Bien es cierto que en un momento de tal éxito para La M.O.D.A., con hasta tres Rivieras llenas de manera consecutiva, entre otras cosas, era una tontería cambiar de fórmula, pero también lo es que Vetusta Morla arrasaron con su debut, aún el preferido por el público, y no por ello se han quedado colgados allí. Al contrario, han ido limando asperezas, corrigiendo tics, ampliando su paleta de colores y reduciendo la intensidad de su propuesta en favor de otras cosas. Y el caso de La M.O.D.A. es justo el opuesto. Puede que los instrumentos que utilicen sean diferentes, pero todo continúa girando en torno al amable country-pop de Mumford & Sons con algún devaneo en arreglos a lo Mastretta o Celtas Cortos, salpicado de coros taberneros tan feos como los de «no te olvides de dónde vienes» en ‘Héroes del sábado’ (de estribillo muy Love of Lesbian), palabrería vacua onda «La música no es un juguete, igual que el lobo nunca trabajará para el circo» y name-dropping gratuito, de Oscar Wilde a Édith (Piaf) en el mismo párrafo de ‘La inmensidad
‘, y así hasta llegar a un sample de Manuel Molina. Que, eso sí, viene como anillo al dedo al afectadísimo y quebradizo timbre del vocalista David Ruiz: «sin cantar, no podría vivir, ni quiero».A veces las canciones de La M.O.D.A. son un eye rolling («Llueve en el único infierno con hielo»), detrás de otro («En el campo amarillo de Antonio Machado»), y otras se enturbian cuando parecía que iban a buen puerto. ‘Océano’ comienza con una frase que te mete en la canción («Hay algo más fuerte que la muerte: el día siguiente») y un fraseo no tan alejado de lo que encontramos en la discografía de Pablo und Destruktion, pero la canción se va torciendo hasta lo imposible, presa de su necesidad de estallar y recular. «¡¡¡La vida no es lo que veías en películas!!!», proclama David Ruiz, aterrorizado. «¡¡¡No jodas!!!», dan ganas de contestarle.
Hay que agradecer, no obstante, la intención política o social de canciones como ‘Campo amarillo’, sobre todo porque la melodía de ‘La inmensidad’ se acerca peligrosamente a los territorios de Taburete. El disco deja buenos momentos como el punteo versus cuerdas graves del inicio de ‘Héroes del sábado’, el guiño a Yann Tiersen de ‘Vals de muchos’, el final de rápido country en ‘La vieja banda’ evitando la típica balada, o la sensación de urgencia de ‘Mil demonios’, que a cada escucha parece ir sonando más y más rápida.
Sin embargo, no hay canción sin algún pero. ‘Salvavida (de las balas perdidas)’ termina siendo una víctima clara de los parámetros estéticos de la crítica musical en las últimas décadas, donde apenas a Fangoria ha salido bien artísticamente su propuesta de «más es más». El libro ‘Música de mierda’ reflexiona ampliamente sobre ello: lo que nos parece feo, excesivo, sobrecargado o kitsch, o que el minimalismo sea bueno per se, es relativo. Así, seguramente algún día La M.O.D.A. sean reconocidos como iconos de su generación al igual que lo han terminado siendo otros grupos muy cuestionados por sus excesos y sus letras como Mecano, Héroes del Silencio, Izal o incluso La Oreja de Van Gogh. Hasta entonces, sí, «los locos» seremos nosotros en «esta obra de teatro a la que llamamos existencia».
Calificación: 4/10
Lo mejor: ‘Mil demonios’, ‘Una canción para no decir te quiero’, ‘Vals de muchos’
Te gustará si te gusta: Mumford & Sons pasados por el filtro de Mastretta y un extraño cruce entre Pablo und Destruktion y Taburete
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