Tras recrearse en el rock a mediados de la década pasada, cuando tanto se llevaba el rock clásico a lo Arctic Monkeys, Primal Scream dejaban de obsesionarse con la tendencia para publicar un álbum que aunaba varios estilos propios y ajenos, como el irregular pero disfrutable ‘Beautiful Future‘ (2008). ‘More Light‘ (2013), su último paso hasta la fecha, era un álbum mucho más centrado, de temas largos, vientos afilados y largo minutaje que sí podía mirar cara a cara a sus mejores obras. Pero ‘Chaosmosis’ es más bien otro disco «amalgama» sin más nexo en común que el deseo del grupo de psicoanalizarse a través de las mejores canciones posibles.
El problema es que cuando recuerdan a su pasado no son tan brillantes como sus referentes. ‘Trippin’ On Your Love’ es un número noventero como sobrante de ‘Screamadelica’ en el que Haim no aportan lo suficiente como para plantear un nuevo ‘Movin’ On Up’, mientras ‘Where The Black Meets The Fallout’, más que un simpático tema de menos de 2 minutos, es simplemente la resaca de ‘Miss Lucifer’ o ‘Swastika Eyes’. No se puede inventar algo todos los días, pero el single ‘Where The Light Gets In‘ con Sky Ferreira, una de las mejores canciones de marzo para nuestra redacción, más que nada como curiosidad, palidece frente a temas del repertorio del grupo que tampoco inventaban nada como ‘Country Girl’ o ‘Rocks’. Cuando se ponen a soltar tópicos como «obsession / possession / ecstatic deceptions» parecen Fangoria. Y hasta acaba en plan Republica. Nada en contra de ‘Ready to Go’, ¿pero quién quería que Primal Scream sonaran así?
Con todo, ‘Chaosmosis’ es un «caótico» buen disco de pop, breve y disfrutable, en el que Bobby Gillespie explora sus fantasmas personales. ‘I Can Change‘ es una bonita canción sobre la soledad que ha generado por culpa de sus adicciones, con un punto sesentero, que podrían haber firmado Flaming Lips o Cat’s Eyes. La cantante de este dúo Rachel Zeffira aparece, de hecho, en la acústica ‘Private Wars’, un tema que invita a curar heridas («Thorns grow in your heart / Poisoned from the start / Angry still at everyone / Time to let it go»).
El arrepentimiento y la culpa también se manifiestan en los temas musicalmente más sorprendentes. ‘(Feeling Like A) Demon Again’ y ‘Carnival of Fools’ recurren a una electrónica primigenia, en la estela de los Kraftwerk más juguetones, la primera para recordar lo malo que se puede ser con quien menos lo merece («Lost my love became a ghost / Hurt the ones I love the most»); la segunda para más de lo mismo («I was obsessed with myself / I couldn’t see no one else»). Por mucho que caigan en clichés, funcionan con sus sintetizadores fríos pero muy bailables, y es una pena que el grupo no haya seguido por ahí para lograr un álbum mejor cerrado, pues esa vertiente casa con el puntito electrónico de ‘100% or Nothing’, un cruce entre ‘Can’t Go Back’ y ‘Satisfaction’ de los Rolling Stones, y ‘Carnival of Fools’ tiene un puntito soul que podría haber inspirado otras cosas.
Sin embargo, dejando la dirección artística en segundo lugar, encontrar la paz en medio de cierta infelicidad parece haber sido el único objetivo de Bobby Gillespie en un disco que se cierra con un tema llamado ‘Autumn in Paradise’, con la calma zen de los New Order más tranquilos, pese a sus contradicciones: «si me preguntas qué pienso / no te diré cómo me siento / soy como un objetivo inalcanzable / no queda nada que me puedan robar / había algo cuando llegaste / no habrá nada cuando te vayas / un alma carece de toda dirección / cuando no hay nada en lo que creer».
Calificación: 7/10
Lo mejor: ‘(Feeling Like A) Demon Again’, ‘Carnival of Fools’, ‘100% or Nothing’, ‘Private Wars’
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