‘Burning’ es la adaptación de ‘Quemar graneros’, uno de los relatos que componen el volumen ‘El elefante desaparece’ (Tusquets, 2016), escrito por Haruki Murakami. El cuento, inspirado en el famoso ‘Incendiar establos’ de William Faulkner (Alfaguara, 2009), tiene apenas una decena de páginas, pero Chang-Dong lo ha convertido en una película de dos horas y media. Las tres escenas principales del relato están en la película: la secuencia de la pantomima con la naranja, la cena de los tres protagonistas fumando marihuana mientras ven atardecer y la reveladora conversación entre los dos hombres en un café tiempo después. Lo que ha hecho Chang-Dong es unir esos tres momentos clave del cuento a través de un fino hilo narrativo hecho de misterios, incertidumbres y desesperación amorosa. El director ha cogido una historia melodramática como las que surcan toda su filmografía, y la ha incendiado con un mechero utilizando elementos de thriller como combustible.
El resultado de este incendio es una cautivadora película de misterio, lucha de clases y ardor romántico; un inquietante triángulo amoroso compuesto por un joven repartidor y aspirante a escritor que vive en una zona rural (como en el cuento, toda la película está vista a través de sus ojos), una compañera de la infancia a la que hacía años que no veía y un misterioso joven adinerado de Seúl (un gran Gatsby, le llama el protagonista) aficionado a extraños pasatiempos. Conforme la historia va avanzando, los enigmas (un gato, un pozo, un reloj) y las posibles lecturas de esos enigmas (¿podría ser todo parte de la febril actividad creadora que se apodera del escritor?), se van sucediendo hasta formar un puzzle al que le faltan piezas.
Aunque le cuesta algo prender al principio, ‘Burning’ va entrando poco a poco en combustión hasta acabar ardiendo en su tramo final como un bosque gallego en verano. El naturalismo inicial de las imágenes y su cristalina narrativa se va haciendo cada vez más compleja a medida que la sencilla historia de amor del principio se va transformando en algo mucho más extraño y ambiguo. Como es habitual en el cine del cineasta coreano, su atmósfera y narrativa, llena de sugerentes elipsis, nos va atrapando hasta conseguir que las dos horas y media que dura la película nos parezcan tan cortas como el cuento de Murakami. 8’5.