Ese es el punto de partida de ‘El cielo puede esperar’ que, si bien no es un formato de entrevistas como tal, sí traza un perfil íntimo del protagonista con él de cuerpo presente… figurada y literalmente, ambas. En el primer episodio estrenado anoche de este formato ideado por LACO Productora y producido por Movistar+, Leiva se prestaba a presenciar su fingido sepelio, en el que su familia y amigos de fuera –Raúl Cimas, los deportistas Álex Mumbrú, Juanfran y Segio Llull, además de algún anónimo– y dentro del ámbito musical –desde Dani Martín a Sabina, pasando por Iván Ferreiro, los Sidonie, Xoel López, Santi Balmes de LoL, su ex-compañero en Pereza, Rubén Pozo, o su hermano carnal, Juancho de Sidecars– acudían al plató a darle el último adiós. Todos tranquilos, no se ha muerto Leiva, sino que escenifican una ceremonia en la que el falso finado, sentado en un limbo junto a Marcelo (funcionario post-mortem interpretado por el actor Emilio Gavira), presencia lo que todos tienen que decir sobre él en su virtual último adiós.
La sospecha de que esta desconcertante y agorera sinopsis podría esconder un excesivo mamoneo para con el protagonista, vuela de un plumazo cuando uno descubre dos cosas. Primero, que el objetivo no es tanto alabarle sin medida como mostrar sus claroscuros, sus talentos pero también sus flaquezas más vergonzantes, con no demasiados filtros. Y segundo, cuando se descubre que el tratamiento es, sobre todo, de un humor negro y socarrón que se lleva por delante el ego del artista y, de paso, el de muchos de los asistentes al sepelio. Ya de entrada, el gag inicial que muestra la figurada muerte de Leiva es bastante tronchante, con el propio autor de ‘Nuclear
’ riéndose de su estereotipo estético.El humor, mucho más que la sensiblería (aunque hubo de todo, lógicamente), es el co-protagonista en toda la hora de duración del programa, con las intervenciones de los distintos invitados, tanto en la parte guionizada como en los discursos personales de cada uno de los que intervienen –el monólogo de Raúl Cimas fue lo mejor, pero Iván Ferreiro y Rubén Pozo estuvieron también estupendos–. O en el mismo montaje, que es capaz de reírse hasta del propio guión cuando, claramente, las bromas del maestro de ceremonia, Dani Piqueras, no tenían la gracia que se les suponía. La perversión de esto está en que Leiva ve todo esto desde una pantalla, sin posibilidad de réplica directa, aunque sí ratificando o negando a Marcelo las peripecias y gansadas que se contaban de él, muerto de risa las más veces. Y así, a través de la gente que le conoce y de él mismo, ‘El cielo puede esperar’ traza un perfil íntimo del muerto que resulta (al menos en apariencia) tan certero o más que el que nos daría una interlocución con el artista.
Además, el programa (no sabemos si sólo en este caso, o en todos) está hábilmente salpicado con momentos musicales bastante llamativos que dinamizan y aportan emoción: primero, Joaquín Sabina, interpretó acodado en sus inseparables Pancho Varona y Antonio García de Diego la canción favorita de Leiva de todo su repertorio, ‘Tan joven y tan viejo’. Y, como traca final, los numerosos músicos que asistían al sepelio (incluida la banda de directo de Leiva, Ariel Rot y Carlos Tarque de M-Clan, entre otros muchos) se unían en una improvisada big band que interpretaba coralmente ‘With a Little Help from My Friends’ a modo de emotiva despedida. Al final, Marcelo se apiada de Leiva y, tras dejarle despedirse de sus allegados, le da una segunda oportunidad, pudiendo regresar a la Tierra, entrar en plató y agradecer (o no) los parabienes (o no). Veremos si en futuros programas nombres como Ana Belén, Javier Sardá, Arturo Valls, Antonio Resines y Patricia Conde dan tanto juego y mantienen el buen nivel de este primer episodio o se trata sólo de un hábil gancho. 7,8.