Música

Los concursantes de Operación Triunfo, otros conejillos de indias que ha dejado la pandemia

En un mercado de música pop más saturado que nunca, los concursantes de Operación Triunfo buscan su hueco. Jóvenes e inexpertos, algunos tienen suerte de tener claro su sonido, como Amaia, Miki o Anne Lukin, o de recibir sobre la mesa canciones mínimamente buenas porque el pop lo absorbe todo al fin y al cabo, como Aitana. Otros vagan como vacas sin cencerro buscando el próximo sonido en el que, por fin, encontrarse a sí mismos.

Atender a los lanzamientos musicales de los últimos concursantes de Operación Triunfo está siendo un pasatiempo de lo más entretenido. Y no siempre en el buen sentido. Por cada Marta Sango que sorprende con un divertido single de electropop ochentero que suena inspirado en Fangoria; por cada María Escarmiento que es capaz de darle una vuelta al reggaetón de moda dotándolo de un sonido industrial y de una actitud punk que a nadie importa sea impostada; sale un Flavio que no puede sonar más desubicado en los ritmos disco-pop contemporáneos de un Nick Jonas cuando su voz a quien recuerda es a Chris Isaak. ¡Tenemos un Chris Isaak en España y no lo aprovechamos! Por no hablar de Samantha: ya hemos comentado que la valenciana posee un timbre de voz muy folclórico, muy años 70, muy María del Mar Bonet, pero ella lo que saca son canciones de reggaetón buenrollista que no le pegan nada para que solo las escuchen sus fans.

La historia no es nueva: los concursantes de Operación Triunfo llegan a la Academia convertidos ya en un producto televisivo, y después son los compositores o productores (o ellos mismos) quienes les diseñan una canción a su medida con el propósito de darle recorrido musical a ese producto pre-existente, pre-fabricado. Con mucha suerte terminan grabando una buena canción. Y que nadie se confunda: no es malo per se ser un producto prefabricado, pero demasiadas veces se nota cuando las canciones lo son: cuando eva b presenta una que ha decidido colocarse la etiqueta de alternativa antes de tiempo, cuando a Anaju le sucede lo mismo, cuando Damion busca el pastel del trap-pop melódico sin diferenciarse de las cosas más random que escuchas en las playlists de Spotify, cuando Nick Maylo se intenta colar en el mercado antes llamado urbano, o cuando Jesús Rendón busca convertirse en el nuevo David DeMaría a estas alturas de la vida. Las canciones no suenan mágicas, sino a sucedáneos de cosas que ya has escuchado, a borradores que no deberían haber visto la luz, a fotocopias mal procesadas. Son malas. Es como si nadie supiera qué hacer con muchos de estos artistas… ¡mucho menos ellos mismos! Y no hemos hablado de las portadas











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Publicado por
Jordi Bardají