Cuando salió ‘El sonido efervescente de La Casa Azul‘ (2000) algunos pensamos que sería la obra cumbre de Guille Milkyway. Podían ser solo 20 minutos de música -de hecho algo menos- pero no había manera de pasar pista alguna por muchas ganas que tuvieras de que llegara la última, la mejor, ‘Cerca de Shibuya’. ‘Tan simple como el amor’ (2003) llegó para demostrar que el formato largo le sentaba fenomenal, ‘La revolución sexual’ (2007) representó su mayor momento de popularidad (al menos hasta OT), ‘La polinesia meridional’ (2011) contenía algunos de sus momentos más inspirados y ‘La gran esfera‘ es la prueba de que el discurso de La Casa Azul puede renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos sin perder la esencia del proyecto. Fotos: David Left.
Aunque ‘ATARAXIA’ o ‘Nadie nunca pudo volar’, con un par de trucos adaptados de la música urbana, presenten novedades, La Casa Azul ni se avergüenza ni se arrepiente de su primera etapa, ni parece darle ninguna pereza enfrentarse a ella. Su concierto de presentación de ‘La gran esfera’ se alargó durante más de 2 horas, pero es que además, a diferencia de lo que sucede con sus colegas de Fangoria, él te incluye temas de toda su trayectoria. Comienza, como está mandado, con temas nuevos, en concreto con ‘El momento’ y ‘El final del amor eterno’, pero enseguida aparecen por ejemplo ‘No más Myolastán’ y ‘Chicos malos’ provocando el delirio de las más de 1.000 personas abarrotando el Ochoymedio. Y así todo el rato. Ni siquiera renuncia a ‘Hoy me has dicho hola por primera vez’ o ‘Me gustas’, que continúan apareciendo a modo de folladísimo popurrí; ni a ‘Galletas’ o ‘El momento más feliz’. Pero es que cuando crees que ‘Todas tus amigas’, seguida de ‘Podría ser peor’ -ya cantada como lo que es, uno de sus mayores éxitos-, a su vez seguida de ‘Los chicos hoy saltarán a la pista’, serán la cumbre del concierto, resulta que para nada. Todavía quedan ‘Superguay’ seguida de ‘Cerca de Shibuya’. Y ‘Chicle cosmos’. Y ‘La revolución sexual’. Y el cierre, mítico, a piano, con ‘Como un fan’.
Hubo, además, momentos visuales muy potentes y por otro lado emocionantes. El show se abre con Guille en las pantallas entonando ‘El momento’ para ir invitando al respetable a cantar. Las proyecciones se suceden adaptándose a su etapa más naíf y a la más robótica. La Casa Azul ahora es una banda de 5 miembros visibles, en varias alturas, todos ellos portando idénticos cascos no demasiado Daft Punk. Especialmente entretenidas son las nuevas incorporaciones visuales en ‘Esta noche solo cantan para mí’: ahora aparecen proyectadas también Lana del Rey, Billie Eilish o Lauren de Chvrches. Y precioso resulta el momento en que canta ‘Yo también’ a piano o critica «la depredación de la industria musical» elogiando a Luis y Montse de su sello Elefant porque «después de 20 años siguen haciendo las cosas igual». Les dedica ‘Una cosa o dos’ a piano, ese precedente de ‘New Rules’.
¿Hubo energía para afrontar todo esto, durante tanto tiempo? Siempre se echa de menos alguna canción (¿requiem por ‘La polinesia meridional’?), pero ‘La gran esfera’ en el último tramo ya resultó algo agotadora, pues en las nuevas canciones, al no contar con tanta participación popular, se veían un poco más las costuras. Digamos que si tu show va a extenderse hasta las 29 canciones y los 130 minutos tienes que dar al público la perfección técnica absoluta o casi para que nunca resulte pesado. Los graves habían lastrado un poco la excelente ‘Hasta perder el control’ y la voz de Guille no sonaba tan clara como debía. Entre canción y canción era muy difícil entenderle. A duras penas intuí que explicaba que ‘Siempre brilla el sol’ era una de sus canciones favoritas y de su músico «Paco Star» (LOL). Del resto solo comprendí que bromeaba sobre no hacerse demasiado pesado hablando. «¡Habla, habla!», coreó su público enseguida, de lo que deduje que desde el foso sí había de comprenderse lo que decía.
La Casa Azul lleva un show espectacular, casi demasiado para 1.000 personas, idóneo para festivales y recintos ya hace rato algo más grandes. Es significativo que los dos trompetistas estuvieran escondidos aportando matices en pistas como ‘Sucumbir’ en… ¡la cabina de dj’s! Pero es que el pasillo hacia el camerino era un amontonamiento de cajas y más cajas de instrumentos y equipo técnico que parecían haber entrado en la sala como un elefante en una cacharrería. Desde el Ochoymedio nos indican que la idea era hacer el show en La Riviera pero que finalmente no ha podido ser por un cambio de fechas. Tiene todo el sentido y es una explicación muy necesaria para comprender por qué el show no fue perfecto. Pero lo será, suponemos, en breve. Al fin y al cabo estamos hablando de una persona que ha pasado 8 años preparando este disco. 7,5.