Estoy bastante seguro de que incluso sin la desaparición de Phife el disco habría sido tratado con la misma atención que afortunadamente está despertando, porque ha llegado absolutamente en el momento idóneo. Un don de la oportunidad que está haciendo que cantidad de antiguos aficionados al hip-hop que en los 90 escuchaban (me incluyo) a los distintos artistas del movimiento Native Tongues hayamos reconectado con ese interés abandonado hace tantos años, después la progresiva desaparición y/o pérdida de relevancia de los Quest, De La Soul y compañía.
El impacto del disco ocurre a cantidad de niveles, empezando por el puramente musical. Las producciones de Q-Tip de la última década ya dejaban claro que su oído tan fino para buscar grooves en los discos más insospechados, o su tan efectiva combinación de samples, programaciones y músicos reales tocando en el estudio permanecían en plena forma. Y sin embargo sorprende lo redondo de los hallazgos en la mayor parte de bases de este disco: el fantástico loop de la Rotary Connection Memory Band en ‘Enough’, la batería super funk de Black Sabbath en ‘We The People’, el motivo de piano de ‘Halleluwah’ de Can, el uso de la guitarra de Jack White en ‘Ego’ y ‘The Donald’ y un largo etcétera que incluye fragmentos de canciones de The Prodigy, Malcolm McLaren, Michel Colombier o el rock progresivo de Gentle Giant.
El jazz, tan propio de los principios del grupo, no es ya la base principal, y esa frescura en las fuentes hace ganar muchísimo al disco, dotándolo de un fabuloso abanico de sonidos: rollo jamaicano en ‘Whatever Will Be’ o ‘Black Spasmodic’, rock con tintes psicodélicos en ‘Solid Rock Sound’, soul con funk en ‘Dis Generation’ (glorioso sample de Musical Youth incluido), muchos momentos de resonancias “dub” y la riqueza que aportan las partes grabadas por músicos reales. Parte de la frescura y excitación también emana del requerimiento de que los invitados a colaborar debían estar presentes en el estudio de Q-Tip en Long Island, algo que sin duda se nota en las colaboraciones vocales especialmente.
Sobre estas bases, producidas con un sonido muy contemporáneo, nada anticuado, tiene lugar la fiesta de micrófonos, esa alternancia de versos y estrofas que dio a A Tribe Called Quest y demás bandas ese aire tan jubiloso, de fiesta, de diálogo, y que tanto se echa de menos desde que el hip-hop lo dominan los artistas en solitario. Phife, Q-Tip, Jarobi, y una sucesión de invitados en la que destaca especialmente su viejo compañero Busta Rhymes rapean sobre lo humano y lo divino, pero centrándose en dos polos: la desaparición de Phife, y la denuncia de la situación sociopolítica actual. Un disco cuyo segundo corte contiene la frase “todos vosotros, negros, tenéis que largaros / todos vosotros, mexicanos, tenéis que largaros / Y todos vosotros, los pobres, tenéis que largaros / Musulmanes y chicos gays, odiamos vuestro modo de vida” se ha ganado ya de por sí el ser uno de los discos más relevantes del año. Pero es que encima ‘We The People’ es una de las grandes canciones de 2016, y tan sólo una de las múltiples dianas de esa sucesión de trallazos -hasta cinco- con la que se abre el álbum: la cínica pero humorística súplica por un programa espacial “for niggas” para ver si ahí afuera les dejan en paz (‘Space Program’), la mencionada ‘We The People’, la gloriosa ‘Whateva Will Be’ con su sample de las Nairobi Sisters y su lista de estereotipos sobre los negros, el maravilloso sonido cinemascópico de ‘Solid Gold of Sound’ que incluye “outro” de Elton John, o la celebración de las nuevas generaciones que es ‘Dis Generation’.
El nivel de esa descarga de pepinazos que casi dura toda la cara A no se recupera de forma tan concentrada en la B, pero tiene también momentos estratosféricos, en una parte del disco que se centra más en los sentimientos dirigidos a Phife: a veces con él presente, como en ‘Black Spasmodic’, otra de las grandes canciones del disco, sobre cuyo irresistible groove jamaicano Q-Tip rapea a su compañero “todavía tienes trabajo que hacer / espero lo mejor de ti, te estoy mirando desde mi observatorio celestial” y le pide que viva “bajo el principio de los Tribe de tener un gusto impecable”; otras ya en su ausencia, como en la emotiva ‘Lost Somebody’ (“Nunca pensé que escribiría esta canción / Abrázate fuerte a tus amigos, nunca sabes cuándo van a desaparecer”).
‘Conrad Tokyo’ es la última gran pieza, con base de psicodélico jazz y versos enojados dirigidos desde a los cómicos de Saturday Night Life y sus imitaciones electorales políticamente infructuosas (“Move with the fuckery, Trump and the SNL hilarity / Troublesome times kid, no times for comedy”) hasta a los artistas de mumble rap (“In lieu of these mumbling, fumbling /Swearing they’re the greatest / Online they debate us, if we different, then we’re haters”). ‘The Donald’ cierra apropiadamente: un título que parece dedicado al futuro presidente de su país pero que en realidad encierra una referencia a uno de los motes de Phife Dawg (Don Juice). Parece lógico dedicarle el último corte de un disco que es un duelo por la situación que les rodea pero también por la pérdida de su compañero.
Casi cada verso del disco parece relevante: referencias a la gentrificación, a los neblinosos “new media”, al “winter in America” que se avecina… pero en la mejor tradición de A Tribe Called Quest, sin abandonar nunca el humor, como cuando en ‘The Killing Season’, entre estribillo y estribillo de un plañidero Kanye West Consequence rapea “Now they wanna condemn me for my freedom of speech / ‘Cause I see things in black and white like Lisa and Screech”. Pocos artistas más podría hablar de temas tan serios referenciando a la vez con tanta gracia la serie de TV ‘Salvados Por La Campana’.
Y sobrevolando por encima de todo ese impacto sonoro y textual, la sensación de estar ante algo que parecía casi imposible años atrás: una obra maestra de hip-hop maduro. En la mayoría de géneros musicales de la música negra norteamericana la edad infunde respeto y hace ganar al músico carisma, pero las músicas urbanas, tan asociadas a la rabia y frustración propia de los jóvenes, nunca parecía que fuera a acomodar la presencia de músicos más allá de los cuarenta. El movimiento Native Tongues, con sus inquietudes culturales, letras más reflexivas, llamamiento a la unidad, bases jazzy y pop, ciertamente tenía más boletos para ello que el rolo nihilista-materialista del gangsta rap, pero hacía falta que empezaran a materializarse discos tan brillantes como el de De La Soul de este año, o este mismo ‘We Got It From Here…’. En ‘We Got It From Here…’ todo hace clic: supongo que cuando tienes cuarenta y tantos puedes finalmente hacer un disco que hable de política, pero a la vez que muestre tu lado más sensible y tus preocupaciones de adulto, como cuando Jarobi entrañablemente le canta a Phife (muerto por complicaciones de su diabetes) que intentó cuidarle cocinándole buena comida (“Cooking in the kitchen making sure my nigga eating well”). Si además -como en el caso de A Tribe Called Quest- la música se mantiene tan exuberante, la fórmula resulta que funciona.
‘We Got It From Here… Thank You 4 Your Service’ es un disco de su tiempo como otros lo han sido en la tradición de la música negra americana, y en ese sentido se puede equiparar a álbumes como ‘What’s Goin’ On’ de Marvin Gaye. En un año de tan buenos discos con referencias políticas, especialmente de música negra (‘Lemonade’, ‘A Seat At The Table’, ‘untitled unmastered’), quien se queje de que no hay discos abordando las problemáticas actuales es que no se está enterando de nada.
Calificación: 8,5/10
Lo mejor: ‘We The People’, ‘Black Spasmodic’, ‘The Space Program’, ‘Whateva Will Be’
Te gustará si te gustan: los grupos del movimiento Native Tongues, las producciones de Q-Tip, la música con enjundia sociopolítica
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