David Berman había ofrecido en las últimas semanas muchas entrevistas. La mayor parte de ellas con medios musicales que se han interesado por su primer trabajo bajo el nombre Purple Mountains, un disco fabuloso con el que regresaba después de más de una década. Pero hoy llama la atención un encuentro con el autor Travis Nichols para la web de Poetry Foundation, dedicada al mundo de la poesía. Porque Berman no solo era muy querido y admirado por sus discos como Silver Jews, sino también por su libro de poemas ‘Actual Air’, publicado originalmente en 1999 y reeditado este mismo año por su sello discográfico de siempre, Drag City.
En un momento de su charla, más un encuentro entre amigos –o entre figura y admirador, según se mire–, Nichols pregunta qué esperaba de estas nuevas canciones: “Más que nada lo que tengo la esperanza de que la música no moleste o disguste a otras personas que estén a tiro de oído cuando suene”, dice. “No me quejo. Hay gente a la que le gusta mi manera de cantar. Pero a otros les suena mal”. Sin duda su peculiar manera de cantar, aparentemente fuera de tono en muchas ocasiones o en una tesitura vocal no especialmente agradable siempre fue una de sus características, desde el principio hasta la dolorosa noticia conocida en las últimas horas.
Habida cuenta de cuál era su estética musical cuando se inició en la música, no era un problema. Cuando Berman estudiaba literatura en la universidad de su Virginia natal formó con tres amigos llamados Stephen Malkmus, Bob Nastanovich y James McNew un grupo llamado Ectoslavia, que luego pasó a llamarse Silver Jews. El tercero sería años más tarde el tercer miembro ya permanente Yo La Tengo; los dos primeros montarían con Scott Kanberg y otros colegas un grupo llamado Pavement. La impronta estética de los inicios de estos, esa psicodelia lo-fi totalmente delirante y narcotizada, está muy presente sobre todo en ‘Starlite Walker’, el debut del grupo de 1994. Un disco en el que, pese a sus arreglos algo trastornados, subyacía el alma de cantautor-poeta edducado en la tradición americana de Berman. Canciones como ‘Trains Across The Sea’ o ‘New Orleans’ eran una pista clara.
Esa línea alcanzó su mejor expresión en su segundo trabajo, ‘The Natural Bridge’ (1996), un disco por el que siento una debilidad personal, aunque no está particularmente bien considerado en su discografía. Es quizá su trabajo con canciones más redondas –‘How To Rent A Room’, ‘Black and Brown Blues’, ‘Pet Politics’– y arreglos más tradicionales –aunque ‘Albemarle Station’ y ‘The Frontier Index’ sean más aventuradas–. Dos años después llegaba la que para muchos fue su obra cumbre de los 90, ‘American Water’, quizá por la ocasional vuelta al redil del entonces estelar Stephen Malkmus, pero sobre todo por unas letras cada vez más afinadas sobre la cotidianidad de una juventud en permanente desconcierto para encajar en la sociedad. Pero sin gravedad, con una cercanía lingüística encomiable. Hoy hay quien ve en aquellas canciones algunas referencias a su difícil relación con su padre, un orgulloso lobbista que disfrutaba haciéndose llamar “Dr. Mal” y que, explicó Berman, fue la razón por la que cerró su carrera como Silver Jews en 2008: quería centrarse en reparar ese mal que había hecho Richard Berman. Él decía en la misma entrevista citada antes que en aquellos primeros discos se limitó a crear “casa de muñecas”, y sus reflexiones no eran personales ni reales. Eso llegaría en los 2000.
En 2001 publicó ‘Bright Flight’, un disco en el que tanto las canciones como su voz sonaba más nocturna y narcotizada que nunca y que debería destacar porque fue el primero en el que la mujer de su vida, Cassie Marrett, comenzó a participar en sus canciones. Pero no. Desde finales de los 90, junto con Rob Bingham, editor de ‘Actual Air’, se abandonó a un consumo salvaje de drogas de todo tipo. Pero en la fiesta de presentación de este álbum su adicción tuvo su primer episodio grave: sufrió una sobredosis involuntaria con unas “bolsas que le pasaron”. Al día siguiente al volver a su apartamento, volvió a consumir lo mismo. Dos años después cometió su primer intento de suicidio, ingiriendo un enorme cantidad de alprazolam mezclada con cocaína. Un periodista de The Fader aseguró que, cuando le encontró Cassie, en lugar de ir al hospital, se empeñó en ocupar la suite de un hotel de Nashville en el que Al Gore estableció su residencia cuando optó en 2000 a ser presidente de EEUU. “¡Quiero morir donde murió la presidencia!” dijo en recepción.
No lo hizo entonces, como sabemos. Dos años después llegaría ‘Tanglewood Numbers’, el único disco que grabó completamente sobrio, dijo. Un disco en el que se sumaron a la grabación no solo Malkmus y Nastanovich, de nuevo, sino también Will Oldham –Bonnie “Prince” Billy– además de su esposa Cassie. Un disco de sonido expansivo y vigoroso, como el de ‘Punks In The Beerlight’ o ‘Sometimes a Pony Gets Depressed’, y, a la vez, más tradicional, como el de ‘Animal Shapes’ o ‘I’m Getting Back Into Getting Back Into You’, un título que denota esos juegos de palabras tan sencillos y a la vez enrevesados que le caracterizaron. Y no hay mejor ejemplo que ‘Lookout Mountain, Lookout Sea’, título de su siguiente y último álbum como Silver Jews, que no quería decir nada en particular o muchas. Le hacía gracia que las dos “o”s de “look” parecían ojos. Producido por él mismo, fue un fantástico colofón a su carrera, sonando mejor de lo que nunca lo hizo ninguno de sus discos, alternando la solemnidad que irradian ‘Suffering Jukebox’ o ‘My Pillow Is The Threshold’, con el jolgorio españoleto de ‘Aloysius, Bluegrass Drummer’ o el brillo de ‘Strange Victory, Strange Defeat’ u ‘Open Field’. Por si no se nota, es mi segundo disco favorito de Silver Jews tras ‘The Natural Bridge’, publicado poco antes del mutis antes descrito.
Un mutis que solo abandonó ocasionalmente: en 2009, para publicar la recopilación de viñetas ‘The Portable February’; en 2012 se publicó ‘Early Times’, un disco con grabaciones primigenias de los 90; y en 2016 para aparecer, inesperadamente, en ‘Wildflower’, el regreso de The Avalanches. Su voz recita un poema en la final ‘Saturday Night Inside Out’, parte de una colaboración filtrada en 2012, aún inédita, ‘A Cowboy Overflow of the Heart’. Como ya sabemos, este años reaparecía de la nada para contarnos que su madre había muerto y que había sido muy doloroso aunque le pusiera algo de humor. Que su matrimonio con Cassie se había acabado, pero que a pesar de eso seguían viviendo juntos en la misma casa. Pese a todo ella era su familia, y por eso soportaba verla hacer su vida y quedar con otras personas mientras él se quedaba en casa. Así lo cuenta en el excelente ‘Purple Mountains’, un fantástico epitafio que no sabíamos que lo sería aunque, sin conocer las causas de su muerte, no resulte del todo sorprendente. Tras sus dosis de humor, traslucía la soledad y la depresión incurable que padecía. La que le llevó a afirmar que en 10 años había pasado al menos 100 noches en las que creía que no vería un nuevo día. La de este 7 de agosto fue la definitiva.