El tema de Katy Perry para los Juegos Olímpicos del año pasado fue el primer gran resbalón comercial de su carrera post-Hudson, pero, desde el punto de vista artístico, ha terminado siendo más relevante de lo que parecía. La producción muestra una línea creativa más oscura y su letra, sobre «levantarse» después de una caída, no ha podido resultar más premonitoria (por lo de la caída, lo de «alzarse»… ya veremos). La cantante llega a su nuevo disco inmersa en una evidente crisis de identidad que ha dejado diversos episodios de lo más errante, lo cual incluye haber pedido el voto para Hillary Clinton desnuda, haber terminado una actuación de Saturday Night Live tirando fruta al público y usando un plátano a modo de teléfono (¿llamando a quién?), haberse puesto a llorar en mitad de un «Gran Hermano» creado por ella misma para promocionar el disco, asegurando que el personaje de Katy Perry se le ha ido de las manos o haber usado una serie de imágenes promocionales para este ‘Witness’ que es imposible que conecten con el público generalista, pues no pueden ser más feas.
La era ‘Witness’ está siendo un despropósito en muchos sentidos, recordando a algunos de los sonoros fallos de los lanzamientos de ‘American Life’ de Madonna, ‘Blackout’ de Britney Spears o ‘ARTPOP’ de Lady Gaga, pero entre singles «rush-released» (estrategia que rara vez funciona), portadas hórridas, actuaciones ridículas y falta de norte generalizado, en algún lugar oculta un buen disco en el que adentrarse y descubrir detalles, algo que se agradece después de varios álbumes de pop de usar y tirar, divertidos, pero sin mayor intencionalidad. Sí, la primera escucha de ‘Witness’ es todo un susto: los singles están muy marcados, dramáticamente tan bien escogidos como mal situados en la secuencia, las canciones parecen un gran quiero y no puedo de producción interesante pero paupérrima melodía, los esperados Hot Chip no pintan nada en una balada como ‘Into Me You See’, y las letras revelan que al final este no es el disco político de Katy Perry. ¿Después del vídeo de ‘Chained to the Rhythm’? ¿Del «plot twist» feminista de ‘Bon Appétit’? ¿Y entonces, ante qué estamos? ¿Para qué tanto ruido?
Ni más ni menos que ante un retrato aparentemente ultra personal («aparentemente» porque sabe Dios qué esconde esa cabeza) de esa crisis de identidad que sufre Katy Perry, el clásico disco post-fama sobre la fama «pobre niña rica» que el público tradicionalmente ha aborrecido. Porque sí, parte del público y de la crítica aborrecerán esto, pero lo seguro es que una crítica de ‘Witness’ no puede construirse en torno a la idea de que Perry no haya tenido claro por dónde tirar: esas inquietudes aparecen expresadas de manera reiterada en unas letras que resultan oro puro, el vivo reflejo de esa Katy que, frente al espejo, reconoce no saber ni quién es.
Así, las preguntas que nos hacemos escuchando el disco de Katy Perry están contenidas en el mismo disco de Katy Perry. Si no «conectamos» con esta era, la letra de ‘Witness’, canción titular y primera en la secuencia, era una súplica para ello: «todos buscamos conectar / todos queremos que nos vean / busco a alguien que hable mi idioma / y quiera emprender este viaje conmigo». En la siguiente pista, ‘Hey Hey Hey’, Katy se postula como una mujer fuerte a pesar de ser «femenina» y aparentemente «blanda» (en concreto como «una Marilyn Monroe al frente de un gran camión»), concluyendo en su estribillo que «aunque creas que voy a desmoronarme, no podrás conmigo». Otros textos son, en cambio, muestra de una inequívoca vulnerabilidad, unos inspirados en la ruptura con John Mayer, Orlando Bloom
o ambos (‘Miss You More’) y otros en su propia relación consigo misma y su necesidad de evolucionar (‘Bigger than Me’). Cabría criticar las contradicciones entre la Katy fuerte y la Katy débil, pero ella es muy consciente de su falta de norte por ejemplo en ‘Mind Maze’, que arranca nada menos que con un «estoy perdiendo todo tipo de dirección, cayendo en arenas movedizas». No, no vas a descubrirle esta semana nada a Katy Perry: ella misma te está repitiendo una y otra vez que, aunque lo intente y a veces se sienta fuerte, no sabe dónde está.Musicalmente, el disco tiene también más coherencia de la que aparenta. Es cierto que este no es el disco noventero lleno de «Walking on Airs» que algunos esperábamos tras los notables tres sencillos de adelanto, salpicados de una manera o de otra de house y derivados, pero también lo es que hay bastante unidad. Aunque ‘Chained to the Rhythm‘ y ‘Bon Appétit’ han sido tiradas sin ton ni son en la segunda mitad del disco, rodeadas de manera absurda de baladas como ‘Miss You More’ y ‘Tsunami’, parece un acierto haber integrado las baladas en la secuencia a diferencia de lo que sucedía en ‘Prism’, que se transformaba en otro disco distinto una vez pasaba ‘International Smile’. Los beats usados sí son además y en general noventeros, como muestra de manera inequívoca ‘Déjà vu’. Incluso cuando la canción parece sumergida en los 80 (como sucede en ‘Roulette’) o en los 70 (como ese piano de la finalmente gospel ‘Pendulum’), se suelen incorporar elementos integradores. Tanto que ‘Hey Hey Hey’ parece producida por Purity Ring cuando no lo es y ‘Roulette’ producida por los Hot Chip de ‘I Feel Better’… cuando tampoco. La acertada producción de trance siniestro 100% Purity Ring impide que ‘Mind Maze’ sea una balada más, y la de Jack Garratt, con esa irresistible batería que esperamos algún día ver reproducida en vivo, salva de la quema ‘Power’. Ninguna es un macrohit, pero en verdad, ¿de cuántas canciones interesantes estamos hablando y cuántas había, más allá de los singles, en el insufrible ‘One of the Boys’?
Hay un regusto amargo en ‘Witness’, pues es difícil separar éxito comercial y calidad en un disco de alguien como Katy Perry, que tampoco es que vaya a terminar presentándose en un auditorio del Sónar. Por eso da verdadera pena oír a Nicki Minaj cantar «I only rock with Queens, so I’m makin’ hits with Katy» en una ‘Swish Swish‘ con la que parece que no va a pasar nada. Y sin embargo, hay que agradecerle a Perry que haya abierto esta caja de Pandora de direcciones artísticas imposibles, WTF’s, ojos abiertos como platos y cejas alzadas hasta el techo. Hay una intención sexual en la letra de ‘Tsunami’, pero esa invitación del estribillo a «despertar un océano de emociones» sin miedo a «bucear en lo más profundo» es lo suficientemente ambiguo como para permitir la lectura de que la artista ha querido mostrar todo lo que le ha pasado por la cabeza estos años: rabia ante el panorama político, desamor, incertidumbre por su posición en la industria e inseguridad ante lo que hacer con el papel de cantante de pop perfecta que se había construido. Puede que Katy Perry no tenga nada claro quién es Katy Perry y su futuro sea ahora mismo bastante incierto, pero ‘Witness’ es paradójicamente, en la muestra de sus dudas y contradicciones, su disco más personal. Nosotros sí sabemos al fin un poquito quién es Katy Perry.
Calificación: 7/10
Lo mejor: ‘Chained to the Rhythm’, ‘Bon Appétit’, ‘Swish Swish’, ‘Déjà Vu’, ‘Mind Maze’, ‘Roulette’
Te gustará si te gusta: acompañar a divas del pop en momentos difíciles.
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