‘Las niñas’, un ‘Yo fui a EGB’ feminista, histórico, emocionante

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‘Las niñas’, un ‘Yo fui a EGB’ feminista, histórico, emocionante

En los últimos años han triunfado una serie de libros, fiestas, merchandising y demás anclados en la nostalgia ochentera bajo el nombre ‘Yo fuí a EGB’ (sic). Un recordatorio de la cultura pop para la gente que no sabe cuántos cursos tiene la E.S.O. que logra arrancar una sonrisa a un público que admira polos de Drácula y Calipos como si hubieran cambiado el mundo cual ‘Ciudadano Kane’. ‘Las niñas’ es una película que, situada un poco después, en 1992, utiliza parte de esa imaginería: un póster de ‘Sensación de Vivir’ por aquí y un cassette de doble pletina por allá enamoran a la gente en torno a los 40 como aquel inocuo «revival». Pero aquí hay mucho más. La cinta de la debutante Pilar Palomero, que obviamente nació en 1980, no tiene nada de «inocuo» y sí mucho de universal: emocionante como ‘Verano 1993‘, con la que comparte productores, y a la vez divertida cuando toca, suena ya fuerte para las candidaturas a los Goya del año que viene.

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El excelente guión de ‘Las niñas’ nos habla sobre cómo fue crecer en una España que ya habíamos olvidado lo devota que pudo llegar a ser. Sobre cuántas cosas nos hemos perdido por la influencia del «qué dirán» o lo traumático que puede ser desnudarte delante de alguien por primera vez cuando no te han explicado un par de cosas. Y en particular sobre cómo fue todo esto siendo mujer. No oculta la cinta su vocación feminista desde su mismo título, y sus primeras líneas hoy en día nos hacen rasgarnos las vestiduras: una niña que es censurada por moverse de manera demasiado «marimacho»; decenas que cantan en el patio de colegio una canción con una letra tan tóxica como aquella del «capitán de un barco inglés, que en cada puerto tiene una mujer». Y cómo se pegaba la cabrona.

Si el cine social español tiene el sambenito de ser demasiado relamido y explícito, ‘Las niñas’ corre en dirección contraria. Son muchos los momentos hilarantes vividos por unas protagonistas de diferentes cursos que devanean entre la niñez, la pubertad y la adolescencia, como el recuerdo del primer cigarro, la primera vez que alguien te pide rollo o el primer contacto con un preservativo.

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Además de una excelente dirección de actrices, a destacar la pequeña y embriagadora Andrea Fandós y también su madre Natalia de Molina; Palomero ha hecho una labor documental realmente minuciosa respecto a aquella época, hasta el punto de que ha captado el modo en que se esquivaba, como con vergüenza, la «x» de la palabra «sexualidad». Hasta el sonido de las moscas en un viaje al pueblo cabe en su querido diario.

En esa labor no puede faltar la música, y Héroes del Silencio sonando detrás de un portazo y la recuperación de un par de temas sobresalientes de los olvidados Niños del Brasil elevan una película que esquiva más de un tópico sobre el «coming of age» y deja una primera y una última escena que, desde su sencillez, están tan cargadas de simbología y significado como el show más complejo y empoderador de Beyoncé. Maravillosa. 9.

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