este disco, como dos chorros iniciales (eyaculaciones, diría él seguramente) de puro rock, que dan paso a la calma de ‘Still Can’t Cry’, un tema delicado (y largo, casi 7 minutos), de corte elegíaco, mecido por un redoble atrapado en valium. El arpegio, dulce motivo principal, contrasta con esa guitarra en la distancia, distorsionada, que va y viene, hasta derivar en un fabuloso solo al revés a mitad de canción (Charly: “salió perfecto a la primera”). La voz de Josetxo canta frágilmente: “Sé cómo aguantar el golpe / He aprendido a sonreír y a reírme / Esto ayuda de veras cuando no sabes llorar”, una autorreferencia a su ‘Me gustaría llorar’ del disco anterior.

El retorcido riff de ‘Honey I’m Broke’ conduce a la versión del ‘Je t’aime… moi non plus’ de Serge Gainsbourg, sobre la que Charly nos confirma lo que se comentaba en tiempos por Pamplona, que durante un descanso de la grabación estaban emulando en el estudio la versión de los Surrealists de dicho tema y Jean Phocas le dio a «grabar» sin avisar. Finalmente quedaron tan contentos que se quedó en el disco. Una elección curiosa (por lo que tiene de prestado) teniendo en cuenta que son sólo dos las versiones escogidas para el álbum. En mi opinión no cuenta ‘To Know Me Is To Love Me’, incluida en la versión CD, una canción ni siquiera grabada en las mismas sesiones, igual que no son parte del ‘Bitter Pink’ como lo concibió Josetxo los otros extras de esa edición, caras B que Oihuka insistió en incluir por esa moda tan de la época de los «bonus track» en los CDs. La edición LP es pues la de referencia.

La cara A concluye con un disparo muy neoyorquino: ‘I’m Not Your Kind Of Guy’, un tema trepidante, con guitarras excelentes, en el que Josetxo emula los buh-uh-ahs de sus ídolos Alan Vega y Lux Interior en un pildorazo guitarrero de menos de dos minutos.

Un solo acorde, una sola nota durante 5:30, y sin embargo todo el tiempo (hasta el besito final) está pasando algo interesante

La cara B comienza áspera, con ‘Broken-Legged-Rhythm-Gun-Suzie’. Los tonos dulces de Susana ‘Fanzina’ García (también modelo de portada en las inolvidables fotos de Eduardo Muñoz), a cargo de coros y teclados, apenas contienen el rugido figurado (guitarras) y literal (voces, incluyendo a Josetxo Anitua de Cancer Moon). Es una canción que ofrece un ángulo diferente al resto del disco, con su caja de ritmos con reverb invertida, guitarras que entran y salen, achicharrantes, distorsionadas, grabadas hacia atrás. Un solo acorde, una sola nota durante 5:30, y sin embargo todo el tiempo (hasta el besito final) está pasando algo interesante.

‘Go Fish Go’ mantiene el sonido fiero, con los collages de ruido de Jean Phocas, recogiendo esa intensidad sonora australiana que Josetxo comprendía tan bien. Suena todo como pasado por un tubo, la voz gritando con momentos casi extracorpóreos, en medio del caos, gritos, redobles… todo pelea por tener espacio y sin embargo suena tan compacto, tan contundente, que parece difícil de creer. Es sin duda uno de los momentos más brillantes en cuanto a producción del disco, y seguramente una de esas canciones a las que se refería Josetxo, entrevistado por RDL en noviembre de 1991, cuando hablaba de “un hilo de polvo encima de algunas canciones muy ruidosas, porque el ecualizador estaba muy forzado. En la primera toma, en la premezcla, se oía todo muy claro. Y después, en la mezcla, se buscaba lo contrario. Ha habido momentos muy intensos y divertidos, incluso mágicos”.

La vibrante ‘Worms’ es una miniatura de rock and roll, dedicada a Kim Salmon en los créditos. Y tras tanta intensidad, ‘Meek’ (casi prima de ‘Still Can’t Cry’) es el remanso casi inevitable. El auto-wah de la guitarra (otro de los efectos favoritos de Josetxo, su querido pedal Doctor Q) refleja la inestabilidad de la letra, una historia de amor-terror (“you can’t be meek with a knife”).

La elección desafortunada de la foto de una ex novia (con media teta al aire) para la portada, consiguiente y lógico rebote de la interesada, más aún de su nuevo novio, amenazas de demanda… y retirada del single fue la típica historia desastrosa que Josetxo atraía y provocaba a su alrededor con frecuencia

La cara acaba con dos canciones soberbias: ‘I’m Inside Her’ fue el segundo single, que merecería su propia historia si tuviésemos más espacio: elección desafortunada de la foto de una ex novia (con media teta al aire) para la portada, consiguiente y lógico rebote de la interesada, más aún de su nuevo novio, amenazas de demanda… y retirada del single. La típica historia desastrosa que Josetxo atraía y provocaba a su alrededor con frecuencia. La canción, en cualquier caso, merecía haber corrido la misma suerte que los singles de ‘Color Hits’, porque repite esplendorosamente la fórmula un poco glam y un poco power pop estilo Only Ones de ‘Shadow Girl’: estupenda desde el primer segundo, con esos riffs de fuzz, el solo con tono exquisito en la pastilla grave de la Fender Mustang de Charly, distorsiones MXR a porrillo… Y una melodía brillante, perfecta. Y muchas guitarras, más de las que parece, otro de los secretos de Phocas: doblar muchas de las rítmicas. Charly: “En ‘I’m Inside Her’ metí más guitarras que un tonto. Las doblaba por un canal, por el otro, así sin parar”. Toda la amalgama resulta fascinante, porque en tres minutos y medio hay tiempo hasta para interludios con acústicas, detalles, ecos en la voz que van cambiando… hasta llegar a una orgía confusa de redobles y gruñidos. Y cuando parece que la canción se acaba, una coda final con un solo inenarrable de Charly: desde 2:21 a 2:31, diez segundos de genialidad como sólo él podría haber grabado. De nuevo un aparente final, y la canción reinicia, el riff del comienzo regresa… y concluye, en medio de un crescendo con más ecos en la voz, caja doblada, Charly ascendiendo por el mástil… ¡Demasiado para 3 minutos 40!

Preguntado sobre cómo surgían los solos y los arreglos de sus partes de guitarra, Charly comenta: ”una vez que él tenía la base, yo iba metiendo las otras guitarras, así un poco improvisado. Él me daba algunas indicaciones, ya sabía lo que quería de mí porque me conocía y sabía cómo tocaba o lo que seguramente tocaría. Así que me lo preparaba para hacer unas partes bonitas… cuando llegaba el solo, me lo ponía en bandeja”.

Dos guitarras en interacción, cambiando de textura de forma fragmentada: con ruido, limpias, mordiendo, besando, completando un puzzle casi impresionista, una forma de tocar innovadora, única, aún más en el panorama español

‘Poxy Poxy (La Infecciosilla)’, con su riff psychobilly y el ritmo impertérrito y sólido de Jesús, es otro fascinante retrato de esas dos guitarras en interacción, cambiando de textura de forma fragmentada: con ruido, limpias, mordiendo, besando, completando un puzzle casi impresionista, una forma de tocar innovadora, única, aún más en el panorama español. Y como todo el rato desde el comienzo del disco, las brillantísimas líneas de bajo de Asio. De fondo, la historia de una ansiada mujer, quizá demasiado bella para él. Las inseguridades de Josetxo con las mujeres, que admitía en muchas entrevistas, recogidas con humor: “Me pregunto si le gustará esta cara / Me pregunto si le gustará este pelo / Me lo pregunto CASI TODO”.

La cara C del ‘Bitter Pink’ es la confirmación definitiva y con reválida de que estamos ante un disco fuera de lo común, y además dueño de su propio universo, porque con todo el torrente de influencias que frecuentemente arrojamos sobre él, lo cierto es que las canciones son tan buenas y los arreglos tan personales que brilla con luz propia y original. Josetxo comentaba en una entrevista del Ruta 66 (octubre 1991) que se pegó años leyendo acerca de discos como ‘White Light / White Heat’ o ‘Funhouse’ antes de poder hacerse con ellos. Y después, cuando los consiguió, pasó un verano entero escuchándolos sin parar. Para unos cuantos fans el verano de 1991, después de meses esperando ese disco doble de Los Bichos que nunca acababa de llegar, fue un poco lo mismo, el verano del ‘Bitter Pink’. En mi caso eran tantas las ganas, que antes de tener el LP me lo compré en cinta, ya que fue el primer formato en llegar a Xaribari, vieja tienda ya desaparecida de la Bajada de Javier en Pamplona. Y esa cara C fue el corazón alrededor del que giró el resto del disco desde aquel verano y para siempre.

Comienza con dos piezas de ruido y acaba con tres inolvidables composiciones. Charly: “es un poco como todo el disco: la bella y la bestia. Hay un montón de sonidos y texturas, pero todo varía entre unas canciones más cañeras y otras más suaves. Frente al ‘Color Hits’, aparte de Jean Phocas, que lo hace sonar como una obra maestra, la parte creativa de Josetxo estaba más desarrollada ya en ‘Bitter Pink’”. ‘Mice From Hell’ representa ese comienzo amargo y ruidista, con ritmos quebrados entre gruñidos y distorsión, y probablemente conforma la parte más experimental del disco, esa para cuyas voces se cuenta que Josetxo se preparaba con un ritual vocal que incluía puros habanos y heroína. ‘I Can’t Believe My Eyes’ es también un brillante borrón lleno de ruido intenso, bajo demencial y caja de ritmos, una especie de blues cubista-ruidista en el que Josetxo se hace cargo de toda la instrumentación. Constituye un preludio tempestuoso y oscuro de lo que es la gran suite del disco: el trío ‘Marina’ – ‘Nip Of Hate’ – ‘Wishin’ Shift’.

‘Marina’, casi seis minutos de magia melódica, es otro de los más bellos ejemplos del binomio Josetxo – Charly tocando con guitarras limpias, que en Color Hits tan buenos momentos había dado. Josetxo por el canal izquierdo, Charly por el derecho, haciendo el hermosísimo riff. La canción es una oda a una misteriosa mujer, con la que parece que Josetxo pasó una sola noche: “Marina is the best”. La progresión melódica es irrepetible, con momentos brillantes, como cuando parece que la secuencia ha concluido y aparece súbitamente ese cambio post-estribillo (“Brave Girls are the best…”), embellecido salvajemente con esos arpegios de Mustang a cargo de Charly. Todo ‘Marina’ es un ejemplo de lo hermosa que puede ser una secuencia de acordes en combinación con una gran melodía, y de cómo un riff y un arpegio pueden sonar tan bien juntos: es el momento más dulce y romántico del disco dedicado a una mujer idealizada. Josetxo, consciente de lo especial de este “hechizo desde el escenario” se recrea en el juego de trémulas guitarras a partir del minuto 3:44, y por tercera vez se hace el cambio post-estribillo pero sin voz, para resaltar la belleza de esa sección. Todo concluye con una coda final “uptempo”, de nuevo sorpresiva y hermosa, con un solo final e increíble, uno de los momentos cumbre de Charly, que en cada canción de la suite tiene un solo brillante. Para cuando Josetxo canta ese último “How I wonder if she’s well”, nuestros corazones han sido irremediablemente conquistados.

‘Nip Of Hate’ es un interludio perfectamente secuenciado, para no mezclar la dulzura de ‘Marina’ y la amargura bella de ‘Wishin’ Shift’. Dramatismo spaghetti western que suena solemne y hermoso. Wah-Wah, ritmo cabalgante genial, silbidos, sonido de fusta, cascos de caballos y explosión final (“sonidos de biblioteca que había en el estudio”, según Charly), y sobre todo una tensión mantenida que se libera en el minuto 1:44 con ese solo agudo, que dura segundos pero perdura décadas, con Josetxo pisando, mientras tanto, el Big Muff y el Morley, eligiendo texturas agudas o graves mediante cambios en el “acelerador” del wah. Un drama sónico condensado en tres minutos que conduce a la cumbre del disco, apropiadamente situada al final de la cara: ‘Wishin’ Shift’. Ese primer minuto de la canción, un mágico puzzle de sublimes arpegios y riffs, guitarras que se tiemblan con la palanca pulsada, disparos cortos como arañazos de Morley y Big Muff, todo con una lógica interna aplastante, hermosa, podría durar una eternidad y nunca cansaría.

‘Wishin’ Shift’ es un ‘Bitter Pink’ en miniatura, combinando ansiosas guitarras retorcidas de electricidad y quietud folk y pop casi acústica. Mucho se ha hablado entre los fans sobre la magia de esta canción, pero con frecuencia se olvida lo importante e inusual que son tanto el ritmo de batería como esa línea perfecta de bajo, contrapunto de las melodías de Josetxo, y otra de las claves del sonido del grupo. En ‘Wishin’ Shift’ Asio eleva las armonías de la canción a la estratosfera. Mientras tanto, la voz de Josetxo susurra, un susurro que casi quiere ocultar la melodía de voz, abrumada por lo melódico de las guitarras rítmicas. Es otro de los secretos de la canción, su melodía de voz escondida casi bajo llave, que te obliga a volver a escucharla una y otra vez. A los dos minutos y medio llega el primer solo, un solo amargo para una canción que también lo es. Un solo fiero, con Josetxo de fondo adornándolo con sprays de puro ruido, que siempre suenan mejor con acordes menores. Finalmente, la canción desemboca en ese solo que el “underground del underground” español ha admirado desde los noventa hasta la fecha (Charly: “no podría repetirlo aunque quisiera”). Y cuando retorna la estrofa, con acústicas, Charly aún no ha hecho lo mejor de la canción, que son los arpegios de Mustang que acompañan a la acústica, absolutamente emocionantes, especialmente un modesto dibujito de guitarra en el minuto 3:29, al final del cuarto acorde, una minúscula lágrima de oro. La letra es amarga y hermosa en consonancia: “Voy por la calle y me escondo de amigos y tías y luces / Ojalá la lluvia fangosa me limpiase los ojos… en el turno del deseo” son versos en los que se visualiza a un Josetxo heroicamente vencido, como ese “príncipe arrebatado” al que Charlie Mysterio despedía cuando murió hace un año.

En 1994, durante una tanda de ensayos en los que participé con mi grupo The Glitter Souls, tanteos para preparar su disco en solitario que no prosperaron, Josetxo tocó unos compases de ‘Wishin’ Shift’ que iluminaron el local durante unos segundos. Tras el devoto silencio que siguió, comentó con cierta amargura: “Qué pena de canción”. Cuando le pregunté por qué, respondió: “No sé, haber hecho un vídeo, algo, que no se quedase en nada»

‘Wishin’ Shift’ fue el primer sencillo del disco. En otra entrevista de la época Josetxo decía lo siguiente: “es una canción muy triste y bonita, pero que también araña. Entre todas las canciones al final salió ésta, creo que engancha. Es muy triste, quizás la más triste de todas. La hice un día que tenía una tristeza muy gorda. Es real, habla de ansia de cosas, no sé explicarlo”. El single tampoco llegó a ninguna parte. En septiembre de 1994, durante una tanda de ensayos en los que participé con mi grupo The Glitter Souls, tanteos para preparar su disco en solitario que no prosperaron, Josetxo tocó unos compases de ‘Wishin’ Shift’ que iluminaron el local durante unos segundos. Tras el devoto silencio que siguió, comentó con cierta amargura: “Qué pena de canción”. Cuando le pregunté por qué, respondió: “No sé, haber hecho un vídeo, algo, que no se quedase en nada”.

En la cara D del disco todavía hay margen para el placer: la experimental ‘Nuts’ es seguida por dos canciones sin batería: ‘Someone From a Song’, una especie de balada al estilo de los años 50, pero filtrada por el ventilador sonoro de Josetxo, que incluía para la ocasión el piano de Susana García y ‘Dreams Drop Me Off’, una exquisita pieza a guitarra y voz, toses incluidas, que Jean Phocas redimensiona con talento a base de atmosféricas reverbs. Las dos siguientes piezas están igualmente emparentadas: son dos últimas cucharadas de pop estilo Bichos. ‘The Elf Queen’ e ‘If you Cry Now She’ll Be Glad’ son, por partida doble, ese clásico frecuentemente olvidado porque quedó enterrado hacia el final del disco. La primera con querencias Mink Devillianas, y la segunda una preciosidad semiacústica, con otra de esas memorables melodías vocales de Josetxo puntuada por los fraseos de Charly.

El disco concluye con una versión muy particular, llena de una belleza anestesiada, de ‘Holocaust’ de Big Star. De nuevo los sintes de Susana, acompañando a un Josetxo que se sumerge en esta joya plácida de Alex Chilton, manchándola de óxido y punzante inquietud. Un final narcótico que contrasta con la furia del inicio, y que concluye un verdadero viaje sonoro.

El hecho de que ‘In Bitter Pink’ se grabase con el grupo prácticamente en disolución lo reviste de un romanticismo desesperado difícil de ignorar

El hecho de que ‘In Bitter Pink’ se grabase con el grupo prácticamente en disolución lo reviste de un romanticismo desesperado difícil de ignorar. La satisfacción por la obra creada compensaba en parte, pero no del todo. En la hoja de promo del disco Josetxo escribía: “es la primera vez en mi vida que me siento mínimamente satisfecho con una grabación. Creo que una buena parte de nuestras tripas se ha quedado ahí para siempre, y, repitiéndome por enésima vez, nunca me cansaré de decirlo, todo sigue haciéndose desde el punto de vista de un puñetero fan que no tiene otra pretensión en la vida que seguir jodiendo y jodiendo con esta puta música que nos está volviendo cada día más locos.” En el mismo texto había una despedida a Charly (“Una lagrimita por Charly. Espero que te vaya de la hostia, tío, tu enfermedad te puede”), aunque posteriormente volvería para una modesta tanda final de conciertos.

Todo esto es, pues, el rosa amargo de Los Bichos. Una imagen, por cierto, hermosa y evocadora (Josetxo: «¿alguna vez has mordido un pétalo de rosa? Es amargo…»), muy acorde con la música del grupo, con su propio final agridulce, y también con la sensación que dejó el disco de oportunidad perdida y de clásico condenado al olvido. Mientras Josetxo vivió siempre quedó la pregunta en el aire de por qué (‘Glitter Cobweb’ aparte) después de este disco vino el silencio. En 2007 respondió lo siguiente a la revista RDL: “uno necesita un objetivo, algo hacia donde apuntar, para disparar. Llegó un momento en que, simplemente, me quedé sin cobertura y nunca volví a tenerla. Puede que a ciertas personas esta música les parezca genial; la crítica siempre estuvo con ella, pero a la hora de la verdad no hubo manera de que nadie se mojara. Fue un insoportable rosario de “noes”, “no” a todo, y uno es fuerte pero no Superman. No lo digo con amargura. Solo cuento lo que hay. No nos hicieron ni puto caso, eso es todo”.

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