Este enorme desafío a la exhibición tradicional ha provocado un duro contraataque por parte de la industria: la película ha sido boicoteada por las cuatro grandes cadenas de multisalas estadounidenses abocándola al fracaso en salas (83.000 dólares). Pero Netflix no parece amedrentarse. El año que viene combatirá con armas aun más potentes: la segunda parte de ‘Tigre y dragón’, ‘War Machine’ (producida y protagonizada por Brad Pitt), la última película de Sofia Coppola, ‘A Very Murray Christmas’, la primera dirigida en solitario por Ricky Gervais, ‘Special Correspondents’, y las cuatro siguientes protagonizadas por Adam Sandler. La guerra, como vemos, acaba empezar.
Pero la guerra, la de verdad, es la que refleja admirablemente Fukunaga en ‘Beasts of No Nation’. En manos de otro director, la historia de un niño-soldado en una guerra indeterminada del África subsahariana podría haber dado lugar a la típica película agita-conciencias tipo ‘Hotel Rwanda’ o ‘Diamante de sangre’; filmes muy convencionales donde el tema, las buenas intenciones y las ganas de conmover a cualquier precio están muy por encima de sus valores cinematográficos. Fukunaga, sin embargo, sortea esas trampas melodramáticas y bienintencionadas para ofrecer una escalofriante inmersión en el corazón de las tinieblas: la traumática experiencia de un niño obligado a vivir y combatir junto a un despiadado coronel Kurtz (aterrador Idris Elba
) en un escenario de pesadilla.Gracias a una muy medida combinación de violencia explícita (la sangre incluso salpica a la cámara) y perturbadoras elipsis, de la poderosa música de Dan Romer (como ya hiciera en ‘Bestias del sur salvaje‘), de un fabuloso uso del sonido y de una puesta en escena que privilegia el plano-secuencia (la irrupción en la mansión es tan brillante como estremecedora), el director consigue introducir al espectador en el territorio del horror, obligarle a mirar esta trágica epopeya a través de los ojos asustados y alucinados del protagonista.
‘Beasts of No Nation’ podría haber sido una sobresaliente película bélica y de denuncia si no fuera por una discutible decisión narrativa: la inclusión de la voz en off del niño protagonista. Muy influenciado por ‘La delgada línea roja’ de Terrence Malick, Fukunaga intenta dotar con ella de una dimensión poética y reflexiva al relato que, sin embargo, acaba resultando repetitiva y discursiva. 8,6.