Pero la actualidad de Dolly en los últimos tiempos trasciende la propia música. Se refleja en en el mainstream visual (Netflix estrenó en noviembre ‘Heartstrings’, una serie de ficción con episodios basados en canciones de la artista) y también en el underground de los podcasts: el ultrarecomendable ‘Dolly Parton’s America’ es un programa por entregas que nació en la emisora WNYC pero que se ha convertido en uno de los podcast revelación de la temporada. En él, el periodista Jad Abumrad se embarca en una exploración de la cantante, su obra y su imaginario, inspirado en el ambiente que observó en un concierto de Dolly al que asistió en 2018: en mitad del mandato de Trump, con su país metido de lleno en una guerra ideológica entre dos Américas bien distintas, en el público que iba a ver a Dolly parecían convivir con total armonía y respeto familias de claro corte tradicional derechista, viejos amantes del country tradicional, aficionados a música indie, y público LGTBI+. “¿Qué tiene Dolly que puede conseguir lo que no logramos en la calle, que coexistamos con respeto?”… Abumrad intenta responder a esta pregunta en esos nueve capítulos.
Entre ellos, parece perfectamente lógico que un capítulo entero esté dedicado a ‘Jolene’. La canción, además de ser una completa belleza, tiene mucha enjundia a muchos niveles. En el musical, sin duda: por ejemplo, por ese hipnótico riff arpegiado que tocaba la propia Dolly, y que marca un tono de trepidación, de preocupación ansiosa que se mantiene en toda la canción. O por cómo la melodía hace uso de la escala dórica (habitual en la música medieval y géneros antiguos), dotando al tema de un aire cuasirreligioso y como de balada folk antiquísima.
O también, como comenta en el programa la catedrática Nadine Hubbs de la Universidad de Michigan (cuya tesis doctoral se titula ‘Jolene, Género y la homoerótica cotidiana del Country’), por su subversión de un subgénero del country llamado «The Other Woman songs»: canciones dedicadas a la mujer que te robó a tu hombre (o que pretende hacerlo) y que solían estar repletas de insultos y amenazas de violencia física (como ‘Fist City’ de Loretta Lynn, por ejemplo). En ‘Jolene’, Dolly apela a la otra mujer desde la empatía, no amenazando, sino suplicando («por favor no te lleves a mi hombre sólo porque puedes») y subvierte la diatriba de insultos en una sarta de elogios más propios de un soneto renacentista de amor: “Tu belleza no tiene comparación, con bucles de flameante pelirrojo oscuro, con piel de marfil y ojos verde esmeralda / Tu sonrisa es como un soplo de primavera, tu voz es suave como la lluvia de verano”.
En la tesis de 79 páginas que la doctora Hubbs escribió sobre ‘Jolene’ hasta se apunta a ciertos tintes homoeróticos del tema. Su teoría es que la protagonista de la canción se siente de hecho atraída por Jolene. Cuando en el podcast le preguntan a Dolly si es así ella ríe y dice que no, pero más tarde tiene unas bellas palabras en las que repite lo que siempre ha dicho sobre su público LGTBI+: que no tiene más que amor para ellos y que cualquiera puede amar a quien quiera. Que el pecado está en quien juzga.
Podríamos llenar párrafos sobre las maravillosos elementos musicales de ‘Jolene’: las imposibles armonías que Dolly se hace a sí misma, cómo las cuerdas y la guitarra pedal steel se funden en un celestial fondo… hasta el seco y minimalista ritmo, en el que la guitarra parece conducir a la batería y no al revés. Pero seguramente basta con escuchar, cerrar los ojos, y ser hipnotizado por una de las piezas de música más conmovedoras del siglo XX.
‘Jolene’ suena en la entrega nº 350 de Popcasting, el podcast de Jaime Cristóbal, disponible en este enlace.