Aunque el festival comenzó con Rural Zombies a las 19:00h, nuestro primer concierto fue el del californiano Mark Eitzel en Antzerkia, el tercer escenario, más enfocado al concepto “concierto de sala”. De forma llamtiva, Eitzel ofreció uno de los directos más interesantes del día, sin que hubiera casi nadie en la pista (sí en las gradas, que estaban casi llenas). Con todo, el ex-American Music Club demostró tablas y un gran saber estar. Además, el buen sonido acompañó al que, quizá, fuera el concierto más bonito del día. ¿Por qué? Por su honestidad. A lo largo de la actuación, fue contando cosas bastante personales: explicó que una de las canciones está dedicada a una chica con la que quiso tener un hijo y ella le dijo “fuck you”; otra, estaba dedicada a su novio que, aunque le quiera, detesta su música. “No soy tu público”, le dice. Alternó temas antiguos, como ‘Mission Rock Resort’ o ‘I Love You But You´re Dead’, con otros de su nuevo y décimo disco, ‘Hey Mr. Ferryman, como ‘La Llorona’ o ‘The Last Ten Years’. No pudo faltar el momento “I hate Trump”: explicó que una vez alguien de Ohio le dijo que él no era blanco por ser de San Francisco así que compuso una canción contra el whiteness, que terminó con un “I hate Jesus”. Lo mejor, sin duda, su falta de filtros personales, su humanidad, su cercanía y las letras claras y directas.
Los siguientes en nuestro recorrido fueron Royal Blood en el escenario Thunder Bitch, el principal de este año. Aunque su formato dúo es un gran reclamo –de hecho, figuraba como cabeza del cartel–, no dieron la talla. Es decir, sí, si nunca los habías visto y su rock prefabricado te parece algo agresivo y lleno de rabia. No, si ya estás habituado o habituada al concepto concierto-de-autobús (llegan, tocan y se van), lo conoces y sabes por dónde van los tiros. Los británicos Mike Kerr y Ben Thatcher tocaron íntegramente su segundo disco ‘How Did We Get So Dark?‘ en aproximadamente una hora y cuarto, más o menos, sin variar el registro o interactuar con el público mucho más allá del “hola Bilbao”. Eso sí, los fans estaban entregadísimos, como si estuvieran viendo a Queens of the Stone Age. Aunque tuvieron algunos problemas con el sonido –a veces se oían más los instrumentos que las voces–, poco pareció importar a sus espectadores.
De un dúo en una punta del festival, pasamos a otro dúo en la otra punta. De nuevo en el Antzerkia, Bill Callahan ofreció, sin duda alguna, uno de los mejores conciertos de la noche. Solo le acompañaban su guitarra acústica y otro músico con guitarra eléctrica que utilizaba con pedales y distorsiones. A pesar de tan poca parafernalia, no necesitó mucho más para tener llenas tanto la pista como las gradas. Puntual y con un sonido impecable –pese a que él insistía en que le subieran el volumen de monitores–, el de Maryland se centró en temas de sus últimos discos ‘Apocalypse
‘ o ‘Dream River‘: ‘Jim Cain’, ‘Ride My Arrow’, ‘America!’ o ‘Riding for the Feeling’ volvieron a brillar en la voz rota del hombre tras el alias de Smog.Con todo el subidón de la experimentación de Einstürzende Neubauten vimos al dúo británico de electrónica Orbital. En el segundo escenario principal, el Heineken, vinieron con la misma puesta en escena que en el WAM de Murcia de este año: pantallas gigantes detrás de su mesa de equipos que, a su vez, estaba situada sobre una plataforma elevada, en la que ellos se sitúan con sus ya características gafas-focos y unos visuales impresionantes. Decimos impresionantes porque, además de ser muy grandes, jugaban mucho con los aires apocalípticos que nos rodean estos días. Guerras, fuego o mensajes intensos acompañaron su música. El toque pop divertido de la actuación volvió a ser su versión de ‘Heaven Is A Place On Earth’ de Belinda Carlisle, que combinaron con clásicos como ‘Impact (The Earth Is Burning)’ o temas más recientes como ‘Wonky’. Aunque durante un tramo del show pareció que bajaba la intensidad, los hermanos Hartnoll lograron cerrar su set con el público animado y con evidentes ganas de fiesta y baile, que muchos continuaron en el escenario electrónico GAUA (popularmente rebautizado «guau guau»).
Nosotros no lo encontramos, sin embargo, con Kiasmos en el escenario Thunderbitch. Aunque es innegable la calidad del dúo islandés, demasiado lineales. Ante un público ya bastante ebrio que buscaba desesperadamente el baile y no abstraerse tanto, estuvieron solo correctos con una selección de sus primeros EPs (‘Drawn’) y su debut homónimo (‘Looped’). Curiosamente, apenas deedicaron tiempo al reciente ‘Blurred’.
Imágenes de Orbital y Einstürzende Neubaten, del Facebook de BIME Live!