‘Per la bona gent’ es un disco difícil; difícil para de ser de Manel, se entiende. Del folk hay que olvidarse. Hace mucho que el cuarteto se adentró en territorios cada vez más vastos. Este nuevo álbum es la continuación de ‘Jo Competeixo’, no en vano, han vuelto a contar con Jake Aron en la producción y han avanzando en la misma dirección, pero retorciendo áun más las canciones. En su búsqueda de la expresión son capaces de de sacrificar la voz y las letras de Guillem Gisbert, sus mayores señas de identidad. La voz es distorsionada (¡Manel usando el autotune!), incluso machacada, lo que hace que, muchas veces lo que canta Gisbert resulte ininteligible. Unas letras que abandonan el costumbrismo y se amplían a través de un imaginario mucho más impreciso, a veces terrorífico, otras casi demente. Y, aunque hacen gala de un cancionero cada vez más esquinado, no les duelen prendas en dejar muy patentes sus influencias, ya sea todos aquellos que aparecen vía sample (la Bonet, Els Pets, etc), colaboración (Sisa) u homenaje (Serrat), o el pop refinado y sintético de los 80 o el hortera de Stock, Aitken & Waterman. Hasta hay atisbos de Vampire Weekend. Pero da igual que todo esté bien visible, porque, una vez más, todo suena a Manel. Y, en cada nueva escucha, descubres algún detalle o caes en algún pequeño homenaje.
El inicio, por eso, no depara demasiadas sorpresas. ‘Canvi de paradigma’ no resulta muy idem. Melódicamente es muy Manel, y su letra de aire costumbrista está en la pura tradición del grupo. Ya hay varias pistas, sin embargo, que señalan el camino; efectos, predominio de sonidos sintéticos, abrupta descarga épica… Incluso recuerdos a ‘La tieta’ de Serrat (“ i fan bonic les flors amb negres draps penjant” ). El viraje llega, brusco, en precisamente, ‘La Bona gent’, con la irrupción de la voz de Maria del Mar Bonet, cuyos versos de ‘Alenar’ suenan furibundos en este contexto. El sample (y todos los samples de este disco, en general) queda algo raro, demasiado evidente. Pero, a la vez, eso le otorga un encanto especial. La canción no es fácil de abarcar en toda su enormidad. Sus cargas de profundidad pueden pasar desapercibidas: “Encara no he dit si la joia/dels altres em porta només alegria/o em fa brollar dins un verí, una metzina, una forma subtil de dolor”, brama Guillem. Todo un andamiaje para armar una reflexión sobre la pretensión de bondad y su fracaso.
A continuación, llega el tour de force del disco, ‘Formigues’, tercer corte y el tema que puede resultar más irritante. La voz deformadísima de Guillem recitando unos versos de Mossèn Cinto Verdaguer abren la tonada. Tras esos segundos de desazón, su ruptura casi industrial es muy gozosa, hasta acabar convirtiéndose en otro oasis de pop sintético ochentero que relata una epopeya de venganza animalista realmente inquietante. Aunque sospecho que sin tanto alarde molaría aun más. Resulta curioso que, en comparación, las canciones más convencionales puedan parecer que se van diluyendo un poco, como le sucede a la ligera y optimista (al menos en lo melódico), ‘Aquí tens el meu braç’. Pero esta percepción corre a desmentirla ‘L’Adela i el marge’, la gran tapada del disco, una pieza breve y hermosísima, próxima a Paul Simon, que se agiganta a cada escucha con su delicadeza.
La tercera cima del disco es ‘Amb un ram de clamídies’, Un título feo para un tema irresistible que bascula entre el Battiato de ‘La voce del padrone’, el italo disco romantico y la sabia recuperación de ‘Ràdio Capvespre’, olvidada delicatessen de Maria Cinta; un rescate que aparece lo justo para elevar la emoción de technopop desatado de su estribillo. Y, como bien me ha señalado otro amigo, incluye ¡su primer solo de guiatrara’. Tras ‘Amb un ram de clamídies’, encontrarse con ‘Les restes’ y ‘Tubs de ventilació’ supone una pequeña bajona, ya que son bastante menos arriesgadas, aunque la segunda es muy animada con ese tan chunda chunda y su humor de fiesta mayor. Pero no es tan divertida, fresca y molona como la pieza más pegadiza de todo el disco, que es ‘Boy Band’. Probablemente, la composición más “cheesy” jamás perpetrada por los Manel. Y en que Guillem se sale cantando en modo achulado, y en que se permiten repescar esos “Boy!” con que comenzaba ‘Boys’ de Sabrina. Estupendísima.
El cierre es un tanto extraño y hace evidente el mayor lastre del disco, una secuenciación un tanto extraña y deslavazada (no puedes evitar pensar que los temas no están ordenados de la manera más óptima). Porque tras ‘Boy Band’ salta ‘Les estrelles’, sentidísima versión de la balada de Janis Ian/Nina Simone. Al fin y al cabo, todos sabemos que Nina Simone no hacía versiones, sino que se apropiaba de las canciones, como bien nos recuerda Gisbert: “La Janis Ian ho va explicar molt bé/La Nina Simone ho va fer millor encara”. Y de aquí se salta a la charanga capitaneada por Sisa, a quien otorgan el honor de cerrar el disco con la rumba ‘El vell music’, que encierra un homenaje a Gato Pérez y que tocará la fibra a los fans del genio del Poble Sec.
‘Per la bona gent’ es un disco extraño. No es que sea un monumento a la inaccesbilidad, pero puede resultar complicado de entrada. “No te gusta porque eres fan de Manel” me espetó la amiga ex detractora de la banda que comentaba al principio. Sí que me ha gustado, aunque fácil no nos lo han puesto. Manel han parido un disco exigente. Porque pueden.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Per la bona gent’, ‘Amb un ram de clamídies’, ‘L’Adela i el marge’, ‘Boy Band’
Te gustará si te gusta: El Franco Battiato de los 80, Vampire Weekend, Sisa, Antònia Font.
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