Televisión

Por qué la 2ª temporada de ‘Fleabag’ es aun una de las mejores (tragi)comedias de la televisión

En apenas cuatro años, la actriz y guionista Phoebe Waller-Bridge ha pasado de hacer teatro callejero en el Fringe de Edimburgo a crear dos de las series británicas más aplaudidas de los últimos años, ‘Fleabag’ y ‘Killing Eve’, ganar un Bafta por la primera y ser nominada en los Emmy por la segunda, poner voz al droide L3-37 en ‘Han Solo: una historia de Star Wars’, escribir el guión de la nueva de James Bond, ‘Bond 25’, ser fichada por HBO para crear una nueva serie, ‘Run’, y hasta echarse novio famoso, Martin McDonagh, el director de ‘Tres anuncios en las afueras’.

Todo comenzó con ‘Fleabag’, un monólogo teatral que Waller-Bridge escribió, interpretó y luego adaptó en formato miniserie para Two Brothers Pictures, la productora de ‘The Missing’. La serie se emitió con éxito en la BBC en 2016. Pero no fue hasta meses más tarde, tras la decisión de Amazon de distribuirla internacionalmente, cuando todos los ojos se volvieron hacia su creadora. ¿Quién era esa treintañera capaz de empezar una serie hablando sobre el tamaño de su ano y terminarla caminado por la calle bañada en lágrimas como si estuviera en una película de Kieślowski?

‘Fleabag’ destacó fundamentalmente por dos aspectos. El primero: su arriesgadísima mezcla de comedia y tragedia. En apenas veinte minutos, Waller-Bridge era capaz de combinar de manera milagrosamente armónica el humor más ácido e irreverente con el dramón más sentimental y existencial. La protagonista igual se tira un pedo en un ascensor o se masturba viendo un discurso de Obama, que reflexiona sobre su existencia mientras se abre las carnes en plena catarsis emocional. El segundo: la ruptura de la cuarta pared como recurso cómico. El personaje de Fleabag se dirige constantemente al espectador tratándole como un cómplice invisible. Nos lanza comentarios irónicos, comenta las situaciones que está viviendo, o verbaliza sus pensamientos más ocultos.

Estas dos señas de identidad siguen presentes en la segunda temporada de la serie (en Amazon desde el 17 de mayo). Aunque en esta ocasión, Waller-Bridge amplía su campo de batalla. Entre potentes gags visuales y agudos lamentos existenciales, la creadora desliza una divertida y melancólica trama romántica que sorprende por su carácter extemporáneo: ¿quién en 2019 se plantea escribir un romance entre una mujer y un cura católico a lo ‘El pájaro espino’? Ella. Y funciona.

En cuanto a la ruptura de la cuarta pared, Waller-Bridge lo lleva aun más allá. A través de la fina pirueta narrativa que aparece en el capítulo tres, le da un giro irónico a ese recurso y estira su carga semántica. Por un lado, le suma matices cómicos (el momento del “descubrimiento” es uno de los grandes gags de la serie) y, por otro, le añade una sugestiva dimensión dramática: ¿se podrían interpretar esos gestos y comentarios al espectador como una patología asociada a la crisis existencial de la protagonista, el equivalente al “amigo invisible” de un niño?

Además, como muestra el auge de esta actriz/guionista, la segunda temporada incorpora nuevos personajes interpretados por rostros muy conocidos de la ficción británica: Andrew Scott (‘Sherlock’), Fiona Shaw (‘Killing Eve’) o Kristin Scott Thomas. Sin olvidar la presencia de la oscarizada Olivia Colman, que repite como insufrible madrastra.

Si te gustó la primera, no te la pierdas. Si te resultó algo cargante, dale otra oportunidad. La escritura de Waller-Bridge se ha hecho más sofisticada, tanto en lo cómico como en lo dramático, y su presencia mucho más atractiva. ¿No recuerda cada vez más a las actrices de la screwball comedy de los años treinta? ¿O será el pelo, que como ella misma dice, “lo es todo”? 8.

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Publicado por
Joric