¿Cómo demonios se las apañan año tras año para triunfar con un formato semanal que se esfuerza con tesón para ser cada día más largo que ‘Ben-Hur’? En su séptima edición, Eva González ha abandonado el programa por ‘La Voz’, y los guionistas se la han devuelto apostando precisamente por un formato parecido a ‘La Voz’, en el que cada juez forma un equipo de 5 concursantes y además presentan. No se echó nada de menos a González, pues esta carecía de malicia o picardía, y estas son justo las cualidades que sostuvieron el programa de anoche. Las declaraciones de los jueces sobre su marcha están siendo amigables pero algo humillantes, en la onda de que «nadie la va a echar de menos» con la excusa de que el «Masterchef original no tenía presentador»; pero lo que nos importa es que todo el sueldo de Eva parece haberse destinado a localizar un cásting, cuanto más friqui mejor.
‘Masterchef’ llevaba tiempo coqueteando con la sal de los formatos de Cuatro tipo ‘Quién quiere casarse con mi hijo’ o ‘Granjero busca esposa’. Anoche se acercó a ellos un poquito más. ¿Que aparecía un farmacéutico como aspirante? Le plantaban la sintonía de ‘Farmacia de guardia’. ¿Que damos con una vasca nudista convertida al islamismo, cambiando los piercings por el velo? Démosle una oportunidad de inmediato. No lograron que esta entrara. Y hubo un poco de paripé en el cásting, dando protagonismo a gente que visiblemente no tenía ni idea de cocinar. A destacar el caso de los gemelos modelos de Palomo Spain -uno gay, el otro hetero, como se encargaron de contar ellos mismos sin que nadie se lo preguntara-, con quienes nos echamos una risas enseguida, pero cuyos arroces apetecía tanto comer como el vestido de carne de Lady Gaga crudo y un día después de refrigerado.
Sin embargo, el programa sí logró introducir a varios personajes que prometen: han desenterrado del anonimato a una diseñadora de lápidas que puede hacer más por la desmitificación de la muerte que una temporada entera de ‘Six Feet Under’; a una empleada del hogar llamada Gloria que cuando llora recuerda a María Barranco hablando de terrorismo chiíta; a una Aitana con una diarrea verbal casi incompatible con su trabajo en el mundillo de los recursos humanos (¿de verdad dejará hablar a alguien en las entrevistas de trabajo?); y muy especialmente Valentín, un votante gay de Ciudadanos más obsesionado con la unidad de España que la canción de Novedades Carminha.
Valentín es lo suficientemente fan de Federico Jiménez Losantos como para tener un hilo de WhatsApps con sus amigas llamado «Las Federicas», y lo suficientemente enteradillo como para ponerse a entonar ‘Cayetano’ de Carolina Durante delante de toda la audiencia, jugando sin duda con su doble sentido. Se puso a llorar a la primera de cambio cuando todos sabíamos que no se iba y su profesión oficial es la que yo más anhelo en esta vida: «emprendedor». Promete. Sumando al guaperas y eficiente Aleix, las grandes cualidades imitativas de Osiris, al bonachón septuagenario de Josecho, la simpatía de Teresa (con lo de «yo no soy como Miri, yo soy más de queso y vino» se acercó un poco al humor de Azcona); la insurgente Laly, amiga de José Bono e incapaz de hacer el menor caso a nadie; o el drama tras los tatuajes de Carmen, cualquiera abandona esto…