“Lo peor de tener una enfermedad mental es que la gente espera que te comportes como si no la tuvieras” escribe en su diario Arthur Fleck. ¿Que quién es Arthur Fleck? Pues eso es precisamente lo que cuenta ‘Joker’ (entre otras cosas), y la manera en que quieren conseguir que este Joker tenga entidad propia y no nos haga recordar a Heath Ledger y Jack Nicholson –a Jared Leto como que no hace falta–. A Warner la jugada no es que le haya ha salido “bien”, sino mucho mejor de lo que probablemente esperaban: a las magníficas críticas y el León de Oro en Venecia hay que sumarle que, con unos 50 millones de presupuesto (migajas para ellos), va a ser sí o sí un taquillazo. Pero no todo es perfecto: la controversia que rodea a la película es tremenda, y se va a multiplicar por cien cuando se estrene. Hay quien la acusa de ser una apología incel (por si no sabéis quiénes son los incels, aquí un resumen), hay quienes ven un “superhéroe de izquierdas” (esto sigo sin entenderlo, como no sea la nazbol…) y hay quienes ven algo vacío, sin un discurso detrás, sea cual sea, que sujete la película. Yo estoy un poco más con esto, pero no lo veo necesariamente como algo malo: Joker no es “el villano de la anarquía” (vais a levantar de la tumba a Bakunin), pero sí el villano del caos y de la rabia.
Pero lo que está calando más es la primera interpretación, a la cual no ayudan nada las últimas declaraciones de Todd Phillips sobre lo “políticamente incorrecto” y lo imposible que es hacer comedias irreverentes hoy en día (ponte a ver ‘Fleabag’, Todd, que igual aprendes un par de cosas). Esa interpretación, junto con la vocación mainstream del film -no estamos ante Lars von Trier, como bien me decía un colega-, ha provocado que mucha gente se haga la pregunta con la que titulo este artículo. Pero decir que es “la película más peligrosa de los últimos años” implica que existen películas peligrosas. Y lo que me parece realmente peligroso es hacer esa afirmación (¿quién decide qué representación artística es “peligrosa” y en base a qué?). La tesis de este artículo de The Guardian me parece de las más interesantes que he leído al respecto (básicamente: si una ficción como ‘Joker’ tiene potencial para ser peligrosa, es porque nuestro mundo es peligroso de cojones), y también entiendo los temores de ese sector de público, especialmente los paralelismos que ven con la subcultura incel. El ejemplo más claro es el tratamiento que tienen los personajes femeninos en la película: tanto la madre (magistral Frances Conroy, como siempre) como el interés amoroso interpretado por Zazie Beetz pueden encuadrarse dentro del binomio santa/puta. La cosa es que esto tiene sentido dentro del retrato del propio Arthur… lo que nos lleva al principal punto de debate alrededor del film: ¿estamos ante el estudio psicólogico de un personaje o ante su glorificación?
En cualquier caso, la excepción a esos personajes femeninos la encontramos precisamente fuera del círculo más cercano a Arthur: la psicóloga, que representa, junto al administrativo del psiquiátrico, a esos currantes que al final son meros engranajes de un sistema perverso. Un sistema que está hecho para que los que se sienten payasos sigan siendo payasos, en la línea de lo que dice cierto candidato a alcalde de Gotham. La psicóloga llega a verbalizarlo con ese “no les importas una mierda tú, ni les importo una mierda yo”, haciendo una equivalencia entre ambos que sí sería un mensaje de lucha de clases, y no la rabieta infantil de los incels. Pero, evidentemente, esa equivalencia no llega a Arthur. Porque, a esas alturas de la historia, Arthur ya no es Arthur. Su viaje hacia la absoluta locura está interpretado de forma brillante por Joaquin Phoenix; a pesar de la línea tan fina que separa a muchas escenas del ridículo, y que en manos de otros lo hubieran sido, Phoenix consigue caminar por la cuerda entre dos rascacielos. Ahora bien, ¿los horrores que hace Joker los hace porque está loco? ¿Estar loco significa ser un psicópata? ¿Y todos los psicópatas van por ahí matando gente? Obviamente la respuesta a las tres preguntas es “no”, pero, de nuevo, entiendo las críticas a la forma en que la película trata la salud mental porque ‘Joker’ no deja nada claro en este aspecto. Y llega un punto en que no sabes si eso es a propósito, o si simplemente Todd Phillips tiene un p(incel) de brocha gorda.
Una brocha gorda que se ve en múltiples ocasiones, claramente en el tratamiento que tiene todo el tema de la revolución, recordando ahí, para mal, a las últimas temporadas de ‘Mr. Robot’. Esto es un aspecto que lastra ‘Joker’ y que demuestra que Phillips no es Scorsese (¡sorpresa!) ni esto es ‘Taxi Driver 2019’ como algunos se han apresurado a decir. La brocha gorda también potencia el hecho de que la película tenga múltiples interpretaciones, y nos devuelve a esa pregunta que nos hacíamos antes: ¿retrato fiel del personaje o glorificación? La estilización de la violencia y el tratamiento como “héroe” de Arthur han sido negados por Warner –respondiendo a quienes temen un atentado en salas similar al de los Cines Aurora–. Pero es cierto que ‘Joker’ parece retratar a su protagonista como héroe, quizás por la brocha gorda, quizás porque es la intención, quizás un poco de ambas. Sea como sea, recordemos que estamos ante una obra de ficción: tu personaje puede tener tratamiento de héroe, dependiendo de lo que quieres contar, y aún así tú, como autor, considerarle una persona despreciable. En este sentido, es llamativo que, en el momento donde quizás más se estiliza y encumbra al personaje, el tema que suena es ‘Rock n Roll Part 2’ de Gary Glitter. ¿Por qué es llamativo? Porque el uso de la canción, durante décadas un himno para celebrar victorias, cayó en picado hace años, a la vez que la figura del propio Glitter… el otrora exitoso cantante ahora cumple condena por abusos sexuales a niños y posesión de pornografía infantil.
‘Joker’ es absolutamente recomendable, y lo es no solo por su calidad como película (a pesar de sus tropiezos), sino por todo lo que significa. Por todas las cosas que puede significar, por todas las reacciones que va a despertar y por todo lo que es capaz de representar, sea o no intencionado. Y, por supuesto, por el duelo interpretativo entre Joaquin Phoenix y Robert de Niro, que nos da una de las mejores secuencias del 2019. Es una cinta que hay que ver, aunque luego te encante o te horrorice. Pero también avisamos: se ve venir de lejos que es esa película con la que sus mayores defensores, o parte de ellos (“not all men”) va a ser insufrible. Y vais a escuchar eso de “si no te gusta, es que no la has entendido”. Aunque les reconozco que aquí tiene sentido. You wouldn’t get it. 8’3.