Razzmatazz la sala Bikini, tras una gran borrachera dejó la habitación de su hotel pringada de vómito (dijo que echó toda la sangría y que el cuarto parecía eso, una sangría), hasta el punto de describir el día de su actuación como el más resacoso de su vida. «¿Vais ebrios ya?», preguntó Adele, de hecho, justo antes de interpretar ‘Make You Feel My Love’. ¡Bien por vosotros!»
El espectáculo de Adele, sin embargo, fue de lo más sobrio, empezando por su vestido con brillantes incrustados, tan pesado que le impedía bailar con un mínimo de soltura sus canciones más animadas, entre ellas ‘Rumor Has It’, que la cantante interpretó algo apáticamente, como si no le gustara demasiado, o ‘Water Under the Bridge’. A pesar de algún traslado de escenario a escenario y de alguna puesta en escena llamativa como la de ‘Set Fire to the Rain’, que, hacia el final del concierto, envolvió a Adele en un cilindro de «lluvia», el concierto de la británica de anoche en presentación de su disco súperventas ‘25‘ no destacó por su dinamismo en el escenario (pocas fueron las veces que Adele abandonó su posición frente al micrófono durante las dos horas que duró el concierto), pero sí en el de su setlist y por la buena forma vocal de la artista, mejor a cada canción.
El set empezó a lo grande, con Adele cantando ‘Hello’ desde el pequeño escenario central, pero también desde la máxima sobriedad, pues la mostró únicamente a ella y a su voz hasta la tercera canción del repertorio, la soberbia ‘One and Only’, cuando el escenario descubrió a la banda de Adele y la gran pantalla que muestra su rostro. Ni cabe decir que el espectáculo está diseñado sobre todo para su lucimiento y el de sus canciones, pero hay que celebrar que, pese al nada desdeñable volumen de baladas con el que cuenta, el concierto apenas decayera. Cuando Adele interactuaba con el público, por ejemplo cuando contaba historias o subía a fans al escenario para hacerse «selfies» con ellas (las afortunadas de anoche fueron tres chicas de León), evidentemente lo hacía como parte del guion del espectáculo, pero su naturalidad, su hilarante personalidad, no se pueden guionizar.
Aunque no solo de baladas vive Adele, sus canciones más animadas no añaden demasiada emoción al show. Hubo momentos, por ejemplo, durante su interpretación de ‘Water Under the Bridge’, que la disposición de asientos en el recinto proyectó una imagen de ensayo en su espectáculo, como si el público estuviera asistiendo a una prueba de sonido en lugar de a una verdadera puesta en largo. Ni siquiera la autora de ‘21‘ parecía convencida cantando estas canciones, como ya he indicado en relación a ‘Rumor Has It’, que, con lo divertida que es en disco, aburrió en directo. Tampoco ayudó que incluyera la pintona ‘Send My Love (To Your New Lover)’ en la sección acústica, sacrificando su impacto en favor de la melodía, mientras el cierre con ‘Rolling In the Deep’ no fue, ni de lejos, de lo más destacable.
Por eso, Adele cumplió expectativas, porque las baladas las bordó, empezando por ‘Hometown Glory’ y siguiendo por la mencionada ‘One and Only’. Tampoco se olvidó de la canción que, dijo, le cambió la vida, ‘Someone Like You’, ni de la infravalorada ‘Don’t You Remember’, «una de las canciones más especiales que he escrito», señaló. Por otro lado, lo de que su voz mejoraba a cada canción va en serio, solo así se explica que dejara ‘All I Ask’, su canción más exigente, para el final y saliera con una de sus mejores actuaciones vocales. Pero mi momento favorito fue más sutil, ‘Million Years Ago’, una canción preciosa, escalofriante, sobre el paso del tiempo, que Adele interpretó en acústico con una sensibilidad especial. «Me encantan las reacciones que genera esta canción», apuntó la cantante al terminar. Parece que el público sintió lo mismo. De eso va Adele, ¿no es cierto?
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