Aunque han pasado, a lo tonto a lo tonto, casi seis años desde ’Vida inteligente’, el veterano grupo madrileño se ha reactivado relativamente rápido para este disco –recordemos que aquel llegó tres lustros después de ‘Nada’–. Sobre todo teniendo en cuenta que tanto Josele como Fino Oyonarte han publicado y presentado en directo sus quinto y primer disco en solitario, respectivamente. Y, sobre todo, teniendo que suplir la marcha de su guitarrista desde el año 87, Manolo Benítez, al grupo de rock urbano Porretas. Pero se han rehecho enseguida, al reclutar a David Krahe, guitarrista de Josele desde hace años, cuya aportación guitarrística, perfectamente sincronizada y engrasada con la del compositor y cantante “enemigo” principal, es palpablemente rica.
Esto, confiesa Santiago, parece haber insuflado nuevas ganas al grupo, que se traduce en un disco urgente, acelerado y divertido, en el que la clásica conexión con el universo de Leño y discípulos se abre a un power pop más propio de The Posies o Airbag. La mención de los malagueños no es gratuita. Primero, porque aquí las melodías, potenciadas con frecuentes coros de todo el grupo, son especialmente bonitas y luminosas, con enorme gancho. Y después porque su sonido, esa “bestieza”, se ve muy bien amplificada por un experto en la materia como Carlos Hernández Nombela (Carolina Durante, Triángulo de Amor Bizarro… y Airbag).
El arrebatador single de presentación, ‘Siete mil canciones’, no era un accidente ni una casualidad, sino que marca la pauta general de la mayor parte de ‘Bestieza’. Por esa senda, como una enérgico y bien perfilado sopapo, el disco arranca henchido de ímpetu con aquella canción (sobre un pobre diablo tan anacrónico como enamorado), la bonita ‘Vendaval’ –primera de las tres co-escritas por Fino y Josele– y ‘La ofensa’ –que presume de esos giros melódicos tan propios de Josele entre líneas cruentas como “Eres gente, puta gente / Gente que no va a sobrevivir / Ojalá revientes”–.
Esa es la pauta: pildorazos de menos de tres minutos bien distribuidos en su minutaje que apenas dejan (un poco sí, pero solo un poco) que medios tiempos más atmosféricos y divagantes –sobre todo ‘La costumbre’ y ‘Rey pescador’, a priori poco deslumbrante pero de intenso final– hagan decaer la tensión. Y cuando lo hace, ahí llegan pepinazos de rock-más-allá-de-etiquetas como ‘Menos que un perro’ –con armonías y guitarras que les hermanan tanto con Rosendo como con Teenage Fanclub(!)–, la tronante ‘Mar de sendas’ o la fantástica ‘Océanos’ –la única en la que Fino toma el micro como solista, con ecos de psicodelia 60s–. Se puede afirmar que ‘Bestieza’ mola más cuanto más eso, bestia, y hay una excepción que confirma la regla: ‘Sacrilegio sideral’, una elegante y bonita historia sobre dejar atrás lo que nos asfixia y lanzarnos al abismo sólo para ver qué pasa.
Esta, en particular, es una muestra fantástica de otra de las grandes bazas de Los Enemigos: la narrativa poética (o viceversa) de Josele Santiago. ‘Bestieza’ presume, de nuevo, de tantas letras quizá demasiado herméticas y rebuscadas como de algunas interesantes y reflexivas (‘Sacrilegio sideral’ y ‘Menos que un perro’ evocan la filosofía de Diógenes y Laercio, por ejemplo). Pero cabe quedarse, sobre todo, con montones de versos preciosos e inspiradores, ora por su sencillez (“Como un poema vuelvo a casa herido”, de ‘Vendaval’), ora por su contundencia (“La capitulación expande mi mente (…) / Nada me hace más fuerte que desertar”, de ‘Sacrilegio sideral’), mis favoritos). Quizá sea absurdo buscarle demasiadas vueltas a su trasfondo: mejor dejarse llevar por sus melodías, que esta vez son tan imponentes como numerosas. Algo que celebrar.
Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Siete mil canciones’, ‘Vendaval’, ‘Océano’, ‘Sacrilegio sideral’, ‘La ofensa’
Te gustará si te gustan: Rosendo, The Replacements, The Posies y el José Luis Cuerda escritor.