Como obra conceptual, ‘Gran Pantalla’ trata desde diferentes ángulos la adicción de la sociedad a las nuevas tecnologías y a las redes sociales, y ‘Libertad obligada’ no es ninguna predicción simpsoniana sobre la pandemia, sino una reflexión sobre la parte oscura, o más bien invisible, de la vida influencer. Recientemente, Revista Deriva ha publicado un interesante artículo sobre la auto-explotación laboral de quienes se dedican al mundo de la cultura y obligatoriamente utilizan la tecnología como medio de producción, y ‘Libertad obligada’ parece ir por ese camino cuando, en su primer verso, plantea que el protagonista de la canción «libremente se esclaviza»: «él trabaja desde casa, emprende, es entusiasta / altas cuotas de pantalla, de la noche a la mañana».
Sin embargo, ‘Libertad obligada’ pronto incorpora referencias a una «disciplina exhibicionista» y a un intercambio de «calderilla y dopamina» y poco a poco va quedando claro que el protagonista de la canción, que «mide el éxito en exceso» y es preso de los aplausos, es un personaje público que vende su propia imagen, porque «él mismo es su marca». En esta potente canción post-punk con guitarras en realidad muy luminosas y power-pop, las cuales la convierten en una de las composiciones más inmediatas y accesibles de un disco que ya es estas dos cosas de por sí, Biznaga llegan a una conclusión «obligada»: «pensaba que se realizaba, pero solo se explotaba». Posiblemente una crítica más amplia sobre ese capitalismo que ha pasado de explotar a la población a conseguir, mediante las redes sociales, que esta se explote a sí misma.