‘Soul’ no empieza muy bien. Técnicamente el nivel es altísimo, como es de esperar en una producción de esta envergadura. La recreación de Nueva York y el diseño de los personajes es asombrosa. Pero narrativamente, al principio, no funciona demasiado bien (y eso que el primer giro argumental es de lo más arriesgado). Por un lado, Docter parece repetir melodía. La estrategia conceptual de ‘Soul’ recuerda demasiado a ‘Del revés (Inside Out)’: representar ideas abstractas por medio de figuras antropomórficas y espacios metafóricos.
Por otro, da la sensación de que todo en el filme está excesivamente calculado. Se transparentan demasiado los engranajes dramáticos y narrativos de la máquina Pixar. Es como si se hubiera rodado con el manual de instrucciones de la compañía en la mano, aplicando la fórmula que tan bien ha funcionado en las últimas décadas. Esto es algo que afecta -y esta vez durante toda la película- a uno de los aspectos que no suele fallar en sus filmes: la emoción. Es difícil que te tiemble el labio con ‘Soul’ como en los anteriores títulos del director.
‘Soul’ no emociona, pero impresiona. Asombra la capacidad del director para tratar temas complejos y transcendentes –nada menos que la muerte y el sentido de la vida- de forma sencilla, divertida y poética. Primero, a través de un uso muy creativo del dibujo. Docter mezcla el realismo y la abstracción figurativa de manera excepcional, con un diseño del “Más Allá” y el “Más Atrás” muy imaginativo y lleno de referencias pictóricas: de las figuras picassianas de los Jerry, a la Divina Comedia ilustrada por Gustav Doré.
Segundo, a través de la peripecia espiritual y terrenal de los dos protagonistas: un fracasado músico de jazz afroamericano (sorprende gratamente la apuesta por la diversidad racial de ‘Soul’) y un alma rebelde que se resiste a bajar a la Tierra. La tensión entre los caracteres de estos dos personajes, entre quien se aferra a la vida aunque que no sabe vivirla y quien no quiere comenzarla aunque sí sabe hacerlo, da forma a un sencillo pero muy lúcido discurso que cuestiona la cultura del éxito y celebra la belleza de la existencia.
Y, tercero, por medio de una metáfora como la música. La película juega con la polisemia de “soul”, con el concepto de “alma musical”, del arte como medio de elevación espiritual, para rendir un bello homenaje al jazz y su filosofía. Acompañado por una estupenda banda sonora a cargo de Trent Reznor, Atticus Ross y Jon Batiste, ‘Soul’ nos invita a “jazzear” libremente por la vida en vez de centrar nuestras ambiciones y expectativas en un único propósito. 7,9.