Música

Taylor Swift / Fearless

2009 fue un buen año para la música, pero sobre todo fue un buen año para Taylor Swift. Su segundo disco vende 10 millones de copias, «hace famosa» a Taylor mucho antes que Kanye West le robase el foco en la gala de los MTV VMA, y con él, la artista se hace a sus 20 años con el Grammy a Album del año, convirtiéndose en la persona más joven en lograrlo.

‘Fearless’ es el disco de country más premiado de la historia, pero sus virtudes se acaban prácticamente en cuanto empieza a sonar la primera canción. No vamos a caer en la trampa del poptimismo y empezar a mirar este disco con otros ojos ahora que Taylor supuestamente mola: es triste que un disco tan sumamente mediocre, blanco y mojigato en todos los aspectos pulverizara comercialmente cualquier lanzamiento del momento, pero la imagen virginal -y nada ambigua- de Taylor enamora a uno de los países más conservadoras y religiosos del mundo occidental, que no duda en ensalzar a esta inocente artista criada desde el catolicismo mientras el resto del mundo, que a duras penas sabe quién es, espera con impaciencia el próximo movimiento de la provocadora Lady Gaga, que en este momento ya ha hecho historia poniéndose los atuendos más imposibles, subvirtiendo roles de género, bailando en muletas o chorreando sangre en directo.

Después de triunfar con un primer disco que, por cierto, ve la luz en exactamente la misma semana que ‘Back to Black‘ de Amy Winehouse, Taylor se consolida con un ‘Fearless’ multimillonario que por alguna razón la crítica considera un trabajo prodigioso dada su edad (no existía Lorde entonces, aunque sí Lily Allen, Alicia Keys y Kate Bush), pero que no puede sonar más anacrónico en sus descripciones del amor adolescente, más propio del año en que se edita ‘Romeo y Julieta’ -obra en la que se basa el éxito ‘Love Story’- que del siglo actual. Mucho se ha escrito -merecidamente- sobre el espíritu emprendedor de Taylor Swift, una persona que a los 20 años de edad ya está hecha toda una empresaria, pero ‘Fearless’ es, irónicamente, el disco que inicia la complicada relación de la artista con el feminismo. Sus letras, ñoñas en el mejor de los casos, están obsesionadas con el ideal de amor romántico promocionado durante siglos por el patriarcado, en el que las chicas creen en los cuentos de hadas y en el príncipe y azul y sobre todo carecen de cualquier tipo de deseo sexual. En ‘Fearless’, la única chica que se entrega a ese deso es Abigail, la mejor amiga pelirroja de Taylor, y la cosa termina mal. Ella le da a su chico «todo lo que tiene» y él entonces «cambia de idea» y le rompe el corazón. En el disco, Taylor es más feliz cuando el chico de sus sueños, que por supuesto tiene coche, condición que es mencionada en al menos dos canciones, la invita a bailar «bajo la lluvia», hasta el punto que ni ella misma evita caer en actitudes que hoy consideraríamos misóginas de un Drake o un Ed Sheeran. La carta de amor psicópata de ‘Hey Stephen’ es un ejemplo: «podría darte cincuenta razones por las que soy la persona a la que deberías escoger, todas esas chicas son guapas, ¿pero acaso te escribirían una canción?» Y otro es el «slut-shaming» de ‘You Belong with Me’, cuyo videoclip incide en el complejo de «o virgen o puta», mientras en la letra Taylor se dedica a criticar a la novia del chico que le interesa: «ella no entiende tu humor, yo escucho la música que a ella no le gusta, ella nunca conocerá tu historia como yo, pero ella lleva minifaldas, y yo camisetas, ellas es la animadora y yo estoy en las gradas». Taylor Swift, la más margi del lugar. ¡Pobre Taylor Swift!

Taylor Swift no tiene la culpa de haber tenido una infancia perfecta y de que su horizonte de desgracias en este momento se limite a sufrir rupturas, vivir con nervios el primer día de instituto o perder una amistad, pero esto tampoco justifica que su lirismo pueril reciba innumerables premios y registre cifras de ventas verdaderamente grotescas. A su favor hay que decir que las canciones de Taylor, si bien fijadas en un country-pop blando y «hechas a medida» para la radiofórmula más complaciente, pueden llegar a enternecer por su pureza y honestidad, aunque nunca son ni una molécula de lo divertida que es ‘We Are Never Ever Getting Back Together‘ (ciertamente, la adolescencia es para tomarse a uno demasiado en serio, todos hemos pasado por eso). También cabe destacar que, en algunos puntos de ‘Fearless’, la misma Taylor se encarga de destapar la ficción del cuento de hadas en la que enmarca todo su disco. Cuando en ‘White Horse’ se derrumba la fantasía de su amor, canta que ella «no es una princesa» y que su historia «no es un cuento de hadas». Y en ‘Fifteen’ ya predice que hará «cosas más grandes en la vida que salir con el chico que juega en el equipo de fútbol». Incluso en uno de los cortes, ‘The Way I Loved You’, pide un poco de caña a su novio porque está cansada de lo perfecto que se ha vuelto. ¡Cómo de perfecto debe ser para cansar a Taylor! Sin embargo, el puritanismo más rancio campa a sus anchas en un ‘Fearless’ que de «valiente» tiene poquito, si contamos el hecho que Taylor se atreviera a publicarlo.

En 2010, poco después de que ‘Fearless’ ganase el Grammy a Álbum del año, la escritora Marie Lyn Bernard publicó un histórico artículo en el qué analizaba las posibles razones por las que Taylor «ofende a «little monsters», feministas, y raritos». Invocando a un Estados Unidos aparentemente al borde del apocalipsis, escribía que «el interés por exaltar a Taylor Swift responde a un intento desesperado por inferir a nuestro país una ideología digerible y conservadora en la forma de un ideal de feminidad reprimida». La escritora añadía que este objetivo «está funcionando porque Swift escribe buenas canciones y América teme que sus hijos hayan sido corrompidos por la vagina psicótica de Britney Spears y la desagradable adolescencia de Miley Cyrus». Una década después, Taylor Swift se ha puesto de lado de los fans de estas dos personas apoyando a tope al colectivo LGBT, desmarcándose de los votantes de Donald Trump y básicamente escapando del yugo de esa educación católica que tanto influyó su primer material. Hoy, ‘Fearless’ y ‘folklore’ suenan hechos por dos personas distintas, y qué suerte, porque si Swift hubiera seguido el camino del primero, hoy el pop sería un poco menos divertido y mucho, mucho, mucho más aburrido.

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Publicado por
Jordi Bardají
Tags: taylor swift