La elegancia de Carla Bruni

Carla Bruni culminó anoche en Barcelona su gira internacional. Lo hizo dentro de la programación del Festival Jardins de Pedralbes y junto a su banda de dos músicos -piano, guitarra española, guitarra eléctrica, clarín, etc.-, a la que se unía ella de vez en cuando para tocar la guitarra o un diminuto instrumento de percusión laminófono. El suyo fue un set tranquilo, la perfecta banda sonora para el anochecer del Palacio de Pedralbes, y amplio, compuesto por canciones de ‘Quelqu’un m’a dit’, ‘Comme si de rien n’était’ y, por supuesto, ‘Little French Songs’. 21 canciones cayeron en total más el bis. Un concierto, en dos palabras, «très beau».

Inició el show ‘Déranger les pierres’. Los susurros de la cantante se dejaron oír en la oscuridad tanteando al terreno para su salida al escenario, tan esperada, claro, por su condición de ex primera dama francesa, y cuando Bruni al fin apareció lo hizo desprendiendo elegancia por todos los lados. «Bona nit, Barcelona», dijo al terminar. «Es un honor cantar para todos vosotros esta noche». Con una sonrisa de oreja a oreja durante todo el set, Bruni exhibió también una refrescante cercanía y humildad que hicieron de su concierto una velada aún más agradable todavía.

Curiosamente, Bruni debe de ser de las pocas personas en el mundo a las que da el mismo gusto oír cantar que hablar. La sensualidad con la que presenta sus canciones es tal que uno se pregunta a cuántos camareros y camareras del mundo habrá enamorado con tan solo pedir un café. «Esta canción está dedicada a todas las mujeres enamoradas», comentó antes de interpretar ‘L’amoureuse’. En realidad no hace falta estar enamorado para asistir a un concierto de Bruni o, mejor dicho, para entenderlo: con escucharla cantar uno ya se enamora aunque sea por un par de horas. Probablemente esa sea la intención.

Por no hablar de su sentido del humor. Entre evidentes referencias a su marido («mi hombre», dijo, sin mencionar nunca a Sarkozy, que estaba por allí con Artur Mas como muestra la foto facilitada a la prensa; ‘Mon Raymond’ llama a Nicolas en su canción) y posibles pullas a François Hollande («esta canción va sobre una persona en particular que no me gusta», comentó antes de ponerse con ‘Le pingouin’) Bruni hizo gala anoche de una divertida personalidad. «Y ahora, para variar, voy a cantar una canción de amor», declaró justo antes de interpretar ‘J’arrive à toi’. El público, claro, agradeció la broma.

Con el Palacio a sus espaldas y los jardines a las nuestras, los dulces acordes de ‘Dolce Francia’ y ‘Darling’ («creo que los amigos son los hermanos que uno escoge», señaló Bruni, sabiamente), la envolvente melancolía de ‘Salut marin’ y la clásica ‘Quelqu’un m’a dit’ o las alegres melodías de ‘Raphaël’ y ‘Ta tienne’ terminaron de redondear un concierto, aunque suene a cliché, mágico, y de embellecer una ya de por sí preciosa noche de verano que a buen seguro los asistentes recordarán en el futuro con nostalgia y una sonrisa dibujada en el rostro. Sí, el de anoche fue uno de esos conciertos.

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Publicado por
Jordi Bardají
Tags: carla bruni