‘El irlandés’, antes que una película, es un acontecimiento. Desde el papel ya era un homenaje a las películas de mafia que tanto han marcado su filmografía como ‘Uno de los nuestros’ o ‘Casino’. Y no solo suponía la vuelta del director a su tema estrella, sino que también contaba con la reunión de sus actores fetiche: Robert De Niro y Joe Pesci (que llevaba casi diez años alejado de las cámaras); con la nueva incursión de Al Pacino, icono del cine de mafiosos gracias a ‘El padrino’ en su primera colaboración con Scorsese. La película adapta la novela de Charles Brandt ‘I Heard You Paint Houses’, que a su vez de basa en la biografía de Frank Sheeran (Robert De Niro), conocido como El Irlandés, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que trabajó como sicario para organizaciones criminales. El guion está escrito por Steven Zaillian (‘La lista de Schindler’, ‘Gangs of New York’ o ‘Moneyball’).
La ambición del proyecto por ser una película épica “de las que ya no se hacen” está impresa en la película desde su propia duración (tres horas y media) a su arriesgadísima decisión de no cambiar de intérpretes para representar una historia que se desarrolla durante varias décadas, utilizando tecnología para rejuvenecer sus rostros. Y, aunque en un principio ver a Robert De Niro de joven descoloca, lo cierto es que la técnica está bastante bien lograda. Puede parecer una decisión caprichosa, pero en realidad no lo es: ‘El irlandés’ no sería lo mismo sin sus actores, todos espléndidos, ofreciendo un auténtico recital interpretativo. Scorsese lo sabe y comprensiblemente no quería prescindir de ellos en ninguna de las etapas en las que sucede la cinta. La relación entre los personajes está construida de manera en la que incluso hay momentos que parece una “buddy movie” sin olvidarse de la naturaleza cruel del relato.
Es prácticamente imposible decir algo malo de ‘El irlandés’. Es sin lugar a dudas la obra de un maestro. Técnicamente es espectacular. Scorsese dirige con una precisión y un dominio de los espacios y de los tempos narrativos admirables. Lleva años haciéndolo, y en esta ocasión cuenta con un guion muy potente (y denso: lleno de detalles y subtramas sobre la mafia en las que es fácil perderse). Y en el aspecto visual la cuidadísima fotografía de Rodrigo Prieto destaca –tanto en digital como en 35mm- retratando las texturas de ese mundo turbio en el que se mueven sus personajes. Todo resulta épico y clásico. Y eso que la película no escatima en utilizar recursos narrativos postmodernos, generalmente aportando notas de humor (como congelar la imagen cada vez que aparece un nuevo personaje con un texto en el que se nos dice su nombre y la manera en la que murió).
Sin embargo –y esto es algo personal- toda la espectacularidad técnica y habilidades narrativas no se traducen en emoción o interés por lo que Scorsese cuenta. Y él lo hace con una visible pasión. En mi caso, no sentí conectar con nada de lo que veía, más allá de apreciar la evidente calidad de la obra. Ni me caló durante su visionado, ni lo ha hecho posteriormente.
Lo más interesante es la visión crepuscular de su autor expuesta en sus últimos minutos, donde realmente se ve la reflexión que busca y la profundidad de la película. Es todo un acierto la decisión de no aturullar con música, ni voces en off, ni otros de los anteriores recursos usados a lo largo del metraje en este final. Para muchos, esta es una de las obras cumbres de Scorsese. No comparto ese pensamiento pero sí que queda claro que es una película realizada desde la madurez y la sabiduría. Sería ser muy injusto decir que ‘El irlandés’ es una película floja o fallida, o simplemente indicar que “está bien y ya”, pero decir que la he disfrutado sería de ser mentiroso. 7.