Música

Los músicos tienen sexo (y las músicas también)

Cris Lizarraga de Belako ha compartido una importante denuncia en su Facebook que todo el mundo debería leer. Que en pleno 2017 el grupo asegure haber oído frases como «qué bien tocas para ser tía» y que nos las creamos porque todos sabemos qué cosas se escuchan en la calle, dan buena cuenta de todo lo que nos queda por avanzar en cuanto a igualdad. Zahara ha asegurado recientemente haber recibido comentarios parecidos, como «tocas tan bien como un tío». En la misma línea, que Aries haya tenido que escuchar que «le iría mucho mejor y tendría más presencia en medios si fuese más guapa y delgada» es denigrante para su profesión.

Acabar con ese machismo que nada tiene de «micro» es el foco importante en el que nos debemos centrar, sumando además reflexiones contenidas directa o indirectamente en la misma interesante carta, como el hecho de que los artistas masculinos rara vez sean comparados con las artistas femeninas -como si ello fuera denigrarlos- o la edad de los periodistas masculinos que pecan de ese conservadurismo.

Sin embargo, hay un pequeño matiz en la carta (y del discurso generalizado de los últimos tiempos tanto en nuestra web como en los artículos de otros medios como El Diario o El País) que no termino de suscribir, y es la cuestión física, pues creo que atañe tanto a hombres como a mujeres y por lo tanto debería abrir más bien otro debate tipo «¿por qué el sexo en general se asocia a la música?» o «¿por qué tanta gente está caliente como perros y perras cuando se planta frente a un escenario como hasta el punto de tirar bragas y sujetadores o lanzar improperios de dudoso gusto?». Aparece por ejemplo en su conclusión: «Lo que a mi entender supone realmente un progreso a día de hoy es una actitud neutra ante el sexo de los intérpretes», en sintonía con una parte anterior: «Las crónicas nos cosifican a Lore y a mí haciendo menciones a nuestros físicos o nuestra ropa, perlas como «deslumbró con su vestido ceñido y su nuevo look». No soy periodista musical, pero si lo fuese y tuviese que escribir sobre el concierto de un grupo, a menos que formase parte del espectáculo, no se me ocurriría hacer ningún tipo de mención sobre el físico de sus integrantes».

Ese «a menos que formase parte del espectáculo» pretende -supongo- establecer una diferencia entre, en general, los conciertos de pop y de rock, pero más que cerrar el debate, lo abre, pues hay bastantes matices que se pierden. Si no se refiere a la diferencia de pop y rock, ¿a qué se refiere? ¿Cómo se diferencia exactamente cuándo el sexo forma parte del espectáculo y cuándo no? ¿Nunca forma parte del espectáculo salvo cuando es demasiado obvio? ¿Mediante documentación previa sobre el grupo? El sexo -masculino o femenino- ha estado ligado al mundo del pop como mínimo desde el momento en que Elvis Presley hizo del movimiento de caderas una de sus principales insignias junto a su mismísima voz. Los Beatles fueron un grupo idolatrado por quinceañeras y los vídeos en que estas acuden a su llegada a los aeropuertos da verdadero miedo. En los grandes espectáculos de pop hemos visto a Prince marcar hasta el glande, a Michael Jackson tocarse la entrepierna, a Madonna masturbarse y últimamente a Justin Bieber tirándose un cubo de agua encima mientras aparece sin camiseta y mostrando sus calzoncillos por encima del pantalón. Hombres y mujeres han vendido su sexualidad en la música pop, indistintamente.

Habrá quien diga que el rock está más exento de explotación sexual, y casi siempre, pasar del sexo, ha sido algo digno de admiración entre la crítica musical. Patti Smith es una de las artistas de mayor prestigio de todos los tiempos. Durante los años 90, en los tiempos post-grunge y de riot-grrrls, que las mujeres no utilizasen su sexualidad producía admiración tanto en su vertiente más guay, de Björk a PJ Harvey pasando por Beth Gibbons; como en la menos guay, de Dolores O’Riordan a Alanis Morissette pasando por Nina Persson. También estaban Shirley Manson o Courtney Love, que tan pronto podían ofrecer una imagen más masculina o más femenina, haciendo perder significado a estas dos definiciones, en sintonía con la postura de Michael Stipe de R.E.M. o el mismo y muy ambiguo Kurt Cobain. ¿Había una declaración política y feminista detrás de aquello? Posiblemente, y una muy interesante que muchos admirábamos como adolescentes a medida que indagábamos en nuestra sexualidad, pero lo seguro es que el rock masculino ha estado muchísimas veces alimentado por un componente sexual: Bruce Springsteen plantó un culo en una de sus portadas más carismáticas, los Rolling Stones un paquete, Adam Clayton de U2 enseñó la polla en la carátula de la obra maestra del grupo ‘Achtung Baby’, conozco mujeres que se tatuaron a James Hetfield en las tetas y no creo que fuera solo por el talento de Metallica, el sex appeal de Alex Turner de Arctic Monkeys o el de Brandon Flowers de los Killers está fuera de toda cuestión, y así un larguísimo etcétera que nos ha convencido durante décadas de que el sexo forma parte de la música, como lo forma de la vida. Esa «actitud neutra ante el sexo de los intérpretes» que pide Cris sería lo ideal, supongo, pero no es en lo que nos han educado, y no sé si es posible alcanzarlo para los seres humanos. Conozco mujeres que salen tan a tope de ver un concierto de Father John Misty como hombres salen de ver uno de She & Him (y vale por ella y por él).

Hace un par de meses organicé una charla sobre mujeres en la industria musical en la que se escucharon muchas voces femeninas interesantes que intentamos resumir en este artículo. Pero también se escuchó entre el público la voz de un compañero, Javier Herrero de EFE, hablando de este mismo tema desde el público. El periodista musical se amparó abiertamente en su homosexualidad para decir que él iba a seguir comentando el componente sexual en las crónicas de sus conciertos si le parecía que procedía, y como ejemplo puso a Beyoncé y a Lenny Kravitz, dos personas que claramente han utilizado un discurso ultra sexualizado en espectáculos y videoclips. Es el «a menos que forme parte del espectáculo» a que se refiere Cris de Belako.

Belako no tienen un discurso sexualizado. Cuando les preguntan por sus influencias hablan de grupos con un discurso tan poco sexual como Joy Division, Sonic Youth o Pixies. Es normal que sus miembros masculinos y femeninos estén disgustados porque por un lado sus miembros femeninos sufren el acoso de sus fans indies, y por otro, en su entorno más rockero, esas revistas en las que las mujeres siguen siendo poco más que esa cosa que aparece recibiendo manguerazos de agua en vídeos de grupos tipo Whitesnake, quizá sufran más sexismo todavía.

Me parece denigrante, como decía, que se llame fea a una artista. Sin embargo, veo más discutible que ser guapa o ser guapo pueda restar algo a tu posición en un escenario, independientemente de tu género. Ni siquiera credibilidad. Los artistas, físicamente, incluso aunque sean feos (pienso en Oasis o en Micah P Hinson), se valen de sus cuerpos para comunicarse con el público. ¿Es tan malo que recuerde el imparable movimiento de caderas de Kim Gordon al bajo como una imagen icónica de un concierto de Sonic Youth? Reconozco que después de que Lauren de Chvrches o Grimes hayan sentido el acoso del público al ser llamadas guapas (o incluso feas), me incomoda mucho que alguien grite «guapa» en mitad de un concierto a una artista, porque ha pasado de ser un cumplido a una ofensa. ¿Cómo que guapa? ¡Será artista! Sin embargo, creo que algo de naturalidad y de sentido común se nos está perdiendo por el camino de lo políticamente correcto. Cris de Belako se quejaba hace unas semanas de haber aparecido en un ránking de «tías buenas en el mundo de la música». He intentado averiguar a través de su sello Mushroom Pillow si se trataba de uno nuestro. No he recibido respuesta clara, pero después de haber recibido una queja similar de Hinds o del artículo del Machismo Gafapasta de El Confidencial, en el que se mencionaba nuestro Hot Hot Chicas, pero en ningún momento se revelaba que siempre hemos hecho un Hot Hot Chicos paralelo, adivino que sí.

Todavía estoy esperando que alguien me pregunte si el ránking Hot Hot Chicas ha sido siempre votado y elegido solo por chicos o también por chicas, heteros, lesbianas o bisexuales, para debatir si también hay machismo en el caso de que una mujer diga que otra es guapa, pero cada vez tengo más clara una cosa. En un giro totalmente inesperado de los acontecimientos, los homosexuales hemos pasado a ser más libres que los hombres heterosexuales para algo en esta vida: para hablar con total libertad sobre la belleza de alguien -artista o no- y elogiar a quien así nos lo parezca. Podemos incluir el físico del hijo de Bárcenas entre las razones de su éxito, y también entre las de Katy Perry. Por eso Javier Herrero mencionaba su sexualidad para opinar en un debate de feminismo (así nadie pensaba que, en el fondo, lo único que quería era tirarse a Beyoncé); por eso Jorge Javier Vázquez puede tirar los tejos en mitad de una entrevista sin que nadie diga que es un baboso (cuando probablemente lo sea, como todos y todas, también conozco periodistas femeninas enamoradas de Sufjan, M Ward, Nick Cave, Pau Roca, largo etcétera); por eso recientemente un fan gay pudo pasarse todo el concierto de Divine Comedy de Madrid gritando «guapo» a Neil Hannon, que nunca ha utilizado su sexualidad sobre el escenario, sin que nadie se llevara públicamente las manos a la cabeza. Y eso me trae una triste reflexión: dudo mucho que los homosexuales seamos más libres que los heterosexuales. Estoy seguro de que alguien pensaría «vaya maricón de mierda, podía cerrar la boca y dejar en paz a Neil Hannon», pero, vaya, vivimos en los tiempos de lo políticamente correcto.

El discurso de Belako, como el de Chvrches, no puede ser más enriquecedor, sobre todo porque pocos artistas, hombres y mujeres, se atreven a opinar de ciertos temas controvertidos. Nos ayuda a todos a intentar ser cada día un poquito mejores. Yo ya no gritaré «guapa» a nadie más sobre el escenario como hace 10 años hice con Lily Allen sin que ni siquiera perteneciera a mi opción sexual. Intentaré ver a los artistas masculinos que me pongan de una manera más «neutra». Y lo que es más importante, pone sobre la mesa que si surgen debates adyacentes es porque la mujer vive aún una situación muy desfavorable en la sociedad. Sin embargo, también hay que romper una lanza a favor del periodista musical que se atrevió a llamar a unas músicas «guapas» y a decir que le gustaba su nuevo look. El comentario no afecta tantísimo a su valor musical (Belako tienen críticas excelentes) y vivimos en una cultura de la imagen, con décadas de tradición, en la que para un músico ponerse guapo/a, cambiar de look o por el contrario evitar resultar atractivo/a ha sido toda una declaración de intenciones que sí ha tenido relevancia en el desarrollo de su carrera artística. Y no parece que esta distinción haya entendido especialmente de géneros.

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