El vídeo de ‘Muerte en Motilleja’ presenta a Rodrigo Cuevas en una serie de escenarios rurales tales como el interior de una casa de campo (tanto en su salón como en una de sus habitaciones o a la entrada, ante la que Rodrigo baila una jota matando la cámara con la mirada) o dentro de la histórica bodega de Chinchón, y es una sucesión de fotogramas memorable unos después de otro en la que el vino resulta tener un protagonismo fundamental.
La canción, adaptada de una composición antigua, habla por supuesto sobre la muerte y el legado que dejamos una vez hemos desaparecido. «Cuando la muerte acecha, cuando se puede sentir el frío aliento del fín en la nuca; el ser humano es capaz de llegar analizar lo esencial, desechar lo banal, encontrar la pureza, despreciar el odio y abrazar las cosas de nuevo, como si uno volviese a nacer», explica Cuevas en el texto promocional. «En el mundo antiguo, el de nuestros abuelos, y en el de los abuelos de éstos; la muerte era algo presente, de lo que se hablaba claramente, cara a cara. Porque es verdad, porque es necesaria y porque es tremenda, y sabían que la única forma de que la muerte no fuese olvido era hablando, contando». El artista concluye: «Contémonos lo que nos asusta, lo que nos queremos, juntémonos y contémonos cosas, porque ni las cosas ni las personas se acaban con su muerte: nada más se acaba lo que no se cuenta».