‘Ida’, que lleva camino de llevarse también el Globo de Oro y el Oscar, nació de una frustración. «Estaba hastiado del cine», ha declarado Pawlikowski. Después de llegar con ‘La mujer del quinto’ (2011) al punto más bajo de su filmografía, el director decidió dar un giro a su carrera y volver a casa: a su país, a los años de su infancia y a sus raíces cinematográficas. La película está ambientada en Polonia en los sesenta, pero también su gramática, que bebe de las Nuevas Olas sesenteras de los países del Este, de Andrzej Munk a Milos Forman. Una década de aperturismo que en la película está representada por las canciones italianas (interpretadas por una magnética Joanna Kulig) y la música jazz.
‘Ida’ es un filme de trasfondo religioso en el que se produce un milagro cinematográfico: ¿cómo es posible que una película donde todos sus elementos -puesta en escena, fotografía, interpretación, música y ¡hasta la climatología!- parecen colocados con la intención de imponer una distancia con el espectador, sea en realidad tan cercana, tan susurrante, casi como un melodrama intimista?
Su aparente frialdad expositiva esconde una caldera de emociones relacionas con el pasado de los personajes, con sus raíces, y con las tensiones derivadas de la oposición entre sensualidad y espiritualidad. Sus estáticos y opresivos encuadres, como celdas de clausura que encarcelan a los actores, ocultan un sutil desequilibrio, un extraño espacio encima de sus cabezas que les hace parecer perdidos, oprimidos por el cielo o el techo de la habitación. Ese pequeño detalle formal, de tan solo unos centímetros, es capaz de generar una potencia emocional gigantesca, abrumadora.
Como ejemplo de sutilidad y elegancia narrativa, ‘Ida’ tiene el que quizá sea el mejor momento cinematográfico del año, el más brillante y emotivo: el cambio de puesta en escena que se produce al final. De repente, después de toda la rigidez formal que ha acompañado a la protagonista, la cámara se libera del trípode y sigue los pasos de Anna mientras avanza por una carretera. ¿Se puede traducir a imágenes de forma más precisa y contundente un estado de ánimo? 8,9.