BIME ha cerrado sus puertas con un total de 20.100 asistencias, 11.900 de las cuales se produjeron este sábado para ver conciertos como los de MGMT o Gusgus. El festival «indoor» de Bilbao organizado por Last Tour (Bilbao BBK Live, Azkena) cuenta con un espacio electrónico aparte denominado Gaua en el que a última hora de la noche actuaba Nina Kraviz, pero ante todo en esta sexta edición se ha vuelto a anotar el tanto de la exquisitez, con un cartel de gusto refinado que compite en exigencia con otras citas como Primavera Sound o incluso Sónar en su vertiente más electrónica. Entre las cuestiones organizativas más comentadas para mal o para bien, las largas colas para dejar los paraguas en el ropero (obligatorio, no se podía acceder con ellos) y los 2 euros y medio que costaba cada vaso de plástico: luego te devolvían el dinero, sí, pero la consecuencia fue que no se vio ni un solo vaso tirado por el suelo, pues valía su peso en oro. En cuanto a las actuaciones, estas fueron las más destacadas del sábado (crónicas del viernes, aquí). Fotos: Oscar L Tejeda y Tom Hagen.
Kurt Vile, con su sonido tan amasado, estudiado y reconocible, y Sun Kil Moon competían por ser la alegría de la huerta a eso de la hora de la cena. Escogí el segundo porque era sentado. Mark Kozelek se presentó en formato trío con un delicadísimo piano tocado en plan jazzy y un guitarrista, mientras él se movía por el escenario como un crooner raro, un tanto Morrissey queriendo desmelenarse a lo Nick Cave pero conteniéndose. Dejó muchas anécdotas, como el momento animalitos de ‘666 Post’ o las críticas a las redes sociales y a la religión de ‘Blood Test’, con llamada amenazante a la caja de ritmos. ‘1983 MTV Era Music Is the Soundtrack of Outcasts Being Bullied By Jocks’ la presentó como una composición dedicada a la ciudad de Filadelfia, incluido Kurt Vile, con el que, como decía, estaba coincidiendo, y que forma parte de la letra. Es otro “spoken word” esta vez muy cercano a Leonard Cohen en el que se cita a Dire Straits, Madonna, Rage Against the Machine o la peli de Tom Hanks. Canciones de unos 12 o 15 minutos y kilométricas letras, que alguna vez Kozelek lee con mucha elegancia en un atril, y cuya embestida gran parte del público resistió. Aunque solo fuera por el humor con el que bromeó sobre qué hacer cuando le quedaban 6 minutos (la mitad de lo normal para él) o cuando aseguró que ‘Benji’ había sido su debut. «Voy a terminar con una canción de ‘Benji’. ¡Bieeeeen! Todo el mundo sabe que es mi primer disco…»
Canceladas las actuaciones primero de Fever Ray y luego de M.I.A., el BIME quedaba un poco huérfano de artistas femeninas, pues la sustitución de última hora para ambas en última instancia terminó siendo Four Tet. El público, no obstante, parecía tener ganas de electrónica nórdica, y el show de ionnalee, la artista anteriormente conocida como iamamiwhoami, fue uno de los más concurridos del escenario Antzerkia pese a coincidir con los agradables medios tiempos rockeros de Stephen Malkmus, que suele cerrar con algún guiño a Pavement. En principio a duras penas se podía acceder. ionnalee recuerda mucho a Kate Bush (esa voz aguda) y a Goldfrapp (el mono blanco ajustado con cola furry), pero termina brillando con luz propia por la escasez de shows parecidos en cualquier festival y por las currada e impoluta escenografía: hasta su DJ a las bases iba de blanco. Mención especial merece su obsesión por los ventiladores, pues prácticamente no actúa si no tiene uno delante, y para su capa con luces: la gente enloqueció con esta tontería. La artista recogió un objeto tirado por un “fan” que casi se la lleva por delante, tras lo cual ni se inmutó: “No me quiero ir, así que me quedo”, dijo cual Cristina Cifuentes antes de interpretar un par de temas más. Aunque es verdad que la gente se fue yendo a MGMT poco a poco, a ella se la veía encantada y prometió volver “tan pronto como le fuera posible”.
La reconciliación es casi absoluta con MGMT gracias a su último disco, a cómo han aceptado incorporar sus hits a su repertorio (al fin conscientes de que han hecho historia) y a su ambicioso set lleno de plantas, motivos de Halloween, más músicos de los que esperabas, visuales psicotrópicos y llenos de humor. Hablando de humor, no se puede pasar por alto que ‘She Works Out too Much’ sonó mientras su cantante Andrew VanWyngarden le daba a una bicicleta estática sobre el escenario, representando la canción. La gente lo había dado todo con ‘Time to Pretend’ y lo daría luego con ‘Me and Michael’ y sobre todo ‘Kids’ seguidas (esta última con el cantante echado en el suelo). La gran pega, la prueba de sonido a todo volumen de Gusgus al lado, un par de temas más rollete hacia la mitad y la enorme cantidad de gente fumando en este espacio cerrado. Se abrió la veda del tabaco en este concierto y ya no se volvió a cerrar: el BEC se convirtió entonces en un recinto solo apto para fumadores.
Jon Hopkins comenzó titubeante en unos instantes que por lo que luego vimos a Four Tet parecía una pequeñísima prueba de sonido. Lo cierto es que el verdadero principio fue avasallador con las canciones que abren ‘Singularity’, uno de los discos del año, si no el álbum del año. Proyecciones en azul, del manga al mundo mágico y cósmico en general, para unos temazos que despuntaban mismamente respecto a lo que sonó en su “live” después, mostrando que esta puede ser una gran cumbre en su carrera. Luego hubo de todo, momentos más acertados y menos, entre estos, dos bailarinas cargadas de luces algo horteras, pero lo logrado en los instantes de comunión fue, sí, “singular”. Un gran show tras lo cual la sesión de techno de Four Tet sonó algo descafeinada y predecible.
La tarde del sábado había arrancado con Rolling Blackouts Coastal Fever, que se han hecho un hueco esta temporada practicando un pop de guitarras en desuso. La banda presentó un sonido cristalino, ofreciendo un show muy entretenido, sobre todo en su primera mitad, en el que no faltó su hit ‘Talking Straight’ ni otros temas que introdujeron de su nuevo disco, como ‘Exclusive Grave’ o ‘Mainland’. A destacar los bailes que se pegó el bajista en el centro del escenario, un tirillas a una gorra pegado que no dejó de darlo todo, a lo suyo, durante la casi hora de set. Por su parte, Unknown Mortal Orchestra alternaron momentos rockeros, como esa escapada del guitarrista y cantante fugado pegándose una carrera entre el público nada más salir, con otros más psicodélicos e incluso soul y disco (la canción final tuvo un bajo un poquito ‘Heart of Glass’). Ruban Nielson mostró sus maneras tirándose al suelo ofreciendo una imagen de grupo menos seria o aburrida de lo que pueda parecer. Lo mejor, el momento jazz de uno de sus miembros al saxo. Parecíamos estar de repente en la primera temporada de ‘Twin Peaks’.