Un año más, JENESAISPOP resume lo que para sus redactores y colaboradores ha sido lo mejor de los últimos 12 meses en el ámbito de la cultura pop. Comenzamos con las que para nosotros son las mejores 100 canciones de 2019, un año algo extraño, quizá de transición, que ha destacado por la transversalidad de estilos. En total hemos ponderado casi 600 canciones, la mayor parte de las cuales han pasado por nuestra sección “Canción del Día“ o han sido lo más destacado de nuestros «Discos Recomendados». Quizá de manera un tanto sorprendente, el folk ha vivido este año cierto resurgir gracias a mujeres como Angel Olsen, Weyes Blood, Aldous Harding y, claro, Lana Del Rey. Pero el pop, como decíamos, ha vuelto a ser esta temporada una amalgama de géneros en la que los artistas han manejado con total fluidez rock, rap, funk y soul. Nombres como Tyler, the Creator, James Blake, Vampire Weekend o Cupido, así lo han demostrado, pero sobre todo mujeres, muchas mujeres, como FKA twigs, Charli XCX, Solange, Madonna, Sharon Van Etten, Nilüfer Yanya o Jenny Hval. En cuanto al panorama nacional, el nuevo rap ha vivido una insospechada consolidación comercial con el pelotazo de un artista inpedendiente como Don Patricio o la presencia ya afianzada de Cecilio G. Sin olvidar, claro, los buenos momentos que ha dado el pop rock alternativo de La Bien Querida, León Benavente, Anni B Sweet o Carolina Durante, con la estupenda irrupción de nombres como Monterrosa o Vicente Navarro. Os invitamos a suscribiros a la playlist con las mejores canciones de 2019.
Con ‘Akelarre’, Lola Indigo se consolidaba como la triunfita triunfadora más inesperada. Un debut sólido y lleno de urban pop de gran nivel, capaz de conectar con todo tipo de públicos y que, además, contiene mensajes de empoderamiento femenino. Y, al margen de ‘Mujer bruja’ y ‘Yo ya no quier ná’, en él brillaba ‘Maldición’, otra creación de Yera (también productor del hit de Mimi Doblas con Mala Rodríguez). El miembro del colectivo colombiano Trapical Minds invitaba a otro miembro de su crew, Lalo Ebratt, a poner sandunga a este pelotazo de base contundente y sinuosa melodía, en el que la andaluza enarbola esa figura esquema de mujer orgullosa de sus actos, por reprobables que puedan parecer a los más pacatos, que no se deja mangonear por ningún tipo, muchacho o señoro.
El proyecto de Lucas Bolaño llamaba nuestra atención gracias a canciones como ‘Max y Ellen’, que brillaba rápidamente más allá de su contexto lírico: parte de un arpeggio de guitarra acústica envuelto en un sintetizador agudo y machacón, sobre el que irrumpe la voz de Lucas junto a unas percusiones electrónicas sutiles, que apenas interrumpe su letanía en versos que se funden con su estribillo. Pero, en medio de la canción, irrumpe un bajo atronador y una suntuosa batería real que propulsa el tema a una órbita musical que ocasionalmente comparten La Estrella de David y Animal Collective. El texto se llena de imágenes entrañables como las de ‘Mad Max‘ y ‘Alien‘, conectando con la historia que Lucas nos cuenta aquí, la de una relación que quedó atrás en nuestra vida y que se reaviva inevitablemente con el paso (y peso) inexorable del tiempo y sus consecuencias: la muerte de un padre, por ejemplo, ejerce de resorte para el reencuentro con esa persona, con prácticamente el mismo efecto que un viaje en Delorean.
Pese a que evidentemente la voz de Dolores O’Riordan era lo más característico de Cranberries, también lo fueron sus largas intros instrumentales, como se podía ver perfectamente en ‘Zombie’ y ‘Empty’. El grupo se recrea aquí en esa vertiente del grupo, pues se abre y se cierra con un riff con el sello de Noel Hogan, y esto es así porque era un sello de la banda, no porque O’Riordan no estuviera allí para añadir algo. Hogan reconocía muchas dificultades para terminar algunas demos de este disco póstumo; pero asegura que ‘All Over Now’ es de las que han quedado igual que la maqueta. De esta manera, Hogan y O’Riordan se equilibran como autores: ella tenía un buen pre-estribillo y un estribillo bastante contagiosos, mientras la guitarra ejecuta un punteo que se clava en el cerebro de manera instantánea, en este caso representando lo mejor de la canción. La letra, pese a su mención a un “hotel de Londres”, tan común a la vida y muerte de Dolores, habla sobre violencia doméstica.
Grimes no tiene tan clara su intención de matar a Misery. ‘Violence’ se aproxima al sonido de su anterior disco, incluso al de ‘Visions’, mientras nos presenta por fin el personaje de Miss Anthropocene y su concepto (el próximo álbum va a ser una fumada importante, y por supuesto estaremos aquí para verlo). Y lo hace contando la historia de una relación abusiva que nos recuerda, por poner un ejemplo reciente, al ‘Crying On The Bathroom Floor’ de MUNA. Solo con esto ya nos parece otra gran canción de la canadiense, pero es que además Grimes pretende que esto sea una metáfora en la que la persona maltratada de esa relación es La Tierra, y la persona maltratadora, la raza humana, a la que el personaje de Grimes se encargará de extinguir durante el tracklist. Y lo peor es que funciona. Como pa’ no quererla.
La militancia indie de El Palacio de Linares volvía a reunir otra maravillosa colección de canciones en ‘Largos agotadores’. Un título que provenía, precisamente, de su canción más deslumbrante, una ‘El estilo’ que, inspirada en parte por The Smiths, está coronada por un estribillo imborrable y directo, en el que Raúl Bernarte canta a coro con Anita Steinberg de Mittens esa letra sobre las cosas tan pequeñas como valiosas, esos «momentos en los que no pasa nada». Pero, como suele ocurrir en las canciones de Gonzalo Marcos, el puente, con cierta querencia a los primeros R.E.M., aporta una sombra de melancolía por el inquietante recuerdo de lo que se pierde.
‘Preparada’ puede ser la canción más disco y pop jamás publicada por El Columpio Asesino, lo que puede emparentar su evolución artística a la de grupos coétaneos como Arcade Fire, pero lo cual tampoco significa que abandone la perversión tan habitual en sus letras. La protagonista de esta canción es una mujer “disociada en dos personalidades opuestas” e “incapaz de encontrar el equilibrio y la armonía” entre ambas, que se siente atrapada en un “juego de espejos”. Desde un ánimo de autosuperación, la mujer decide aniquilar una de esas dos personalidades -el “cisne negro y el blanco”- que no pueden convivir para encontrar la paz. Así, la canción habla de una necesidad de morir para “empezar de nuevo”, pero también utiliza ese tipo de imágenes incómodas (“y lanzaré cerillas al sofá, regándolo bien antes con alcohol, una nube negra enmarcará, una nueva mentira en tu funeral”) que sí asociaríamos directamente a los autores de ‘De mi sangre a tus cuchillas’.
‘Tu presencia’ es una canción que habla “sobre la sociedad, en la que estamos cada vez más ausentes y en la que cuando la persona deseada no está junto a ti, todo te da igual, no nos fijamos en nadie, no nos queremos a nosotros mismos”. Y nos lo explica en un medio tiempo que, tras unos pausados versos semiacústicos, avanza con un ritmo marcial en el estribillo marcado por el bombo y sumándose una preciosa guitarra voladora de fondo y coros que cantan un emocionante “tu presencia hace que todo sea diferente / eso no me pasa con el resto de la gente”. Y así progresa ya hasta su final, sumando nuevas guitarras distorsionadas que erigen un auténtico muro.
En el estupendo ‘Office Politics’ Neil Hannon presenta su disco más comprometido políticamente, envuelto en una gran variedad de estilos, con especial presencia de sonidos sintéticos de los primeros 80. Pero sin perder de vista ese elegante clasicismo pop del que siempre hizo gala The Divine Comedy, como muy bien atestigua el medio tiempo ‘Norman and Norma’: la historia de la bonachona pareja de la oficina, una pareja aburridamente estándar, un matrimonio en coma sentimental, que encuentra en las ferias medievales (!?!?) la chispa adecuada para reavivar su pasión.
Este gran tema de Coldplay contiene un estupendo riff que ejerce de leitmotiv clavándose en la memoria desde el primer instante… pese a que justo lo que parece el estribillo prescinde de él. Un viejo truco que nos lleva al culmen de la composición: una outro escalofriante por melodía, en la que Chris Martin y Will Champion logran hacernos “volar en bicicleta”, entre referencias a ET, como sugiere exactamente el texto. Una preciosidad dedicada a Scott Hutchison de Frightened Rabbit, que se suicidó en mayo de 2018 tras ser derrotado por la depresión. De hecho, el tema se inspira abiertamente en una canción escrita por él, ‘Los Angeles, Be Kind’ de su otro proyecto Owl John. De ahí es de donde había salido el mencionado riff.
‘Love Is a Parasite’ es una amalgama de teclados synth-pop (como la de los Depeche Mode más inmensos, los de ‘Pimpf’), crescendos épicos (Jean Michel Jarre) y trucos extraídos del mundo del metal (ese atronador desenlace) que resulta en una locura total de producción, como tan a menudo pasaba con la discografía de Fuck Buttons, de los que Blanck Mass fue miembro. Para ella se presentaba un videoclip sencillo pero lleno de simbología, que recrea una suerte de Teletienda de manzanas, sí, esa fruta que aparecía devorada de muy mala manera en la portada de este disco. Todo es estupendo en el primer minuto: la manzana nos hace “felices”, “jóvenes” y “guapos” en lo que podría ser una recreación del refrán “an apple a day, keeps the doctor away” (“una manzana al día mantiene al doctor en la lejanía”). Pero luego… todo se complica, ofreciendo un espectáculo dantesco y autodestructivo.
‘Nuevo brutalismo’ de el ex Migala comienza con la aridez de algunos pasajes de la obra de Arca, mientras Abel Hernández marca el tono –Autotune mediante– de su línea melódica. Hay un primer giro, sin embargo, cuando irrumpe la voz de la joven promesa gallega Laura LaMontagne en su estribillo, a la vez que un bombo marca un compás contundente, con trazos de –como él señalaba– dub. Y no es la única vuelta de tuerca que tiene esta canción puesto que, de repente, lo que parece un puente se convierte en el gran gancho de la canción, cantado a coro con Laura –que introduce unas inflexiones vocales medio arábigas medio folclóricas– y David T. Ginzo y que, lejanamente y de forma involuntaria, adquiere un ritmo de rumba pausada, como unas Grecas remezcladas. El tema recupera además parte de la letra de una de sus canciones más memorables, ’Quebradizo y transparente’ de ‘Madrileña’.
‘Lose You To Love Me’ es un baladón al piano, en el mejor sentido del término, aunque va mutando hacia algo más a lo largo de sus tres minutos y medio. Curiosamente, tiene algo de todos sus autores: su melodía tiene algo reconocible que la une con los temas que el dúo sueco Mattman & Robin han podido escribir o producir para Tove Lo, Dua Lipa, la propia Selena (‘Hands To Myself’) o Julia Michaels; de hecho, la autora de ‘Issues’ también participa en la composición y arreglos, como venía sucediendo en los últimos trabajos de Gomez –esas cuerdas en pizzicato que irrumpen tras el primer estribillo son casi su sello–; y también encontramos la mano de FINNEAS –socio de su hermana Billie Eilish en su éxito–, que adivinamos en la contención del tema y, sobre todo, en la construcción obsesiva y liberadora de los coros superpuestos con un leve delay en su tramo final. Selena se apoya en ellos para presentar una de sus canciones más poderosas y emocionantes, escribiendo unos versos profundamente personales con los que parece querer ajustar cuentas a alguien que, sin miedo a equivocarnos demasiado, apunta a ser Justin Bieber.
‘Fauna’ es un rompepistas de sintes ochenteros y beats noventeros pero a la vez una canción contra todo tipo de manadas, con la letra hablando sobre el miedo de volver “a tierra” (a la realidad tras tu club favorito) “a las 6 de la mañana”. El pre-estribillo va en pos de la dignidad en contraposición al miedo (“coloca bien los hombros, levanta la cabeza / ensaya las palabras, la lengua te quema / no mires a los ojos a las otras fieras / mantén el aire dentro”) mientras el estribillo explota contra el posible agresor (“Quédatelo, quédate este minuto de mi miedo / Quédate este minuto de mi rabia”). Se trata de una canción sobre «el miedo que puedes sentir cuando vuelves de fiesta porque eres mujer, maricón, racializado o no binario, porque no eres un hombres cis hetero blanco» y es por tanto el gran himno del dúo español Monterrosa, en la estela de Joe Crepúsculo y Las Bistecs.
‘Rompe’ se definía a su salida exactamente así: “es un tema de reggaetón pop sobre la tensión y el vínculo que se genera entre dos personas en una fiesta mientras bailan una canción y, aunque efímeros, esos minutos significan un mundo”. Estos 3 minutos de música pop también significan un mundo pues conforman un todo un hit a ritmo de reggaeton, con beats más propios del urban estadounidense o Mad Decent e incluso con un piano salsero; destacando frases sensuales como “quiero sentirte hasta el hueso”. Aunque si algo destaca es, claro, ese estribillo en el que Bilbao repite insaciable “rompe, rompe, rómpeme” antes de que la canción termine de manera abrupta solo para pedir más. ¿Es ‘Rompe’ su ‘Muérdeme’ particular?
El que era uno de los singles de presentación del último disco de Metronomy se recostaba sobre un ritmo totalmente hipnótico, como pocos han grabado los autores de ‘The Bay’, situándose cerca de los territorios bailables de Hot Chip, pero fieles a su gusto por el minimalismo y los sonidos lo-fi. Como resultado, ‘Salted Caramel Ice Cream’ es una de las canciones más contagiosas de Metronomy, hablando en este caso de una chica que es “como un sueño” hasta el punto de frustrarnos y dejarnos casi tartamudeando (“Oh, good, she’s coming / Don’t look up / I’ve got to do this / I’ve got to do it / I, I’ve got to do it, I / I, I’ve got to do it, I / I, I’ve got to do it, I”). Joseph Mount decía que quería “escribir una pista que tuviera un arreglo de blues de 12 compases y se pudiera tocar en bodas» e irónicamente lo ha conseguido.
‘Lover’ se definía como un «vals romántico y hechizante» y la verdad es que esa es una buena descripción: efectivamente, Taylor y Antonoff envuelven la canción con un ritmo de vals con una instrumentación mínima, apenas guitarra, bajo, batería y un piano que se incorpora después, con una buena reverb que le da un aire cautivador. Una producción clásica, pero que no deja de sonar fresca y palpitante. Y que le sienta como un guante a una melodía realmente bonita. El romanticismo también está, sobre todo en una letra que exalta la relación de “tres veranos” con el actor británico Joe Alwyn, ese “amante” al que Taylor se rinde completamente, revelando con llamativos detalles íntimos lo perfecto que es para ella esta persona, con la que, dice, desea pasar el resto de su vida.
A principios de año, Ms Nina anunciaba un regreso al “perreo romántico” con lo que ella misma había promocionado en las redes como un “reggaeton para llorar y mover tu cucu” y eso es precisamente lo que nos daba. Ms Nina venía de perrear hasta que “le doliera el culo” de tanto reggaetón en ‘Los Ángeles’. ‘Y dime’ no renuncia al ritmo clásico de este género, del que la cantante se ha alejado en algunos momentos de su discografía, pero mantiene un tono totalmente melancólico, muy perceptible en ese puente tristón que repite de manera obsesiva “pero yo sé que tú me quieres”. Por su parte, Tomasa del Real, muy querida por estos lares gracias a temas como ‘Barre con el pelo‘, aporta un verso lleno de gracia y humor con recuerdo a unos personajes muy anclados en la imaginería popular: “Me visto de Jane y tú de Tarzán / Azota este booty que aún es natural / Me gasto la plata / Me gasto el dinero / Porque si me lo gano / Me compro lo que quiero”.
En el abierto y fresco tratado de rock setentero que es ‘Los Estanques’ brilla sobremanera ‘Clamando al error’, el single más claro del disco. De melodía sencilla pero todo eficacia, sus armonías vocales hacen pensar, además de en revivalistas como The Lemon Twigs o Foxygen, en Steely Dan o, dado su empleo del castellano, en C.R.A.G. Y es que hay que destacar las letras de Íñigo Regel, tan esmerado con la música como con sus textos, con un léxico más propio de un ensayo literario que del rock, desafiándonos con juegos de lógica que hacen pensar en Lewis Carroll y Gómez de la Serna.
‘Flamboyant’ ejemplifica perfectamente el canon estético de un disco capaz de mantenerte con la boca abierta de principio a fin: tras esa intro de piano a lo Richard Clayderman, la producción del neoyorquino ABSRDST (Robokid y Dylan Brady son otros de los implicados) irrumpe en forma de fascinante medio tiempo que de tanto en cuando explota con un torrente de arreglos barrocos. Su traslación a imágenes es igualmente alucinante, con evidentes referencias a una versión 70s de ‘El fantasma de la ópera’. Una maravilla que esperamos sirva a muchos para descubrir a nuevxs artistxs como Dorian Electra.
Cambio en la vida de Brigitte Laverne, no sólo por el paso al castellano sino por el uso de baterías reales, bajo y guitarras bien ruidosas. Pero además, ‘Culpable y feliz’ destaca sobre todo por ser un torrente de ganchos melódicos: no sabemos si nos quedamos con las bonitas estrofas, el pre-coro en el que voz y un riff de sinte se dan el contrapunto, o ese estribillo tan potente que culmina con esos “¡Joder! ¡No sé por qué / estuviste esperándome!” que auguramos van a ser muy coreados en directo. Todo un pelotazo que abre una nueva perspectiva artística y comercial a Brigitte Laverne. Y para colmo, un gatete siempre es una victoria como portada de single.
Cala Vento certificaban en nota de prensa esa palpable reminiscencia a Red Hot Chili Peppers en la intro, con Aleix haciendo una suerte de slap-guitar que efectivamente suena como un homenaje a Flea. Pero a partir de ahí tocan a arrebato (nunca mejor dicho) con su vena más punk. Las grandes sorpresas son el trasfondo político-social que toma la letra (“Detrás de ti amanece la emoción, la poca que queda en el barrio / Detrás de ti viene una maratón con todo aquel que has embaucado” o “Este país no ha aprendido la lección, persigue en vez de ser atrapado”, canta Joan), que también podía entreverse en ‘Gente como tú’. Aunque quizá lo más chocante de todo sean esos versos tirando a raperos que se marca como invitado Cándido Gálvez del grupo Viva Belgrado en su puente, que confirman el espíritu inquieto y atrevido de Cala Vento.
‘Black’ puede no ser una de las canciones más populares del último ganador del Mercury Prize, pero sin duda es la canción más importante que ha firmado de momento. Es su expresión sin tabúes ni autocensuras de lo que para él representa tener la piel “negra”, y generó toda una ola de protestas al ser incorporada a las playlists de Radio One (BBC) por su carácter explícito (y no por las palabrotas). Su letra se mueve entre lo poético (“el negro es bonito, el negro es excelente, el negro es dolor, el negro es alegría, el negro es evidente”) y la realidad social (“si muere un chico, cuanto más negro sea el asesino, más dulce será la noticia / si es blanco, dale una oportunidad, estará enfermo y confundido / si es negro, estará armado, apunta y dispara”). Esta letra tan cruda no es el típico escupitajo que nos habría cantado Stormzy, sino una escalofriante balada a piano cuya instrumentación subraya su clasicismo, como sucede con otros momentos muy emotivos del álbum que la contiene.
Toda una orgía pop en la que cabe de todo, y no es un decir: tras una intro con una energía que podemos situar sin rubor como cercana a la rumba catalana, los versos evocan la elegancia de unos Prefab Sprout a pesar de su ritmo disco con reminiscencias latinas. Y, entre la sucesión de ganchos, destacan unos papapá-parapás que nos llevan a pensar en los Miami Sound Machine de Gloria Stefan, nada menos. Toda una sorpresa… relativa, porque ellos ya habían demostrado qué eran capaces de hacer en singles tan certeros como ‘Paris’, ‘Jump In The Pool’ o ‘Hawaiian Air’.
La colaboración de Puchito con MC Bin Laden no se adapta exactamente al funk brasileño: apenas hace algunos guiños a ese particular estilo, sobre todo en la manera de tratar las percusiones, como una batucada minimalista, y los compases de piano, igualmente secos. También en esos retazos de flauta travesera, que se convierten en uno de los mayores ganchos de la canción. Pero sobre todo, este tema se adapta a ese estilo que han perpetuado con su alianza Puchito y Alizzz en éxitos como ‘Mala mujer’, ‘Llorando en la limo’ o ‘Booty‘: pop con un pie en la electrónica más audaz y otro en los ritmos urbanos latinos. C. Tangana se encuentra ahí perfectamente cómodo, dominando la situación, disponiendo diversos ganchos y puentes que son memorables (o sea, que no se pueden olvidar). De manera curiosa, la composición del tema está acreditada también a Mau y Ricky –un dúo interesante, dentro del superpoblado pop latinoamericano– y su colaborador habitual Armando Lozano –que ha escrito gran parte del último disco de Abraham Mateo–.
En una letra nada compleja (“Me conoces demasiado bien como para complicar las cosas”, canta en el segundo verso), Carly recurre a imágenes físicas para definir ese sentimiento incontenible. “No digas que duele”, porque “no puedo negar ese instante en que lo saboreo”. Pero lo más destacado de este tema es la energía que desprende. La hábil producción de Captain Cuts (trío que, curiosamente, participaba a la vez en ‘Superstar’ de MARINA) actualiza con gran tino los sonidos ochenteros que poblaban el fantástico anterior trabajo de la canadiense, pero a la vez resultando plenamente frescos. Un gran avance del notable nuevo álbum de Carly Rae Jepsen tras la decepción que suponía ‘Party for One’.
‘You and I’ comienza como una preciosa canción de amor, como lo eran las más sentidas de ‘Our Love’, incluida la estupenda ‘Can’t Do Without You’. Sin embargo, el estribillo pervierte esas intenciones, optando por un gancho de esos instrumentales que han llenado la música de esta década, pero que aquí va mutando cada vez que le toca aparecer, imprevisible como una producción de Todd Terje. Entre cuerdas sintetizadas, guitarras sintetizadas y samples de voces y otros elementos adulterados, la nueva producción de Dan Snaith busca y encuentra su dramático clímax, como metáfora de lo que encontraremos en un álbum que se llama ‘Suddenly’ precisamente porque habla de los sucesos impredecibles que nos asaltan “de repente” a lo largo de nuestra vida.
Co-escrita junto a sus fieles colaboradores Brad Cook y BJ Burton, marca la estética musical del disco, con numerosas capas sonoras que se superponen formando un poderoso todo, pero cuyos inicio y desenlace nos presentan la canción en su forma más desnuda, con un sintetizador, la voz de Vernon, el bajo y un redoble de caja. A partir de ahí la canción se presenta en permanente transición de distintas fases, pero sin perder en ningún momento la esencia melódica de la composición, quizá una de las más fácilmente memorables de la carrera de Bon Iver y que nos traslada a los tiempos de ‘For Emma, Forever Ago‘. Además, ‘Hey, Ma’ tiene un marcado componente íntimo, a pesar de que su letra es generalmente difusa e inconcreta (esos “Full time, you talk your money up / While it’s living in a coal mine” con los que arranca su estribillo). Sin embargo, el lyric-video de la canción parece más clarificador: comienza con la imagen de una ecografía de la madre del artista (que para colmo se llama Justine), seguida de diversas filmaciones domésticas de una familia que a todas luces parecen los Vernon, incluido el propio Justin. Leer de manera literal ese “gran momento para llamar a mamá / “Hola, Mamá”, “Hola, Mamá”” no solo se convierte en el gran mantra de la canción sino también en una invitación para tener siempre muy presentes a nuestras propias progenitoras.
‘Used To Be Lonely’ comienza con una guitarra clásica en arpegio y la voz de Ehrlich doblada (con un tenue teclado de fondo), que hacen pensar en ellos (también por sus pintas de nerdazos) como una suerte de Simon & Garfunkel de nuestros días. A esa base mínima se van incorporando piano, bajo y batería, aportando músculo a una pieza que termina de deslumbrar cuando llega el coro principal –maravilloso ese breve silencio que se hace justo cuando Julien lo entona–, y que se queda ya con nosotros para la eternidad. Más aún cuando, tras el estribillo, un arreglo de metales aporta lustre y emoción y abre paso a un final más explosivo. Una maravilla que, dicen, “ataja la jubilosa confusión que viene cuando ves la forma en que las cosas cambian inesperadamente con el paso del tiempo”. No seré yo quien lo discuta.
‘Me envenenas’ es una canción que engancha de inmediato puesto que, aunque alberga la esencia melódica tan reconocible de las canciones de Ana Fernández-Villaverde, es más sencilla, directa y contundente que nunca. Su gancho es exiguo –aunque va mutando en el desarrollo del tema–, y se repite una y otra vez a lo largo de la canción, con una letra que relata estados físicos y mentales o acciones (“Me encuentras, me desarmas, me asaltas / Me levantas la falda y me enciendes / Me apagas, me acompañas”, comienza) que uno es capaz de sentir cuando se enamora, transformándonos, convirtiéndonos en personas diferentes y no necesariamente mejores, enfermándonos, envenándonos. Todo eso se completa con una inusitada potencia rítmica que dispone Carlos René (de Axolotes Mexicanos, su nuevo productor) y que va generando un vendaval a base de guitarras furiosas que ascienden en espiral, como sus versos.
‘:(‘ –”carita triste” en lenguaje abreviado de teclado, obviamente–, era un tema llamado a convertirse en otro nuevo minihit de Alicia, Paola y María. Producida por Hartosopash de ANTIFAN, suena más angulosa en esas guitarras y cajas de ritmos que las hacen sonar incisivas y más bailables que nunca, aunque permanece ese synthpop encantador de fondo. Algo así como si se sumaran Los Punsetes y Au Revoir Simone. Y, de nuevo, nos ganan con una letra expuesta con una melodía eufórica que, en cambio, tiene un trasfondo bastante triste. Ellas mismas explican que habla “sobre el miedo que da darse cuenta de que una persona con la que te lo pasas bien va cogiendo fuerza en tu corazoncito. Lo grave de esta situación, es que la otra persona lleva un +1 consigo. Lo cual nunca será bien visto por tus amigos, que te desearán una hostia monumental de realidad. Por tu bien, claro”.
En ‘Obsesionada’, el hit de producción disco-funky de Novedades Carminha, el grupo apela a una chica “obsesionada con la unidad de España”. Aunque lo parezca, la destinataria no es Inés Arrimadas, sino una persona de Madrid mucho más cercana al grupo, como implica ese “últimamente estás extraña / ya no me miras a los ojos / creo que estás obsesionada”. Así lo explicaba Carlangas en una entrevista: “Nosotros intentamos hacer un retrato social de lo bueno y de lo malo. Vamos a tomar unas copas y nos encontramos con peña que no sabemos a qué se dedica, y cuando se toma dos copitas, les sale la verdad entera. Cuando estás serena, todo es guay, de puta madre, Malasaña… y con dos copitas les sale lo rancio, “Me cago en Dios, nos están destruyendo España”. Es un retrato social de peña con que nos cruzamos que por el día son de una manera y con dos copitas les empieza a salir el facha que lleva dentro”.
Este tema estrenado poco antes del verano fagocita y deglute todo tipo de influencias –de la cultura otaku y el J-Pop a PC Music, pasando por el Autotune desorbitado a lo Zowi– en algo irresistible, mostrando una visión interesante de future pop, que hará las delicias de los fans de Putochinomaricón o Charli XCX –referencias ineludibles de su divertido e ingenioso, pese a su bajo presupuesto, clip–. Y no solo resulta irresistible para los muchos adolescentes que muestran en Twitter cuánto les ha marcado esa letra que, además de a un sexo estupendo que implica apagar cigarros sobre la piel y encontrar cómics manga bajo una falda, alude al fin del verano y a un ‘Septiembre’ del que se esperan cambios positivos en una relación muy precoz. “Si voy al cole, te podré ver / Estaré a la salida, yo seré tu bebé / Cántame y dime que me quieres, please (…) Dime que me quieres, te hago los deberes” es una de estas barras que animan a vivir con mejor disposición esta vuelta al cole. Sí, incluso aunque seas el director del centro escolar en cuestión.
‘hand solo’ comienza con unos bellísimos autocoros que recuerdan a Stereolab, si bien la canción se desarrolla después por ámbitos algo más rockeros, con un puente incluso un poquito Red Hot Chili Peppers. Según la propia Marika Hackman estamos ante un disco “divertido” y de hecho lo es cuando en esta canción emergen unas bonitas cuerdas… cuando la letra menciona cosas tan explícitas como “me estoy pajeando”, “dedos” y los coros dicen cosas como “¡onanismo!”. ¿Acaso no es todo esto bien hermoso? En la nota de prensa publicada en Bandcamp se asegura que la frase favorita de Marika de todo su propio disco es “bajo las leyes del patriarcado, voy a morir virgen” en referencia a la creencia popular de que no has perdido la virginidad hasta que no aparece la penetración. Una tontería que, como artista queer, se ha querido quitar de encima con este himno.
‘365’ contaba un estribillo como el de ‘Chained to the Rhythm’, largo y casi difícil de aprender de memoria, pero fácil de tararear con esa caída melódica al final; aunque lo mejor era su producción. Es lo suficientemente electrónica como para vincularla con ‘Witness’, pero lo suficientemente diferente como para pasar página. Zedd, que nunca ha sido precisamente un productor de música avanzada, es el otro artista que co-lidera, si bien esa base tan chula que recuerda un poquito a ‘Slow’ de Kylie -aquí sustentada en un ritmo un tanto reggaetón- bien podría ser obra de otro de los co-productores. Cutfather, por ejemplo, ya estuvo detrás de los créditos de ‘Like a Drug’ o ‘Get Outta My Way’ de la australiana. Al margen de su recepción comercial, un paso en la dirección correcta para ambos.
’10/10′ es una canción perfecta aunque el tema en sí no hable de eso. Alex O’Conor logra equilibrar ambas facetas, clasicismo y contemporaneidad, en una construcción musical tan imponente como adictiva, vibrante y enardecedora como lo puede ser una canción de La Casa Azul. Acompaña su fondo lírico, en el que, de manera emotiva, vuelve a abundar en el bajón anímico que atravesó meses atrás y que mermó su producción musical, como narró en la preciosa ‘New House‘. Y lo hace desde un prisma vitalista que se contagia, apelando a sus raíces y sus amigos (“the people you choose and where you’re from”) como el remedio para recuperarse, tomar el control de sus emociones y vencer sus miedos: “aunque aún es difícil encontrar las palabras / voy a terminar esta puta canción”).
El álbum de Solange era suficientemente radical en su aproximación al R&B como para dividir a sus oyentes en amantes y detractores, pero al principio de su secuencia aparecía la pegadiza ‘Stay Flo’, que sí era esa canción con la que poder tirar del hilo. Dominada por apenas un par de notas de teclado que se repiten de manera magnética, evocando texturas florales, esta composición de Solange bajo el paraguas de Metro Boomin es la perfecta canción de R&B que puede sonar en bucle durante una hora sin que te hartes, y por tanto la verdadera puerta para adentrarse en esa misteriosa “casa” a la que apela el nombre de este disco. Una producción rica que aporta un tono metálico y terrenal a un disco ensoñador, de excelentes armonías.
‘Kids In The Dark’ no es un single inmediato de Bat For Lashes y, si bien no está en las antípodas de hits como ‘Daniel‘, su melodía triste va haciéndose hueco en nuestra cabeza muy poco a poco. Pero lo logra, envuelta en “líneas de bajo duras, arpegios de sintetizador, ritmos de pop iraní y coros en cascada” que, en sus propias palabras, reinan en ‘Lost Girls’, elevándose como la banda sonora perfecta para una película de John Hughes o John Carpenter que nunca existió y que Khan pretende ahora construir. Concretamente, ‘Kids In The Dark’ sonaría en la escena de sexo inocente entre los dos protagonistas, como claramente apunta ese estribillo que habla de un espacio entre los pinos apenas iluminado por las luces rojas de posición de un coche, donde “todo está en llamas” y se impone “ir hasta el corazón, donde empieza el amor, donde somos solo chavales en la oscuridad”.
‘No te vas a olvidar’ es un atractivo compendio de influencias tropicales, R&B, hip-hop y el sello Mad Decent, que conquistaba al presentador David Broncano. En concreto este apelaba cuando la escuchaba a lo que sucede en el minuto 2.10 de la canción, un subidón sutil a la moda en el que parece que Sandra canta en su tono más agudo, aunque indicara que es un efecto en verdad. Nada como una guía segundo a segundo para comprender el magnetismo de una composición, pero esta no necesitaba precisamente un libro de instrucciones. Es una de las producciones más avanzadas de Delaporte y refleja probablemente como sonarían los Moloko de 2019.
La alemana Kim Petras no ha dejado precisamente de lado a sus seguidores durante los últimos tiempos, en un momento dado llegando a lanzar un single por semana o completando por Halloween su disco inspirado en esta fecha. Entre los múltiples sencillos de este año, son ‘Icy’ y ‘Do Me’ los que mejor acogida han tenido, pero también destacaban ‘Broken’ o este ‘Sweet Spot’ un tanto cósmico que recuerda al nu-disco de principios de siglo practicado por los primeros Daft Punk, por Kylie en ‘Fever‘ o por Mojo en ‘Lady’. ¿Cuánto se pueden grabar en el cerebro esos «I wanna with you» que surgen después del estribillo en sí, dejándote levitar en el aire?
Los versos de ‘Se malogró’ evocan a esas cosas estropeadas que llenan nuestros hogares, siempre con ese punto insólito que pocos como Hidrogenesse saben dar: “el fuego no calienta, el agua está fría, y la patata no está cocida / No hay fuego, no hay leña, nos quedamos dormidos, nos dio pereza”. Pero las relaciones, como la mecánica, también pueden malograrse por un uso escaso o inapropiado, como en esa retahíla final: “El fuego no calienta / Las puertas no cierran / Las escaleras no suben ni bajan / Hace meses que nadie nos llama / El vocoder no canta / La caja de ritmos se malogró / Se acabó el baile, no ha venido nadie… y lo que acabamos de decirnos es irreparable”. Todo ello esbozado con una melodía cargada de nostalgia bonita, con esa tesitura que abarca tiempos pasados tan propia de Stephin Merritt y sus Magnetic Fields, en una combinación –la de baile latino y melodías clásicas– que sólo otro dúo amigo de este, Single, podrían ser capaces de combinar con un éxito similar.
‘Blinding Lights’ apuesta por el estilo retro ochentero a lo Kavinsky e Italians Do It Better. Este tema, a pesar de remitir a elementos harto sobados, resulta ser vibrante (casi euforizante), un buen número de pop bailable y atemporal que ya triunfa hoy pero también lo podría haber hecho en 1983, cuando se editaban tantas canciones a las que recuerda, como ‘Burning Up’, ‘I’m So Excited’ o la banda sonora de ’Flashdance’ a cargo de Giorgio Moroder. No es de extrañar que aunque haya sido ‘Heartless’ la canción de The Weeknd que le haya dado otro número 1 en Estados Unidos, sea este el tema que en los últimos días está tomando la delantera.
‘Dawn Chorus’, el claro caballo ganador que encontramos en ‘ANIMA’, es una angustiosa grabación en la que Thom Yorke recita la letra sobre una base de repetitivas notas reproducidas por un sintetizador, por supuesto bajo la supervisión de Nigel Godrich. La letra habla sobre la (im)posibilidad de volver al pasado para recuperar una oportunidad perdida: “si pudieras hacerlo todo otra vez / sí, sin pensarlo dos veces / no me gusta dejar la puerta cerrada / creo que me perdí algo / pero no estoy seguro de qué”. Una producción hipnótica que culmina con un sutil crescendo marca de la casa y el texto: “si pudieras hacerlo todo otra vez / esta vez con estilo”.
Una canción que canta a la bohemia y al crapulismo, llena de melancolía y hasta cierto rencor contra quien le niega esa vía vital –que no es otra que la convención social, las mal entendidas buenas costumbres– a la voz que la entona. Teníamos el privilegio de estrenar el videoclip junto a una explicación muy ilustrativa de la canción a cargo de un Rafael Berrio aún en estado de gracia: «Técnicamente hablando la constituyen 40 versos para una secuencia de tres acordes a los que se añade una introducción y una coda final. La letra no esconde nada y es clara como el agua: Trata el tema stevensoniano del vagabundo. Del vagar errante evocado quizá desde el claustro de un asilo o un sanatorio, en una tarde silenciosa muy cerca ya del fin. El canto a una vida amoral y clandestina nunca en realidad vivida sino en sueños».
‘No Geography’, lo nuevo de Chemical Brothers, estaba tan lleno de buenos singles como ‘MAH’ («Mad As Hell») y tracks tan alucinantes como el corte titular. Al final, el que más ha calado y muy merecidamente era ‘Got to Keep On‘, una producción a la que daban una pátina disco-soul a lo Chic gracias a las voces corales y a un videoclip que parece una adaptación al siglo XXI de Soul Train. Su sample se corresponde en este caso a ‘Dance With Me’ de Peter Brown (1977), quien a la postre terminaría siendo co-autor nada menos que de ‘Material Girl’. Un nuevo acierto de Tom Rowlands y Ed Simons que pese a no haber tenido la suerte de ‘Galvanize’ o ‘Hey Boy, Hey Girl’, tiene poca cosa que envidiarles.
Niña Pastori y James Blake juntos en una canción. ¿Esto ha pasado? Real. Práctica habitual en el flamenco, Rosalía toma unos versos que le gustan y se los lleva a su terreno, aportando además nuevos matices a esa figura («Agujeritos del cielo / Cuelan el brillo de Dios / Un rayo cayó en tus ojos / Y me partió el corazón»), creando una segunda parte del verso nueva: “Agujerito del cielo / Díctame por dónde ir / Para yo no equivocarme / Y así ver mi porvenir”. Además, Vila llevaba al autor de ‘Overgrown’ a cantar en su segunda mitad en español y a coro con la autora de ‘El mal querer‘: “Si te apartan de mi vera / Y te tuviera que encontrar / Hasta allá te encontraría / Como el río va a la mar”. Y así, con esa naturalidad, fluía esta estupenda colaboración entre ambos, como si estuviese destinada a suceder en todo caso.
Zara Larsson ofrece un tema de synth-pop con guitarras disco, muy en la onda del último The Weeknd, aunque desde un prisma más radiante y eufórico. El resultado es una canción formulaica y por tanto algo impersonal, que podrían haber cantado lo mismo Ariana Grande que Carly Rae Jepsen o Kim Petras, pero también ultra adictiva, que desde luego merece mucha más repercusión de la lograda. Una absoluta chuchería pop, tan adictiva como claramente busca su composición en la que el estribillo solo se resuelve en su primera aparición y luego en la última. Entremedio, el estribillo “from the breaking of the day ‘til the middle of the night” suena hasta tres veces sin resolver dejando con ganas de más… hasta que Larsson lo concluye volviendo a cantar el título de la canción como ya había hecho al principio, incitando así a un “replay” continuo.
Con una fresquísima base del tándem Itchy & Buco Sounds –a Heredia le honra que siga colaborando fielmente con la pareja de Mcs y productores con los que empezó, siendo un crío–, Rels B y Donpa, con flows increíbles, se dirigen a una ex a la que restriegan por las narices su actual éxito… no sin cierta nostalgia y ganitas de un comeback. El clip de Sergio Jiménez y Guillermo Centenera para la productora CraneoMedia le va a medida, partiendo del simbólico primero plano con Rels B subido a la barandilla de la Torre de Madrid hasta una carrera de boogies con un animadísimo público (entre el que aparece Bejo a modo de cameo), pasando por una surrealista escena playera de Patri.
Este “trino adolescente” se sitúa en el perfecto punto medio entre el espíritu epidérmico y hedonista que desprendía ‘Only Human’, su canción inspirada en un tema perdido de Nelly Furtado, y el paisajismo melancólico de su último álbum. Ese rápidamente reconocible (e irresistible) gancho aflautado con el que se inaugura la canción, contiene un punto de nostalgia –quizá a esa adolescencia a la que alude su nombre–, pero el desarrollo de la canción va mostrando un perfil que puede conducir a cierto trance (léase en español, por favor) bailable, a través de distintos arreglos percusivos y sintetizadores varios.
‘Romance romántico’, perteneciendo al último y muy notable EP de Mujeres es un irresistible himno de melodía cristalina y base musical contundente, cuya letra parece la canción de amor que nunca querrías que te dedicaran. Porque tras su título cursilón hay una canción de ruptura que pretende ser cariñosa y amable aunque sólo esconda desamor. La típica canción de Mujeres que atrapa desde el arranque (“Creo que se ha roto algo, siento que es algo dentro de mí / Sentémonos un rato hasta que estemos calmados”) hasta la justificación final repetida hasta la saciedad pero no por ello más convincente (“Fue una suerte tenerte, no creo que vuelva a suceder nunca más / No es nada, nada…”), pasando por otros momentos con tanto gancho como “tengo la foto en mi cartera / no es que estemos nada guapos / por lo menos sí que estamos”.
Sam Smith le ha cogido este año el gusto a los medios tiempos bailables como con la ex-Fifth Harmony Normani que ha surgido de manera casual: ambos estaban trabajando con el mismo productor en Los Ángeles y surgió de manera natural que ella cantara un verso y ‘Dancing With a Stranger’ se convirtiera en un dueto. Lo cual resulta de lo más sugerente al trasladarlo a su letra (y su vídeo), en la que sendos amantes despechados culpan al otro de “empujarse” mutuamente a conocer a alguien nuevo, a bailar con un extraño. Lo cierto es que, aunque al principio pueda no parecer gran cosa –es curioso como lo que parece un pre-estribillo termina siendo el gran gancho de la canción–, ‘Dancing With a Stranger’ termina seduciendo irremisiblemente.
Aunque su cadencia, lenta pero bailable, está marcada por el típico compás del dembow, ‘Fingías’ es más una balada que, con sus delicados arreglos de guitarra y sus ambientaciones oscuras, está más cercana a aquellos lovers rock jamaicanos que se convirtieron en un gran éxito en Reino Unido en los 70. La letra entonada por Paloma Castillo con una bonita tesitura sensual, encaja en esos cánones, una historia de desengaño amoroso (“todavía me acuerdo cuando me fallaste / ¿cómo iba a olvidarme de ese día?”). Y, sobre todo, destaca el auténtico tour de force entre la melodía del estribillo y la de los versos, pugnando por ver cuál se nos adhiere más.
‘Motivation’ es un “banger” que recuerda al R&B/hip-hop de mediados de la pasada década. Hay en ella ecos a Destiny’s Child, la propia Beyoncé, Ashanti, Ciara, Usher, la Mariah Carey post-‘Emancipation of Mimi’… y por tanto parece hecha a medida para una Normani que además de cantante es una experta bailarina. Co-escrita no obstante por Max Martin y su pandilla (Savan Kotecha, Ilya… y producida por este último), la canción incluye a una co-autora especial, Ariana Grande, y puede que eso te lleve a pensar que podría haberla cantado la autora de ‘thank u, next‘. En parte sí, pero el elemento ultra rítmico de ‘Motivation’, sumado a los ritmos de marcha y vientos metales de la canción, están mucho más cerca de ‘Lose My Breath’ que de cualquier tema de Grande.
‘EARFQUAKE’ es una bonita canción introducida por un piano y unos coros masculinos que se convierten en un recurso constante en sus poco más de 3 minutos. Coros de raíz soul que, según el momento (porque el tema tiene una estructura algo perversa, con partes que no se repiten o que cambian de tono inesperadamente si lo hacen), son interpretados por el propio Tyler con la asistencia de Dev Hynes (Blood Orange), el veterano Charlie Wilson y el rapero Playboi Carti. Este, al que Tyler ha mostrado su admiración repetidamente, tiene un protagonismo doble en ‘EARFQUAKE’, puesto que además de rapear en solitario un verso y cantar en la intro, es homenajeado en el título de la canción: al parecer, es un guiño a una barra de su canción de 2015 ‘Fetti‘, donde decía “I just left Houston, I just left Earf”. Por lo tanto, no, no es una errata sino que ese “ferremoto” tiene toda la intención del mundo. Un temblor de tierra que, a tenor de la canción, es causado por una persona que le ha roto el corazón y de la que, a pesar de todo, Tyler sigue irremediablemente colgado. Desesperado, en el post-estribillo canta “no te vayas, es culpa mía / no te vayas, porque cuando todo se derrumbe te necesitaré”.
Tras este espíritu de Gran Canción Americana que sobrevuela esta grabación, como si la hubieran secuestrado en un Delorean, la letra de ‘Red Bull & Hennessy’ va a lo suyo. ¿Qué esconde la californiana detrás de esa combinación de bebida energética y coñac que propone el título? En realidad, Jenny advierte que no se trata de un cóctel y que no lo recomienda en absoluto. Más bien pensaba en dos bebidas que evocaran un estado de tensión y de nervios… de cierta ansiedad. “Estoy colgada de Red Bull y Hennessy / Más pedo que tú”, comienza el estribillo. Pero, ¿ansiedad por qué? Pues por el sexo, queridos niños, por el sexo, como bien muestra el remate a esas líneas: “Estoy en llamas, vamos y ponte cerca de mí / Quiero cabalgar contigo”.
‘Reina’ se clava como un puñal y corta la respiración con su preciosa y personal letra: en ella Alberto Jiménez, con un increíble equilibrio de concreción y poesía, hace las paces con su pasado, sin olvidarlo pero renunciando al rencor y la rabia hacia aquellos que se esforzaban por destruirle física y/o emocionalmente cuando solo era un niño que soñaba con ser cantante. Incluso me aventuro a pensar que el título de la canción podría ser el supuesto insulto que tantas veces le dedicaron de chiquillo y que, como tantas veces ha hecho la comunidad LGTB+ a lo largo de la historia, lo ha revertido en un símbolo de orgullo. En ese sentido, reconforta ver que ahora él les mira de tú a tú, con suficiencia, y les perdona con un ademán magnánimo.
Lo más inspirado y vibrante de este retrato de la depresión es cómo su ritmo acelerado y a veces caótico –plasmado con unos fraseos pronunciados a toda pastilla (recordando un poco a los de Katy Perry en ‘Never Really Over’)– nos hace bailar. La canción –compuesta, por cierto, junto a Rostam y un talento injustamente olvidado de su misma generación, Ramesh Srivastava de Voxtrot– se construye con una suma de elementos discretos, apenas esbozados –con excepción de las exuberantes percusiones–, que al sonar superpuestos transforman en sonido el río de pensamientos que Danielle padece cuando está en esos momentos bajos, siendo ese puente al piano que detiene todo el momento de liberación, la ansiada bocanada de aire que permite recuperar el aliento. Dada la cada vez mayor visibilidad de las enfermedades mentales, parecía cuestión de tiempo que un día bailáramos al son de una depresión.
‘Univers’ es una canción de ritmo reposado que presume de un sonido realmente espectacular en su minimalismo, logrando que cada uno de sus elementos brillen sobremanera. Como ese bajo soul-funk ultramusculoso que transforma el tema por completo, tanto como los medidos arreglos de sintetizadores que vienen y van, meciéndonos. Pero no tanto como la voz de Ferran que, desde un primer plano, desgrana una melodía preciosa, a la altura de la letra de amor desorbitado –nunca mejor dicho– que nos narra en versos tan apasionados como esos “Te quiero como quieren los adolescentes / Despiertas algo en mí que no conozco” con los que se abre el tema, tornándose luego oníricos. Así, el barcelonés lleva su música a un espacio reconocible y nuevo a un tiempo, sin renunciar a sus referentes habituales pero situándose sin rubor a la altura de las producciones retro de Homeshake o Tame Impala.
‘Ashes to Ashes’ es una especie de metacanción que nos habla literalmente de un sueño sobre una canción cuya letra hablaba de un entierro y cuyo ritmo se colaba por “dos agujeros cavados en el suelo”, en los que se debía depositar las cenizas de alguien. “Tocaba un instrumento que era una forma en la tierra / como si tocara a la vez que cavaba mi propia tumba”, expone Hval más adelante, tras hablar de “esta canción que no había escrito aún” como “cuando soñaba con follar cuando aún no sabía cómo”. El sexo parece nutrir también ‘Ashes to Ashes’, cuando al final habla de “dos dedos” que marcan “dos líneas eróticas en la tierra, en el bote de miel, en revistas de chicos desnudos”. “Como cenizas a las cenizas, polvo al polvo”. Musicalmente, esto se traduce a una canción fascinante, con diversas etapas, que van de la ensoñación de su introducción con teclados etéreos a la irrupción de una seductora base electrónica (vuelve a colaborar, como en ‘Blood Bitch’, con Lasse Marhaug) que se va volviendo más envolvente y espacial, casi trance. A partir de ahí resulta imposible escapar de la belleza de la canción, en continua mutación, con la irrupción de nuevas percusiones y líneas melódicas diferentes. Una verdadera maravilla que sin duda llamaba a mantener la atención sobre el nuevo trabajo de Jenny Hval.
En ‘Quedará en nuestra mente’ Amaia remite al pop español de los años 60 y 70, también al indie de los 90, pero siempre desde una perspectiva bastante sui generis. No, Amaia no está haciendo música experimental. No, Amaia no está revolucionando la industria con un género nuevo. Pero sí, lo que está haciendo es lo suficientemente personal como para que, al oírlo, no puedas sino exclamar: “¡Esto es TAN Amaia…!”. Entre referencias conscientes a Marisol e inconscientes a La Buena Vida, Romero ha construido una canción preciosa en la que lo mejor es la coda final, cuando de lo particular (la referencia a los «Motorizados») lleguemos a lo general, añadiendo una nota de humor, para evitar que esta canción de amor quede demasiado “stalker”: “No te asustes, por favor, porque sé que al final todo pasa y morirá, quedará en nuestra mente y ya está”. Pura resignación a lo ‘Qué nos va a pasar’.
‘Alocao’ es el gran single multiplatino de Omar Montes y Bad Gyal gracias al gran número de aciertos que se apunta esta producción 100% reggaetón. En primer lugar, el estribillo tarda únicamente 22 segundos en llegar; en segundo la idea que tuvo ella de que dicho estribillo fuera chico/chica; en tercero, ese verso de Bad Gyal repetido pero subiendo medio tono; en cuarto, el verso cerdo de Omar (“tú ya sabes que te lo voy a comer”); en quinto, otro verso cerdo de Omar al que se suma el verso cerdo de Alba (“Mi bicho en su totito pierde cobertura”); y como cierre, una outro 100% Bad Gyal que, como sucedía en ‘La bicicleta’, incita a escuchar el tema en bucle.
El tercer disco de León Benavente se presentaba por una especie de medio tiempo existencialista, que presenta un buen equilibrio de ideas en diversos planos. Hay un pequeño resquicio de canción melódica española, pues no cuesta nada imaginar a Raphael cantando hasta la saciedad “soy una piedra que flota” o “bailo con todas mis fuerzas”. Sin embargo, la producción parece más bien inspirada en el indie americano. Nombres como R.E.M. o The National pueden venir a la mente en ese eficiente crescendo que sin darnos cuenta emerge en la composición, y a la vez aparecen unos sintetizadores similares a los habituales del kraut, que nos dicen que si este fuera un álbum de los de Michael Stipe, sería uno de los más avanzados, ‘Up’ o ‘Reveal’.
Carolina Durante tendrán que luchar probablemente de por vida para conseguir una canción propia tan icónica y generacional como ‘Cayetano’, pero de momento están saliendo del paso con temas casi, casi a la altura, como acaba de suceder más recientemente con ‘No tan jóvenes’. Antes, la desazón se apoderaba de la banda en un ‘Joder, no sé’ en el que Diego expresaba sus frustraciones por ser incapaz de “sentir algo” pese a su juventud. “No tengo 30 años y ya estoy casi roto”, “me importan pocas cosas, ya no sé qué hacer”, “estoy perdiendo brillo” son algunas de las frases de esta canción de guitarras un poco más shoegaze de lo habitual que puede decirnos algo (o no) sobre las preocupaciones y el estado de ánimo de la juventud actual.
‘So Hot You’re Hurting My Feelings’ habla sobre una ruptura con la que Caroline Polachek intenta lidiar yéndose de fiesta. En el estilo del nuevo single de Tove Lo con Kylie Minogue, la letra sitúa a la artista en una fiesta y “llorando en la pista de baile, avergonzada”, mientras su chico “lo peta” allá por donde va. Claramente alguien en la relación ha superado esta ruptura y no es Polachek. El acertado videoclip se ambientaba en una oscura mazmorra, donde la artista espera y espera a su amado con la única compañía de la luz de unas velas. La escenografía es una pequeña maravilla y la coreografía, ideada por la propia Polachek, una bobada que ella interpreta de manera absolutamente encantadora desde el principio hasta el final. El momento “me clavo la espada” ha de ser el mejor de todos, pero entre los saltitos tipo “honky tonk”, el aleteo de las manos, el momento “qué sola estoy” y ese trepidante “ataco, me lamo el dedo y me doy un golpe en el pie”, le queda una coreografía icónica.
Vicente Navarro se basa en la tradición española para contar historias y aquí algún arreglo un tanto americano y también un tanto Sting (pienso exactamente en ‘Fragile’) sirve para hablar de una relación de amor (“qué bonito que cuando digas amor te refieras a mí”). Entre posibles guiños a Violeta Parra (“gracias a la vida que me ha dado tanto”), emergen ciertas frases cuasi rapeadas (“viviré de mi trabajo y moriré de amor”), quizá consecuencia de su afición por la música urbana. Pero es el puente final (“cómo duelen los que ya no están / te espero en el río a que vengas”) el que termina de elevar el tema. Puro costumbrismo bucólico en sintonía con los primeros segundos de la pista, en los que escuchamos el sonido del campo.
La estética espacial de esta era de Anni B Sweet va que ni pintada para el trallazo de pop psicodélico propulsado por sintetizadores de sonido retro que es este single. Y es que, aunque pervive en su melodía esa herencia de los 60s y 70s que ha nutrido sus canciones desde el principio, Bradshaw y Anni B Sweet derivan ‘Buen viaje’ a territorios que remiten al psicorock de los primeros Tame Impala –ese puente previo al final– y, también, al viraje electrónico que supuso el espaldarazo comercial de Lori Meyers, especialmente en su impetuoso arranque. Sin embargo, pese a la euforia que transmite ‘Buen viaje’, hay también cierto poso amargo en su subtexto: aunque supone una esperanzada mirada al futuro, emprender ese camino supone dejar atrás algo o alguien que, por más cariño que le tengamos, no nos permitía avanzar. Es un canto a la libertad, sí, pero a la vez conserva (ese “me hubiera gustado haber estado contigo”) un punto de dolor por lo que se pierde. Es, en todo caso, una inmejorable forma de reenfocar la carrera de Anni B Sweet.
‘Not’ es una canción monumental. Un número de rock tenso y deslavazado que late y vibra con cierta contención durante buena parte de sus hipnóticos 6 minutos, que bien podrían dilatarse hasta los 10. Solo hacia el final, justo cuando se apagan su guitarra y la de Buck Meek, la tan tímida como carismática Adrienne Lenker libera un punto más de energía y rabia en su letanía de “cosas que no” –una negación que en realidad no hace sino afirmar–. Cuando termina el recitado, un torrente de electricidad al más puro estilo del Caballo Loco de Neil Young posee la canción hasta su final que incluso antes de editarse se había hecho memorable en sus directos.
La hija de Neneh Cherry y Cameron McVey a estas alturas es evidente que no está donde está por sus apellidos. Mabel tiene un innegable olfato para los ganchos, un buen gusto para involucrarse en producciones con aspiraciones comerciales pero no cutres ni facilonas y una estética muy particular, de chica de barrio con altas miras y mucha confianza en sí misma, un híbrido entre Dua Lipa y Bad Gyal. Después de un 2018 en el que ha recibido un fuerte espaldarazo profesional, al ser elegida para abrir los conciertos de Harry Styles en su gira británica –lo cual la ha expuesto a audiencias masivas, probablemente nunca soñadas por ella–, este año se apuntaba este monstruoso hit.
‘Melody of Love’ es una celestial producción en la que la voz de Alexis Taylor, la melodía y los arreglos se concentran en tratar de hacerte levantar los pies del suelo, haciendo un claro paralelismo entre éxtasis, espiritualidad y esos momentos en que sientes que estás enamorado: “cuando estaba a tu lado, no escuchaba cosas malas” porque lo único que “resonaba” era la “melodía del amor” a la que alude el estribillo. Interludio y crescendo contribuyen a esa sensación generalizada, así como ese góspel sampleado de The Mighty Clouds of Joy que recuerda a los samples de Moby para ‘Play’.
Una preciosa canción que celebra, precisamente, otras canciones. Esas que en algún momento de nuestra vida nos hicieron sentir algo distinto a las demás y nos cambiaron para siempre. Galvañ lo describe a la perfección en ese estribillo que dice “esa música tiene ya más de mil años / pero siento que bailando / soy un niño otra vez”. Todo ello en una gema que, apartado de su perfil más electrónico, remite al elegante pop de guitarras de unos Prefab Sprout o un Lloyd Cole. Grabada en los estudios de Guille Mostaza con él a los mandos, participan en ella los habituales Eduardo Piqueras a la guitarra acústica y Eva Plaza y Jesús Galvañ a los coros, además de nuestro estimado colaborador Jaime Cristóbal a la guitarra eléctrica.
Entre las canciones sobresalientes del disco de Weyes Blood de este año destacaba ‘Andromeda’, que como ‘Space Cowboy’ de Kacey Musgraves, conjuga elementos del country-pop con sintetizadores cósmicos, sonando como si flotara en el espacio, precisamente donde Blood tiene pegada su vista, mirando las estrellas desde la Tierra. El mejor momento de la canción y de todo el disco se produce en esta canción: el modo en que Blood se deshace de la melodía de “I dare to try” en el estribillo, como dejándola ir en la inmensidad del espacio mientras le envuelven los sintetizadores, puede ser lo más elegante oído en mucho tiempo.
‘The Barrel’ es el single perfecto, un tema realmente adictivo gracias a su estribillo con coros femeninos y masculinos, que deja frases marca de la casa como “mira todos los melocotones, quiero celebrar, que puedo aparecer dentro de la nada” o “parece que hay una fecha fija, enséñale el hurón al huevo, yo no me voy a dejar arrastrar”, que pueden significar algo o ser simplemente absurdas. Pero lo que realmente marcaba el tema era el imperdible videoclip, con Harding bailando de manera extraña tras unas cortinas, vestida como de bruja colonial y mirando a cámara con toda la intención de que te mees de miedo en los pantalones. Los comentarios de Youtube eran imperdibles. Una persona dice que es “sublime” y otra que es “como si Feist fuera un demonio de la parálisis del sueño”. Para otra, el vídeo es “un cruce entre Vashti Bunyan y Alejandro Jodorowsky”.
“religion” no ha dejado de ganar enteros desde que se presentara al público a principios de verano. Su sección de cuerdas es absolutamente exquisita, y una de las mejores muestras de esa inspiración en el sonido de los años 70 que ha inundado este nuevo álbum de la cantante. Es además la canción que mejor recoge las inquietudes religiosas de Shura, como ha indicado en las entrevistas promocionales, donde está explicando cómo ha querido hacer una analogía entre la devoción religiosa y el amor, el que siente por su chica, a la que ha conocido a través de la red y por la que ha decidido mudarse a Estados Unidos, como narra en las letras de todo el álbum.
Esta pegadiza composición que presentaba el debut de Nilüfer Yanya alterna una letra paranoica con las típicas guitarras sucias y robustas de John Congleton, que ha producido parte del álbum y está en racha, pues también se ha encargado del recomendable nuevo álbum de Sharon van Etten. Claramente ‘In Your Head’ es una de las canciones más inmediatas que ha compuesto Yanya hasta la fecha, si no la que más, y se ha convertido en uno de sus grandes himnos junto a ‘Keep on Calling’. Según ella misma hace referencia a las «trampas» que le hace su propia mente y sobre quedarse «atrapada en ellas».
‘RRIINNGG’ es un tema elegante y adictivo, que bien podríamos atribuir a algún artista anglosajón, si su letra –en la que se ofrece a ser el salvavidas de alguien con problemas, insistiendo con su “llámame”– no estuviera cantada en español. Guitarras cristalinas y un grueso bajo funk nos conducen por este nuevo numerazo de ambientación que por momentos recuerda a Moroder. Esto la hace nocturna, incluso de cierta sordidez, pero Senra ofrece un halo de luz –ejemplificada con ese solo de vocoder del final, a lo Chromeo– como esperanzadora salida. Lo cual encaja con sus declaraciones: “Puedes escuchar una balada y empaparte de melancolía, pero a la vez saber disfrutar de esa melancolía. Ahí hay luz: en esquivar lo chungo y potenciar lo bueno, aún sacando a veces eso malo”. El vídeo de ‘RRIINNGG’, nuevamente dirigido por Jean LaFleur, muestra al propio Christian cayendo –literalmente– ante las dificultades, pero luego levantándose y escapando, regresando para bailar en medio de la noche.
‘dead girl in the pool’ arranca con un espíritu acústico, aunque ya adivinándose su ritmo saltarín, que explota del todo cuando alcanzamos su irresistible estribillo, en el que irrumpe toda la instrumentación, mientras Marie repite obsesivamente que “hay una chica muerta en la piscina y no sabe qué hacer”. Su letra es tan divertida como la propia canción, puesto que, como su encantador vídeo retrata, habla desde la perspectiva de una resaca durísima. En esa mañana después, la mente de girl in red es “un desastre”, pero hay algo que capta su atención fuera. Efectivamente, se trata de un cuerpo flotando en la piscina de la casa. Aunque lo mejor llega con un giro inesperado que retrata lo chungo del pedo que cogió la noche anterior: ¡esa chica muerta no es otra que ELLA MISMA! Un auténtico pelotazo de indie pop irresistible que, sumada a la colección de buenas canciones que ya posee, ya le daría para armar un álbum debut notable en algún avezado sello.
La frase de arranque de ‘Big’ no puede ser más icónica (“Dublín bajo la lluvia es mía / una ciudad preñada de creencias católicas”) para después pasar a hablar, en contraste, de violencia (“A loose ambassador for all that crime”) y adicciones (“Slick little boy with a mind of Ritz). En ese entorno hostil, el repetitivo estribillo parece dejar un mensaje de esperanza: “Mi infancia fue pequeña, pero yo voy a ser grande”. En total sintonía con ese texto, el sencillo vídeo de ‘Big’ muestra a un niño de 11 años recitando la letra de la canción por la calle Moore de Dublín. El grupo cree que “la ambición es una enfermedad” y aunque siempre hay algo de ambición en un plano secuencia, el muchacho es simplemente un vecino del cantante Grian Chatten que según ellos “tiene la presencia escénica de cien líderes de grupo”. Un vídeo lleno de simbología que desde luego ha contribuido a que la canción, de tan sólo 1 minuto y 45 segundos, se haya hecho “más y más grande”.
‘Late Night Feelings’ comienza con una seductora línea de bajo sobre unas percusiones apagadas que dejan brillar la melodía introductoria de la canción, que se retuerce con varios giros (la marimba o similar que acompaña al pre-coro dan algo de mala espina tropical) hasta culminar en un estribillo en el que la batería brilla, marcando su inequívoco espíritu bailable, no muy alejado del de proyectos jóvenes como Jungle o Parcels. La canción prosigue con esa dinámica de subidas y bajadas de excitación, hasta culminar bien arriba tras un puente a cámara lenta. Siempre haciendo gala, claro, de esa elegancia particular que caracteriza a Ronson y que Lykke también maneja a la perfección en una interpretación que suena anhelante, apoderándose de esa letra que no habla de otra cosa que de no resistir la tentación de llamar a tu ex cuando, a última hora del día, te invaden “sentimientos de madrugada”, esa necesidad incontenible de tenerle/a cerca.
‘Medellín’ huía de los estándares del reggaetón, sustituyendo la sobada caja de ritmos de este estilo por beats más bien noventeros y teclados atmosféricos, casi jamaicanos, en una estructura in crescendo, muy meticulosamente trabajada por Madonna y Mirwais. En ‘Medellín’, la melodía perfecta de la autora de ‘Like a Prayer’ se encontraba también, si bien escondida tras un arisco estribillo. Pero hay elementos que eran oro: “si te enamoro / si me enamoras” es el diálogo chico/chica que no sabíamos que necesitábamos oír en ‘La Isla Bonita’; los “1, 2, chachachá” y los “slow down, papi”, los ganchos extra propios de 2019; y tanto Maluma como Madonna se mostraban en sus partes vocales integrados en el mejor dueto posible. Ella dice una intensidad y él se ríe, dejando una sensación de complicidad máxima.
Además de un himno LGTB+, ‘Bags’ es una muestra del crecimiento de Clairo como compositora e intérprete. La canción discurre en dos planos: uno, el de tenue frialdad que mantiene su voz –quizá representando esa mascarada para contener sus verdaderos sentimientos–; y otro, el de la música, más agitado gracias a esa siseante caja de ritmos y que se tensa aún más cuando, en el estribillo, la joven artista norteamericana eleva el tono al cantar los repetidos “walking out the door with your bags” y una guitarra ofrece un contrapunto que se vuelve casi tan reconocible como gancho. La producción de Rostam, más compleja de lo que aparenta, está llena de detalles adorables, como ese piano distorsionado que nos recibe a la salida del coro y el puente. Una auténtica delicia.
‘Million Dollar Baby’ es una suerte de autobiografía cantada en la que, lejos de la frecuente ostentación de dinero y fama, El Ceci entona sus debilidades y explica algunas pistas del porqué de su comportamiento errático, no buscando perdón pero sí comprensión. En su vídeo, además de hacer un guiño a aquella confusa charla con Carlotta Cosials y recoger imágenes de su reciente paso por el BIS Festival, llama la atención la presencia de la propia Alba Farelo, pese a que en la letra no sale muy bien parada para los códigos de autenticidad del rap. Es, muy probablemente, la mejor canción que haya lanzado jamás Cecilio.
Los Punsetes, expertos en hacer sonar sus textos como himnos generacionales cargados de sorna y acidez, repiten con un tema dedicado a los mentirosos, a los hipócritas y a los que se engañan a sí mismos. La letra entonada por Ariadna Paniagua se dirige aquí a los que aseguran que “nunca han copiado”, nunca han “engañado a su pareja” o nunca han “robado en un supermercado”. ¿La parte más divertida? “Dime que no has dicho nunca, estando borracha, que tú controlas”. El estribillo es un llamamiento a la humanidad con sus propias conclusiones: “no eres de fiar, si no haces algo mal / No eres de los míos si no la puedes cagar”. No fallan los autores de ‘Dos policías’, ‘Me gusta que me pegues’, ‘Tu puto grupo’ y ‘Opinión de mierda’, cuyos talento e inspiración para el retrato social no conoce desgaste.
Parecía que el talento de Uge y Don Patricio, sus compañeros de la crew Locoplaya, podrían quedar siempre a la sombra del carisma del flow de Bejo. Sin embargo, sorpresa, para nada. ‘Contando lunares’ es un auténtico bopazo de rap latino basado en un sencillo piano, típico del tumbao cubano, montado sobre un ritmo hip hop reposado que aumenta de BPMs en los versos, obra de Choclock, del gang Broke Niños Make Pesos. Y ahí brillan tanto el estilo natural de Cruz Cafuné, cantante y MC que también formó parte de BNMP, como la verborrea de “DonPa”.
Entre referencias a ‘My Beautiful Dark Twisted Fantasy’ de Kanye West y “polvos encima ‘e la mesa” (no es lo que parece… ¿o sí), esta fantástica producción de Nicael es el fondo perfecto para una letra que habla de anhelos sentimentales, con un estribillo con el que es insultantemente fácil identificarse: “Pensaba que te había olvidao / pero pusieron la canción / que cantamos bien borrachos, que bailamos bien borrachos, que cantamos bien borrachos los dos”. El clip de Colin Tilley, realizador habitual de Bad Bunny y J Balvin, que les sitúa como dos crooners en un club, con guiños a Halloween en los maquillajes que lucen ambos, emulando los del Día de Muertos mexicano, no puede ser otra cosa que una referencia a esa relación que vuelve, como un fantasma.
Al margen de esos apitufados “he’s gone, he’s gone” que sirven de motivo principal para toda la canción, el tema contiene un mensaje de ánimo para una amiga que suele llamar a Tove Lo “llorando” porque no le va nada bien en su relación con su novio, al que define como un “cabrón” o un “capullo”. “Te quiero, y él nunca te quiso”, propone de manera muy ilustrativa la cantante sueca. El tema combina así perfectamente la triste melodía de la guitarrita a la moda de la radiofórmula de esta década, con un punto de superación casi humorístico, retratado en ese estribillo que dice: “Never got tears for that sucker / only one dick that’s a bummer”. El crescendo final termina por hacer despegar esta producción de Shellback y The Struts que además se crecía gracias a su estupendo vídeo.
‘El final del amor eterno’ es, esta vez sí, desde la primera escucha, una de las canciones más sólidas y hermosas de La Casa Azul. Guille Milkyway ya había hablado en ‘Podría ser peor’ del final del amor. Esta composición reincide en esa misma temática -no en vano, sucede a aquella en la secuencia del disco como pista 2- a través de un estribillo bellísimo en el que recuerda los momentos de mayor gloria de ese entusiasmo que ahora se nos ha ido de las manos. Los “tú y yo” son los verdaderos ganchos, pero son las acciones pasadas las que nos llenan de tristeza: “¿Recuerdas cómo rodábamos por las laderas? ¿Cómo volábamos libres por la estratosfera? Ni siquiera intuíamos la posibilidad / De que aquella luz, aquella claridad / Fuera efímera y pasajera”. A destacar el poso de rumbita del pre-estribillo de “dudas”. ¿De verdad es este el mismo grupo que merendaba “galletas”?
‘All My Happiness Is Gone’ es una canción cuyo arranque, de coloridos sintetizadores y melodías memorables, parece en las antípodas del mensaje que sí aclara su título y extiende su letra. “Los amigos son más cálidos que el oro cuando te haces mayor / Y mantenerlos es más difícil de lo que supones / Últimamente tiendo a hacer extraños allá donde voy / Algunos de ellos fueron una vez gente que me alegraba conocer”, comenzaba Berman en una reflexión sobre cómo la vida nos va dejando cada vez más solos, derivando luego en escenas de ansiedad y depresión. Una canción que ya nos llenaba de pavor desde antes de que conociéramos la triste desaparición este año de David Berman.
Junto a Supa Dups, productor de confianza de Drake (aunque también ha trabajado con Eminem o Tyga); Sky, el colaborador más habitual de J Balvin, y DVLP que, a su extenso currículum con grandes estrellas del rap como Eminem o Lil Wayne, sumaba recientemente colaboraciones con Juanes o C. Tangana (‘Bien duro’, nada menos); Bad Gyal publicaba un tema de marcada y dura base dembow, con una sutil flauta que se incrusta en el cerebelo, sobre la que Bad Gyal despliega una fantástica consecución de ganchos melódicos, desde ese pre-coro que comienza con “en Barcelona nos vamos al strip club”, al propio estribillo que habla de bailar una canción de la propia artista envueltos en el humo de la hookah y poniendo el culo en la posición “pon di bike back” –espíritu perfectamente recreado en su clip, con esa escena en la que los figurantes cantan el coro a grito pelao–. Una auténtica borrachera de perreo caliente que invita a pensar que el acuerdo multinacional con Interscope en el que ahora desarrolla su carrera no ha sido sino un acierto. ‘Hookah’ y ‘Santa Maria’ forman parte del que sería su primer disco oficial dentro de ese contrato, tras las fantásticas mixtapes ‘Worldwide Angel‘ (2018) y ‘Slow Wine‘ (2016).
Es una canción de espíritu alegre, con palmas que marcan su ritmo uptempo y unas guitarras luminosas, salpicada de detalles jugosos: esos “hu-hú”s que se repiten ocasionalmente, la perfecta réplica vocal de Danielle Haim, el pre-coro que está tomado de ‘Tonight‘ del heterodoxo rapero iLoveMakonnen, el parón instrumental en el tercer estribillo, dejando entrever una bonita línea de piano, un órgano primoroso y detalles de las seis cuerdas… Y en contra de lo que pueda sugerir musicalmente, ‘This Life’ es una canción bastante amarga en lo lírico, pues se centra en los múltiples obstáculos con los que una relación de pareja debe lidiar para sobrevivir. Por ejemplo, esos “cheating on you, cheating on me” tomados del tema de iLoveMakonnen, no hablan necesariamente de una infidelidad mutua, sino de cómo, por atavismos sociales, a menudo nos forzamos a aparentar que todo va bien cuando no es así (“he estado engañando a toda esta vida y su sufrimiento”, dice en el mismo puente).
‘You Ain’t the Problem’ es un tema de soul y R&B clásico rítmico y alegre, pero al contrario que en ‘Black Man in a White World’, no pesa sobre él un espíritu de tristeza y desolación pese a su acelerado tempo capaz de hacerte bailar, sino uno de júbilo y euforia. Acompañándose de congas, palmas, unas risas de ambiente y de pequeños destellos electrónicos, así como de las guitarras eléctricas sordas propias de Danger Mouse, Kiwanuka crea en ella una composición ligera pese a la densidad de su producción, que recuerda a grandes del soul como Marvin Gaye, Danne Hathaway o Sam Cooke, pero a la vez posee el sello de su autor.
‘All Mirrors’, la canción y el disco, aluden a cómo cada uno de nosotros es una especie de multitud de espejos, que reflejan algo diferente para cada persona distinta que nos mira. En ese sentido, y ya el propio vídeo de la canción, oscuro y onírico, plasmaba esa idea. También habla de decepciones amorosas, recurrentes en su vida pese a ser conocedora de su propio autoengaño y proyectar hacia los demás lo que esperan de ella, no lo que es en realidad. Esa lectura cobra sentido en este espectacular single, también en lo musical: como si las dos Angels que se acaban enfrentando en el vídeo fueran sonidos, sintetizadores plúmbeos y de otra época (un poco John Carpenter) chocan con esos arreglos de cuerda espectaculares, que al final terminan entrelazándose.
Georgia parte en ‘About Work the Dancefloor’ de un espíritu de disco music a la antigua usanza, pero consigue sonar palpitante y vivo, rememorando la alianza de Röyksopp con Robyn o incluso a los primeros Chvrches. Resulta apasionante desde el principio, gracias a un riff de teclado que se convierte en el gran gancho de la canción, repitiéndose de fondo en el estribillo, mientras que su voz repite con cadencia robótica ese “estaba pensando en trabajar la pista de baile”. Pero en el crescendo de la producción –firmada por Georgia junto a Mark Ralph (Years & Years, Clean Bandit)– van surgiendo nuevos matices que la van haciendo crecer con nuevas líneas melódicas que se entrelazan con los preciosos versos, hasta terminar bien arriba.
Pese a que parte de la redacción sostiene que ‘Miliònaria’ es lo mejor que ha hecho Rosalía en 2019… la mayoría difiere premiando en cambio a ‘Con altura’, la colaboración con J Balvin (y como siempre últimamente, con El Guincho, aquí también a las voces) que puede ser el mayor éxito de su vida (¡¡van más de 1.000 millones de streamings!!). Cansinos debates sobre reggaetón aparte, lo que importa aquí es que este single de Rosalía es un auténtico pelotazo que, en su apariencia simple (a veces lo que parece más fácil de hacer es lo más complejo), contiene un atractivo festival de capas y adlibs que engalanan unos ganchos que cortan, golpean y no hay quien se saque de encima o quiera dejar de bailar. Además despliega cierto espíritu paródico, no sólo apelando a su humildad (“dicen una estrella, una figura”) sino también en las citas como referentes a Camarón de la Isla y Héctor Lavoe que, como el tono humorístico de su vídeo, se contraponen al tono oscuro de la base.
‘7 Rings’ desgrana las cosas favoritas de Ariana Grande, que incluyen joyas, coches, casas, champán carísimo y toda una cohorte de fruslerías con las que dejar atrás la mala racha personal que se le ha ido acumulando. Curiosamente, las amigas de los 7 anillos –en realidad, no todas, sólo 4 de ellas más Ariana– aportaron su granito de arena a los versos y aparecen acreditadas como autoras: Victoria Monét, Tayla Parx, Njomza y Kaydence Krysiuk –las otras dos son Courtney Chipolone y Alexa Luria–. Y es que, producida por TBHits y Social House –el mismo tándem que hizo ‘thank u, next‘–, ‘7 Rings’ resulta ser toda una chuchería irresistible, por fácil que parezca la idea de haber recurrido a ‘The Sound of Music’.
‘Don’t Start Now’ reúne elementos musicales que recuerdan a varias décadas de música pop como son las cuerdas de la música disco de los años 70, los sintetizadores y ritmos electropop de los 80 y los pianos del dance-pop de los 90, todo al servicio de una canción eufórica que recuerda inevitablemente al trabajo de iconos del nu disco como Kylie Minogue o Róisín Murphy. Aunque se haya quedado sin número 1 en Reino Unido, la supervivencia de este tema durante 2020 y quizá más allá, quién sabe, está garantizada.
‘Autoestima’ es una canción de amor, pero de amor propio: ya lo dice su título, pero además su letra desde el principio: “Mi papá y mi mamá me hicieron la cara demasiado bien”. Este es el espíritu entre tierno y gamberro que reina en la canción, también en frases como “la gente linda como yo no suele caer bien, ser tan guapo no es tan guay como los feos creen” o “yo en la foto nunca necesito efectos, salgo guapo hasta cuando me despierto”, que puede considerarse el “I woke up like this” de Cupido. 2 minutos bastan al grupo de Pimp Flaco con Solo Astra para armar una canción tan sencilla -es sobre todo acústica- como memorable.
‘sad day’ comienza como una bonita canción de Kate Bush que después va incorporando una tormenta de electrónica al modo de la Björk de mediados de los años 90. Por su parte, la letra plantea una interesante combinación entre tristeza (ese título) y sexualidad (“prueba mi fruta / haz el amor a todo lo que ves”). Sin embargo, su destinatario parece haberse ido, huyendo del pequeño paréntesis de optimismo que supone el cambio de “sad day” por “fine day” de la parte central del texto. “You’re running and I tried to make it work before”, dice en su puente más turbio, que incorpora unos estupendos coros casi religiosos. Otra sofisticadísima producción que añadir a la discografía de FKA twigs, y al tiempo una de sus composiciones más humildes.
‘Gone’ es muchísimo más que morbo. No solo porque sea el perfecto dueto –la autoría de ambas es perfectamente identificable y encaja en sus respectivos repertorios– sino porque es el epítome de lo que esperamos de ellas: emoción, baile y audacia musical. Todo eso confluye en una melodía riquísima, realzada por la épica producción –merece mención aparte el puente convertido en outro, en la que el clímax se autodestruye entre percusiones locas y clicks ‘n cuts vocales–, y una letra que tiene también su enjundia. Según Charli, habla del desamparo que siente a veces cuando se siente sola entre un montón de gente. Pero, en lugar de dejarse llevar por la ansiedad, en ese momento su respuesta es bailar a muerte, liberando toda la rabia a través de la danza y la música. Lo literal de versos como el primero –”Me tengo que ir, lo siento, pero hace frío aquí / Ahora me doy cuenta de que no les importa / Me esfuerzo, pero estoy atrapada por mis inseguridades / Ponme otra, veo cómo el hielo se derrite en mi puño”– se convierte en una profunda reflexión humana en su estribillo: “¿Por qué nos contenemos cuando el agua corre? / ¿Por qué amamos si estamos tan equivocados? / ¿Por qué nos marchamos cuando ha culminado la búsqueda? / No me busques aquí, ya me he ido, cariño”.
Con referentes como Lucinda Williams o Bruce Springsteen, Sharon Van Etten enarbola un discurso contra la gentrificación que termina con el alma de las ciudades. La artista conecta con aquella chica de 17 años que era cuando llegó a la Gran Manzana, y escuchaba a los mayores decir cuánto estaba cambiando para mal la ciudad. Ahora se dirige con ternura a aquella chica que se liberó al trasladarse a la urbe y que no quería escuchar aquel discurso que ella consideraba retrógrado, empatizando con sus emociones pero advirtiéndole de lo errada que estaba (“Te veo tan incómodamente sola / Ojalá pudiera contarte cuánto has madurado”, canta). De manera arrebatadora, en su tercer verso Van Etten abandona el tono cariñoso del resto de la canción para gritarle a aquel yo: “sé en lo que te vas a convertir / Te estás descomponiendo sólo para ver / Que vas a tener tanto miedo como yo”. De manera muy potente, el clip filmado por Maureen Towey para la canción, presenta de hecho a la Sharon de entonces junto a la de ahora en sus rincones favoritos de Brooklyn. Muchos ya son solares vacíos.
‘bad guy‘, que da inicio hábilmente al álbum de Billie Eilish tras el vacile juguetón del invisalign de su intro, da el banderazo de salida del disco por todo lo alto, con un bombo y un bajo gordísimos y cierta urgencia por dar salida. Por contra, esa base rítmica impetuosa se contrapone a unas percusiones pequeñas –unos chasquidos de dedos en bucle– y al canto casi susurrado de Billie, que adorna el tema con ayuda de su hermano Finneas con esos “duh” y ese tecladillo obsesivo que tienen tanto gancho como los propios “i’m the baaaaaad guy” con voz filtrada que rematan cada estribillo. Como nos contaba durante una entrevista, Billie O’Connell gusta de emplear la comicidad ocasionalmente para restar peso a sus mensajes, en plan “¡Cállate, no es tan profundo!” (así nos lo dijo, literalmente). Y ‘bad guy’ es el perfecto ejemplo de ese sentido del humor, no tan reñido con la oscuridad que venía desprendiendo en los primeros adelantos de este disco, como muestra su estupendo clip oficial.
‘The Greatest’ es una balada co-escrita y co-producida por Lana del Rey junto al omnipresente Jack Antonoff que, sin renunciar al sonido identificativo de la artista, presenta suculentas novedades. En cuanto a su idiosincrasia están Nueva York y Los Ángeles, la nostalgia (“echo de menos el rock’n’roll”) y la referencia a las drogas (“Aquellas noches a tope / no podíamos estar más colocados”); expuesto con un lenguaje coloquial extraído de diferentes épocas, tipo precisamente “a tope” (“I had a ball” es algo así como “me lo pasaba bomba”) y esa sensación continua de derrota y pérdida inherente a su discografía (“estoy afrontando la mayor… la mayor pérdida de todas”). Lana del Rey no ha ocultado nunca quiénes son sus referentes o cuánto debe a sus ídolos, mitos para ella. En esta canción no solo hay una referencia muy clara a Beach Boys (“echo de menos el bar al que Beach Boys iban”) sino también a su hit ochentoso ‘Kokomo’ y de manera significativa a su batería fallecido en 1983, ahogado en alcohol, Dennis Wilson.
La mitomanía no se acaba ahí, pues hay más referencias explícitas. Si bien el estribillo sigue sin ser tan inmediato como los de ‘Born to Die’, Lana del Rey nos ofrece algo mejor: una outro preciosa en la que nos habla de Kanye West y David Bowie. Lo hace con amor y maldad, afirmando con rotundidad que “Kanye es rubio y le hemos perdido”, en clara referencia a la simpatía de West por Trump, contra la que Lana ha protestado; y después pone los pelos como escarpias sentenciando que “‘Life on Mars’ no solo es una canción”. La composición de Bowie hablaba de una chica que quiere ir al cine haciendo una reflexión sobre la función del arte en nuestras vidas y la percepción de la realidad que tenemos. Son cuestiones el cine y la duda de la realidad que no pueden representar mejor a Lana del Rey, y por algo la última frase de la canción va por ahí, pero adaptada a la actualidad: “Oh, the live stream’s almost on”…