El majestuoso directo de Joanna Newsom

Joanna Newsom no llenó anoche la sala BARTS de Barcelona en presentación de su nuevo disco, ‘Divers‘. Desconozco si lo hubiera logrado tocando en el Palau de la Música Catalana como hizo hace cinco años durante la gira de ‘Have One On Me‘, que recuerdo a rebosar (no me extraña porque el recinto es espectacular), pero al final dio lo mismo: los intensos aplausos entre canción y canción que inspiró Newsom, que terminaban súbitamente en cuanto se disponía a tocar de nuevo, como si el público temiera por su vida el interrumpirle a la artista un sola nota, y la cantidad de gente de pie al final del concierto confirmaron una cosa: si Newsom no es una estrella, no sé qué puede ser.

Puntual como un reloj, Newsom salió al escenario acompañada de tres músicos: el multi-instrumentalista Ryan Francesconi, la violinista Mirabai Peart y el batería, su hermano Pete Newsom. La cantidad de instrumentos presentes en el estrado era tal que ni la propia Newsom fue capaz de anunciarlos todos, en tanto que los cuatro músicos presentes fueron repartiéndoselos de manera que parecía aquello un juego de sillas. La misma Joanna Newsom, que frecuentemente pasaba del arpa al piano y del piano al arpa en mitad de una misma canción, olvidó durante un punto del concierto, absorbida en su interacción con el público, que le tocaba sentarse al teclado para tocar ‘Goose Eggs’. Se lo tuvo que recordar su hermano. «Y esto, amigos, es un concierto de rock profesional», bromeó.

Protagonizó el espectáculo la artillería pesada de ‘Divers’. Newsom cerró, antes de los bises, con una interpretación asombrosa de ‘Time, As a Symptom’ que, al menos en mi opinión, brilló con más intensidad que la versión de estudio, aunque las verdaderas estrellas del concierto fueron las canciones situadas en la primera mitad del álbum, como ‘Sapokanikan’ o ‘Leaving the City’. ‘Goose Eggs’ y su hipnótica coda instrumental fueron uno de los momentos más notables, mientras ‘Waltz of the 101st Lightborne Elite’ mostró a Newsom y a su banda gozando de manera especial.

Pero el show también fue generoso en clásicos. Abrió con ‘Bridges and Balloons’, que ganó enteros gracias a la renovada calidad de la voz de Newsom, mucho más elegante, cadenciosa y bella que hace diez años, pero igual de encantadora. También cayeron canciones como ‘In California’ en una interpretación portentosa, o ‘Have One On Me’. En general, fue memorable oír a la autora de ‘Ys‘ interpretar canciones tan antiguas como ‘Monkey & Bear’ y ver lo que es capaz de hacer con ellas ahora que ha adquirido un control absolutamente impecable de sus cuerdas vocales. Dicen que su voz es un gusto adquirido y es verdad, pero hoy debería serlo mucho menos. Su primer top 10 debería decirnos algo, ¿no es cierto?

Si asististe a este concierto y eres de los y las que miran los «setlist» de un concierto antes de que suceda, probablemente conocieras ya gran parte de las canciones seleccionadas. Joanna Newsom, sin embargo, varía la selección con frecuencia y los bises no fueron una excepción. La gran sorpresa no fue ‘Peach, Plum, Pear’, enormemente agradecida como guinda del pastel por su carácter ufano, sino ‘Baby Birch’, que es absolutamente todo lo contrario, una canción melancólica, pero que proporcionó la actuación más escalofriante de la noche y, en una palabra, la mejor gracias a una melodía vocal y a unos arreglos de una emotividad sobrecogedores.

En todo el show, solo unas pocas personas se atrevieron a dirigirse directamente a Newsom para expresarles su admiración. «¡Eres maravillosa!», gritó alguien desde la lejanía, reservadamente. El silencio entre canción y canción era sepulcral, el respeto hacia la actuación de Newsom, imponente, casi incómodo para lo que fue su concierto en realidad, que no por incluir canciones más intimistas dejó de ser en mayor parte una retahíla de grandes melodías para cantar a pleno pulmón. No puedo evitar pensar que a Newsom le hubiera gustado un poco más de participación por parte de su público, pero, para las veces que nos visita, y esta era la única parada en España de su gira europea de 9 fechas, no me extraña que lo que quisiera este fuese, simplemente, acomodarse y disfrutar del espectáculo. A tenor de la estruendosa ovación final, eso fue exactamente lo que hizo.

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Publicado por
Jordi Bardají