Willem Dafoe y Robert Pattinson interpretan respectivamente a un farero y a su aprendiz, encargados de vigilar un faro de una isla de Nueva Inglaterra a finales del siglo XVIII y mantenerlo en buenas condiciones durante un mes. De esta manera y a través de estos personajes, Eggers establece una lucha psicológica sobre el ego, el poder y, en definitiva, la condición humana. El director no está interesado en sutilezas, ‘El faro’ muestra lo que es desde el principio: un desquiciado descenso a la locura que siempre va a más. Lo cual no quiere decir que esté exenta de subtexto y significados. De hecho, la película está repleta de simbología a través de objetos, animales y mitos marinos. Eso es lo que la hace tan fascinante y una obra a la que volver. También su arriesgado apartado visual –rodada en 4:3 en blanco y negro y con una llamativa fotografía a medio camino entre el preciosismo y lo sucio– desvela que Eggers es un director con una interesante y muy oscura visión cinematográfica.
Con un dominio del tempo narrativo ejemplar, construye una experiencia angustiosa, casi claustrofóbica, que se ve desde el más absoluto desasosiego. Es una invitación a un universo turbio, tortuoso y feo que no solo hipnotiza por su espectacular técnica visual, sino por un excelente uso del lenguaje, usando un inglés ya obsoleto, que da, aún más si cabe, la impresión de que estamos ante un mundo cerrado, lejano al nuestro y en el que se tiene una sensación constante de alarma. Robert Pattinson –que no cesa de forjarse una de las filmografías más interesantes entre los actores de su generación- y Willem Dafoe ofrecen uno de esos recitales interpretativos que se recordarán por mucho tiempo y en el que se encuentra, probablemente, los mejores trabajos de sus respectivas carreras.
Pese a lo que pueda sugerir que dos actores tan famosos sean quienes la protagonicen, ‘El faro’ está muy lejos de buscar satisfacer al público medio. Es una película-pesadilla tan radical como histérica en su narrativa. No solo resulta ser la confirmación del talento de Robert Eggers, sino que directamente lo sitúa entre los grandes cineastas americanos en activo. 8.