Es lógico que algunos artistas ya consolidados (Lady Gaga) o en proceso (Cardi B) se sientan seducidos por la idea de asentarse -aunque sea por un tiempo- con una residencia en Las Vegas. Al margen de la rentabilidad que supone tanto para el artista como para el recinto que acoge su espectáculo, el formato fijo de Las Vegas permite al artista compaginar su profesión con su vida personal de manera más cómoda, especialmente si esa artista es madre o padre como es el caso de Cardi B, Britney Spears, Jennifer Lopez, Ricky Martin, Backstreet Boys o Mariah Carey. Además, este formato de concierto fijo permite espectáculos mucho más complejos, elaborados e immersivos, como vimos en el espectáculo de Cher hace un par de años y promete la misma “experiencia” de Christina Aguilera, que ya no hay que trasladar de un país a otro, con todo el gasto económico, logístico y energético que ello conlleva.
Sin embargo, no todo el mundo sale ganando con las residencias en Las Vegas, en concreto el público. Bruno Mars y Cardi B (y puede que Drake), esto es, artistas que están muy lejos de haber llegado a las cimas de sus carreras comerciales, han hecho o harán residencias en Las Vegas, lo cual está muy bien pues al fin y al cabo siguen ofreciendo conciertos alrededor del mundo ya sea en recintos grandes o en festivales. Sin embargo, ya va a ser muy difícil ver por Europa a Christina Aguilera o a Jennifer Lopez, y aunque Britney hizo una mini gira mundial el año pasado con ‘Piece of Me’, la mayoría de países que sí la pudieron ver años atrás se quedaron, para parafrasear a Zahara, con las ganas. Y Mariah Carey, cuyo mercado principal sigue siendo Estados Unidos, si ha venido a Europa en los últimos meses es para presentar su show navideño. Mientras, Backstreet Boys siguen colgando “sold-outs” en España, pero es que ya se sabe que la nostalgia es un mercado en sí mismo.
Pero el problema mayor parece económico. Observando cifras oficiales, la mayoría de turistas no estadounidenses que visitó Las Vegas en 2018 procedía también de Norteamérica, en concreto de Canadá y México, además de Australia, Reino Unido y China. España es el 15º país que más turistas exportó a Las Vegas el año pasado, en torno a los 40.000. ¿Cuántas de estas personas son realmente fans de los artistas que actúan en la ciudad? ¿Cuántos fans pueden permitirse pagar un viaje de ida y vuelta a Las Vegas, además de la entrada a uno de estos conciertos, que suele ser bastante cara dado el formato? Así, la sensación que da una residencia en Las Vegas es de exclusividad y de cierto elitismo: aunque es cierto que pueden extenderse por varios meses o años, otras muchas personas pueden tardar ese mismo tiempo en ahorrar el suficiente dinero para permitirse ir a Las Vegas y asistir a uno de sus shows.
Así, parece que la única solución para este problema lo tiene el streaming. Si recientemente Taylor Swift ha subido su ‘reputation Tour’ a Netflix, ¿qué está impidiendo que artistas que ya han acabado sus residencias como Britney o Mariah; que la están presentando en la actualidad como Lady Gaga, o que la presentarán en el futuro como Christina hagan lo mismo? ¿No están estos espectáculos hechos para verlos en pantalla? La respuesta a estas preguntas puede ser la posible presencia de un contrato de exclusividad de Las Vegas con todos estos artistas, pero si nos hemos cansado de ver en las secciones de discos de un centro comercial DVDs de conciertos en Las Vegas de Shania Twain o Céline Dion, no veo por qué el formato no podría adaptarse a los nuevos tiempos y permitir que, ahora sí, todo el mundo pueda disfrutar de estos conciertos tan currados desde la comodidad de sus casas.