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4 razones para hacer el esfuerzo de ver ‘Veneno’ y un par de cosas mejorables

Por si no tenías suficientes suscripciones en tu haber, entre Filmin, Netflix, Movistar+ y HBO, entre otras, la única opción para ver ‘Veneno’ completa es desenterrar aquel A3Player que un buen día (des)apareció en tu televisión. Los fans de Cristina Ortiz y «Los Javis» pudieron ver los 8 episodios antes del atronador estreno en abierto en Antena 3, en el que se exhibieron 2 capítulos y para de contar. El resto eran de pago online, y ya no es el dinero, pues el precio de ver esto es simbólico, sino el esfuerzo de suscripción, sincronización con tu aparato si este no es el último grito del mercado, el tiempo para verlo cuando hay tantísima oferta… El esfuerzo merece la pena, no obstante, pues la serie sobrevive el hype e incluso lo supera, como analizamos en este artículo.

4 razones para ver ‘Veneno’

El enfoque «ni puta ni santa»
‘Veneno’ se basa en la biografía de Cristina Ortiz, «La Veneno», que autoeditaba hace unos años Valeria Vegas, hasta el punto de que la serie alterna la vida de ambas, icono y escritora. El libro recibía el título de ‘Digo: Ni puta ni santa’ y Javier Calvo y Javier Ambrossi han exprimido esa dualidad. Por un lado la serie muestra la espontaneidad de un personaje capaz de hacerte llorar de risa por la sabiduría que puede esconder una frase improvisada («A la tele hay que ir hecha un putón»); y por otro no oculta que el personaje era insoportable hasta decir basta. Por un lado, a alguien que dio visibilidad a lo que era ser transgénero; y por otro, a alguien que termina siendo «dañino para el colectivo» y «una mujer trans muy preocupada por su físico y por encajar en el referente binario de mujer cis», como cuestiona Samantha Hudson en un cameo lleno de significado. La Veneno queda expuesta como probablemente fue: alguien genuino, pero que era mejor no tener demasiado cerca, al menos demasiado tiempo.

El nuevo registro de Los Javis
Calvo y Ambrossi, autores de las exitosas ‘Paquita Salas‘ y ‘La llamada‘, y últimamente cuestionados por su omnipresencia televisiva, se enfrentaban aquí al reto de pasar al biopic, a un registro más dramático y complejo, no exento de humor -menos mal-, pero sí definitivamente con más aristas. Los datos de audiencia les avalan, y lo cierto es que no se les ha dado nada mal. ‘Veneno’ está equilibrada en su planteamiento, no abusa de lo lacrimógeno, divierte, entretiene y mucho, en tanto que es una de esas series que puede devorarse en una loca tarde de confinamiento. Hasta sale airosa del juego entre realidad e imaginación, muy necesario en el caso de La Veneno, un personaje que no se caracterizaba por su honestidad. El episodio del polígrafo o el del entierro sirven para reflexionar sobre qué es verdad y qué fantasía en todo el relato.

El retrato de la sociedad española
Imagínate que no te interesa absolutamente nada el personaje, ni las reflexiones sobre el colectivo LGTB+, ni la importancia de ‘Vestida de azul’ (maravilloso homenaje en esa cabecera), qué significaba ser trans en un pueblo, o qué significaba ser trans e ir a la cárcel que no te tocaba por tu identidad de género. Aunque seas Javier Maroto y ciertas cuestiones y escenas de esta serie no te revuelvan las tripas, ‘Veneno’ consigue ser un retrato del resto de la sociedad española durante los años 90 y los 2000, desde la música pop (las fans de Take That, el suicidio de Juan Antonio Canta) hasta la historia de la telebasura, pasando por la historia del periodismo español. Se habla de un spin-off sobre La Paca, y fenomenal, ¿pero qué tal si vamos a lo chungo y hacemos un spin-off sobre la cancelación de ‘La sonrisa del Pelícano’ de Pepe Navarro, cuando su audiencia era excelente?

El elenco (pese a sus peros)
La apuesta por actrices medio desconocidas para interpretar a alguien tan conocido como La Veneno es otro de los aciertos de la serie: Daniela Santiago e Isabel Torres son La Veneno que todos conocimos en televisión y ya han sido reconocidas con el Premio Ondas… como también Jedet: su selección para hacer de La Veneno de joven no puede ser más acertada dado lo controvertido de su propio personaje público. Representa el paso del adorable «Joselito» (enormes también los niños Guille Márquez y Marcos Sotkovszki) al amor/odio que suscita el personaje adulto.

Mientras Lola Rodríguez como Valeria va creciéndose a medida que avanza la serie y a su vez se va asentando como adulta, y lo de Paca «La Piraña» haciendo de sí misma es oro puro, hay que elogiar también lo bien traído de algunos de los decenas y decenas de cameos, como Pepe Navarro cuando te preguntabas qué pensaría de todo esto, Kaydy Cain haciendo de preso enrollado, Soy Una Pringada haciendo de fan de Take That, La Zowi haciendo de Sonia Monroy…

Eso sí, entre los más de 100 personajes que hay aquí, hay ciertas pegas, por exceso o por defecto, como se vio sobre todo en la segunda temporada de Paquita Salas: a Lola Dueñas el papel de periodista se le queda muy pequeño, pues por muy importante que sea en la historia, cada vez que aparece parece que va a pasar algo grande que no se da; y lo de poner a Ana Milán a hacer de Sara Montiel, no, no ha sido para nada una buena idea.

2 cosas mejorables

Ciertas licencias artísticas
La complejidad del relato, en varias líneas temporales, y en varias ciudades, ha llevado a Los Javis y el par de directores que se han encargado de un par de capítulos a tomarse ciertas licencias artísticas. El montaje en los primeros momentos de la serie es un poco confuso, sobre todo si no tienes ni idea de que se llegó a publicar un libro sobre La Veneno. En la línea, los experimentos escenográficos -el paso del plató al sofá, el episodio de la discoteca- no son tan poéticos como los de un Olivier Dahan, ni tan necesarios después de todo. El paralelismo intergeneracional está tan excesivamente subrayado como en ‘W.E.’, aquella película que dirigió Madonna, cuando aquí, por trama, tendría que haber sido pan comido, lo más natural del mundo.

La música
Julio de la Rosa, encumbrado hace tiempo pero sobre todo tras sus Goyas por ‘La Isla Mínima‘ y ‘El hombre de las mil caras’, ha compuesto la música de ‘Veneno’. Pero después Los Javis no han podido evitar convertir la serie en otro de sus artefactos pop, sobrecargados de información y con cosas capaces de robar el plano cuando no toca. El momento Pet Shop Boys logra ser mágico, como Amaia cantando ‘Pongamos que hablo de Madrid’ porque su voz es tenue, pero otras opciones adquieren demasiado protagonismo, teniendo además muy poquito que ver con los gustos de La Veneno. La introducción de Viva Suecia es hermosa, ¿pero quién querría que la cumbre de su biopic fuera una canción que ni siquiera llegó a poder escuchar? Especialmente la selección de Cranberries y Natalie Imbruglia es inadecuada: canciones que te sacan de la escena en que suenan en lugar de todo lo contrario. Claro que… ¿quién deja de ver una serie porque la música tenga demasiado protagonismo? 8.

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Publicado por
Sebas E. Alonso