En este 2019 se han cumplido 40 años de la publicación de su single debut, ‘Electricity’, con el que OMD iniciaron una carrera que, si bien les ha llevado a saborear de manera un tanto caprichosa tanto la gloria como el semi-olvido, es claramente fundamental para entender la música pop (así, en términos absolutos) de nuestra era. Hay incluso quien aseveró que, si Kraftwerk eran una suerte de Elvis Presley de la electrónica, Orchestral Manoeuvres In The Dark eran algo así como The Beatles, con Humphreys y McCluskey como sus Lennon y McCartney.
Tras una pseudo-disolución, la formación original se reunió en 2006 con la intención de reivindicarse y no volver a ser «olvidados» nunca más. De hecho, su nombre se ha visto revitalizado gracias a nuevas obras que han ido de lo digno a lo notable en esta segunda década del siglo XXI. Y hace unos días publicaban una antología para celebrar estas 4 décadas bajo el nombre de ‘Souvenir‘: en ella que recopilan singles, inéditos (incluido uno reciente, ‘Don’t Go‘, lanzado como single), directos y vídeos. Y que, además, presentan en una gira que esta semana recala en Madrid (sábado 19 de octubre, La Riviera, ya agotado) y Barcelona (lunes 21 de octubre, Sala Apolo) –con los interesantes K!ngdom como teloneros–. Por todo ello dedicamos este especial a repasar los avatares de su carrera a través de 5 discos-hito, imprescindibles para entender lo que significan.
Originarios de un pueblo de Wirran, la península próxima a Liverpool, Paul y Andy son amigos desde el colegio. En su adolescencia compartieron su interés por la música y, tras militar juntos en diferentes proyectos de rock, formaron The Id hacia 1977. Este grupo de new wave ya presentaba en sus canciones trazas de synth-pop, si bien diferencias entre sus siete (!) miembros, acabaron con el grupo y decidieron a Humphreys y McCluskey a indagar en su fascinación por la entonces primitiva música electrónica, con Kraftwerk como máximos exponentes. Primero como VCL XI –nombre tomado de una portada de los alemanes, que luego daría lugar a una canción con ese nombre– y luego como Orchestral Manoeuvres In The Dark, el dúo llamó la atención del mítico sello Factory Records, que publicó en 1979 su primera canción, ‘Electricity’, y les llevó a abrir conciertos para Joy Division. Aquel single, con su furioso y memorable riff de sintetizador combinado con ambientes post-punk, es epítome del camino del synth-pop que comenzarían a labrar a partir de entonces. Y sigue sonando irresistible a día de hoy.
Poco después llegaba su primer álbum, homónimo, que básicamente recogía las interpretaciones que hacían de sus canciones en directo, en formato de dúo –con McCluskey al bajo y Humphreys a los teclados– con una serie de pregrabados. En la grabación producida por Mike Howlett (bajista de los héroes del rock progresivo Gong), sin embargo, introdujeron algunas baterías reales que tocaba Malcolm Holmes de The Id, que pasó a convertirse en miembro regular del grupo. A ellos también se sumó Dave Hughes, miembro de otro emergente grupo de synthpop de Wirran, Dalek I Love You. Y así, en formato de cuarteto, grabaron la primera gran obra importante de OMD, ‘Organisation‘. Un disco que quizá no está entre sus obras más celebradas, por momentos algo árida, pero que daba cuenta de que OMD no eran solo un grupo de singles. Gélido y sofocante por momentos, este disco también contenía alma, como mostraba la versión de un viejo éxito de Chris Montez, ‘The More I See You’. En todo caso, este álbum ya forma parte de la historia del pop por la sencilla razón de abrirse con ‘Enola Gay’, uno de los mayores himnos de la música contemporánea.
Tan solo unos meses después de aquel segundo disco, llegaba la que para muchos es la obra cumbre no ya de OMD sino también –junto a ‘Dare’ de Human League y ‘Upstairs at Eric’s’ de Yazoo– del pop sintético: ‘Architecture & Morality‘ –título al parecer sugerido por la propia Martha de Martha and the Muffins–. En este álbum, OMD equilibraban pasajes experimentales –como los de ‘The New Stone Age’ o ‘Sealand’– con la comercialidad de singles como ‘Souvenir‘, ‘Joan of Arc’ y su secuela ‘Maid of Orleans’, que les llevaron tanto a vender millones de copias como a obtener el beneplácito de la crítica. Y no solo eso, sino que su fusión de la electrónica y la emoción comenzó a mostrar que aquella no era una moda estética pasajera, como ahora sabemos. Mención especial para la maravillosa e icónica portada que, como en la mayor parte de sus trabajos, les brindó el célebre Peter Saville.
Tras situarse en la cúspide del nuevo pop británico, OMD decidieron poco menos que pegarse un tiro en el pie –perfectamente novelado en esta imperdible columna de Bob Stanley de Saint Etienne al respecto– con ‘Dazzle Ships‘. El cuarto álbum del grupo en 3 años era un disco más abstracto y oscuro que sus precedentes, inspirado en buena medida en la música concreta de Pierre Schaeffer (una suerte de precedente al sampling, por así decirlo) y con letras políticas que no parecieron interesar demasiado al público. Para este no fueron suficientes canciones luminosas como ‘Genetic Engineering’ o ‘Telegraph’ y sus ventas cayeron en picado en Reino Unido, y se cumplió en parte aquel temprano vaticinio de McCluskey. Sin embargo, está ampliamente consensuado entre la crítica como uno de sus mejores álbumes, un referente para artistas tan dispares como los propios Saint Etienne, Death Cab For Cutie o Mark Ronson. La demoledora vigencia que conserva aún hoy en día no engaña: es una obra maestra, pese a su carácter poco complaciente.
Sin embargo, el deterioro de su popularidad no fue tan voluntario como cabía suponer por sus declaraciones. Y, al año siguiente, ‘Junk Culture‘ no escondía una voluntad de regresar con singles como ‘Locomotion‘ o ‘Tesla Girls‘ al synth-pop más clásico y reconocible. Para su sorpresa, la acogida no fue demasiado buena en su país… pero sí recibió una mejor acogida en Norteamérica. Así que con ‘Crush‘ (1985) se lanzaron de cabeza a por aquel mercado. Y en buena medida lo lograron, ya que ‘So In Love’ –aun hoy en día protagonista en sus conciertos– supuso su primera entrada en el top 40 de Billboard, posiblemente gracias a una producción más dócil, con la inclusión de saxos y estructuras que hasta podrían compararse con el Springsteen de la época.
Pero a la vez su popularidad continuaba en declive en Reino Unido y, tras un poco valorado ‘The Pacific Age‘ (1986), comenzaron a surgir tensiones en el grupo que culminaron en 1988 con la marcha de Humphreys a su propio proyecto, The Listening Pool, atrayendo a él a la mitad del grupo. Así, McCluskey se quedó solo y, lejos de abandonar, continuó enarbolando el nombre de Orchestral Manoeuvres In The Dark. Reclutó para el grupo a los miembros de Raw Unlimited (un grupo de Liverpool entre los que se contaba Stuart Kershaw, aun hoy miembro de la banda) y con ellos compuso y publicó en 1991 ‘Sugar Tax‘ que, lejos de derivar en la decadencia del proyecto, supuso una inusitada resurrección. Gracias, sobre todo, a un buen equilibrio entre la fidelidad a su espíritu clásico –’Pandora’s Box‘, ‘Speed of Light’– y una hábil relectura de sus códigos al sonido de la época en temas como el hit ‘Sailing On The Seven Seas’, ‘Call My Name’ o ‘Then You Turn Away’, no muy alejadas de Pet Shop Boys. Un disco muy completo y ameno, que ni mucho menos terminó con OMD… en aquel momento. En cambio, tras los sucesivos fracasos de ‘Liberator‘ (1993) y ‘Universal‘ (1996) –de esos discos que te hartabas de ver, una y otra vez, en las cubetas de las tiendas de segunda mano–, McCluskey decidió que era momento de dar por cerrado el proyecto.
La verdad es que, de no haber sido por el azar –y porque ni a McCluskey le fue especialmente bien como a productor, ni a Humphreys, que llegó a actuar usando el nombre de su antiguo grupo–, lo cierto es que a día de hoy quizá podríamos aun decir que aquel fue el fin del grupo. Sin embargo, la casualidad quiso que una televisión alemana contactara en 2005 con Andy para intentar que el grupo actuara de nuevo para un programa nostálgico, justo cuando este acababa de divorciarse. Era el momento propicio para pedirle aquello, y este decidió que también lo era para hablar de nuevo con Humphreys y reactivar a OMD. Así, recuperaron la formación clásica del grupo para embarcarse en una gira que celebraba ‘Architecture & Morality’ –fue la que les trajo por el Summercase 2007, festival hoy tristemente recordado por su implicación en la trama Gürtel– junto con los temas más conocidos de su primera época.
Pero aquello no resultaba suficiente para Humphreys y McCluskey, que se pusieron a escribir canciones con el reto de tratar de lanzar un disco a la altura de su leyenda. Y lo lograron en buena medida con ‘History of Modern‘ (2010), y aún más con ‘English Electric‘, su segundo trabajo en esta década. Un disco notable que no solo muestra la atemporalidad de su sonido sino que además está coronado por canciones memorables como ‘Metroland’, Dresden’ o ‘Night Café’, que no desmerecen al lado de sus viejos temas. Aunque más discreto, ‘The Punishment of Luxury‘ (2017) confirmaba que su reunión no ha sido solo pecuniaria, sino también uno de los episodios musicales más felices de esta década. Sobre todo porque OMD nunca más serán «el grupo olvidado».