Y, en todo caso, aunque sea la primera vez que la escuchas, te bastará para comprender su éxito. Está protagonizada por la singular voz de Toni Watson, caracterizada por un tono apitufado y un deje ragga, que la conecta con el color vocal de una de sus compatriotas más célebres, Sia. En cuanto a la canción, es tan sencilla como eficaz: una intro de piano con su voz sobre una batería hip hop, allanan el camino a su irresistible gancho, que primero es lanzado de forma sutil sobre un bajo funky, y que luego es repetido una y otra vez de manera más expansiva. El tema acumula en unos meses la friolera de 214 millones de streamings sólo en Spotify, mientras que su vídeo supera los 40 millones de visitas. Y es que es el típico que puede llegar a ti de manera viral, al buscar una (teórica) vis cómica: Tones hace el papel de un entrañable abuelito que va revelándose como todo un canalla fiestero a medida que avanza.
Lo cierto es que el éxito de Tones and I ha sido tan rápido como sorprendente: hace poco más de un año, Watson se trasladaba de su Mornington natal a Melbourne, donde probó suerte como cantante callejera. Pronto congregaba multitudes a su alrededor, y tras ganar un concurso de cantantes callejeros, Sony Australia la fichó rápidamente. El pasado marzo debutaba con ‘Johnny Run Away’, single precedente a ‘Dance Monkey’ que también llegó al número 1 en su país. Ambas canciones se contienen en el EP ‘The Kids Are Coming‘, un disco producido por Konstantin Kersting (Mallrat) que abunda en ese pop que equilibra contemporaneidad y atemporalidad. Aunque, escuchándolo, no queda claro que Tones and I pueda ser algo más que una one-hit wonder. Por suerte, el reciente vídeo del tema que da nombre a su disco la aleja de ser una nueva PSY, como podía llevar a pensar su actual mega-hit: como indica su título, se trata de una advertencia a las generaciones posteriores de que la Generación Z, comprometida con la emergencia climática, el feminismo, los derechos LGTBI y el bienestar animal avanza imparable.