Este viernes 2 de abril se estrenan en Movistar+ los primeros episodios de la segunda temporada de ‘Merlí. Sapere Aude’, el spin-off de la exitosa serie catalana que se viralizaba fuera de la TV3 a lo largo de sus 3 temporadas, y con buenos motivos. Centrada ya en el personaje de Pol Rubio, y en concreto en sus años universitarios como estudiante de Filosofía, la serie acusaba cierto desgaste, algo normal teniendo en cuenta que estábamos ante el 4º año en total de lo que podríamos considerar una serie de autor (Héctor Lozano), si bien conservando algunas de sus bazas, que es más o menos lo mismo que podemos decir de esta «5ª temporada». Analizamos los pros y los contras de estos 8 capítulos, que serán los últimos, sin «spoilers».
Contras:
1.-La filosofía ya no importa: Las clases de filosofía de un instituto sirvieron originariamente de base para el éxito de esta serie. Como en ‘El club de los poetas muertos’, un profesor conseguía motivar a una generación de jóvenes con sus conocimientos y un poco de psicología inversa. Los estudios de Pol Rubio tienen lugar en la Facultad de Filosofía, el personaje de la Bolaño (María Pujalte) promete… pero como en la temporada anterior, no terminan de saltar las chispas. Como si el creador de la serie no hubiera querido ahondar en otros pensadores o como si estuviera cansado de todo esto, los dilemas éticos han pasado a ser superfluos y residuales. El clímax de la serie en ese sentido no termina de llegar, aunque prometiera.
2.-La conciencia social tampoco: Movistar+ ha venido promocionando la segunda temporada de ‘Merlí. Sapere aude’ llamando la atención sobre el «plot twist» que se nos presenta en el primero de estos nuevos capítulos. Por momentos parecemos estar ante la temporada de mayor conciencia social de «Merlí», un giro que mantiene al espectador enganchado a lo largo de estos 8 últimos capítulos (sobre todo los primeros)… pero que al final tampoco aparece especialmente bien desarrollado. La atención del espectador irá decayendo un poquito, por eso.
3.-Ni los novios de Pol Rubio: Mediante un flashforward de ‘Merlí’, un buen día llegamos a averiguar qué futuro aguardaba a todos los personajes que nos importan de la serie, incluido el de Bruno, que ya se informó de que no aparecería esta temporada. De esta manera, todo lo que rodea a la vida amorosa de Pol Rubio resulta algo anticlimático.
A esto no contribuye que la gran baza de la temporada sea la incorporación de un carpintero interpretado por Jordi Coll: parece que se ha destinado más tiempo a la peluquería de su melena y a su vestuario supuestamente desgarbado y salvaje que a desarrollar algo más de un par de líneas de su vida.
Pros:
1.-Los secundarios más veteranos: Si algo se mantiene en ‘Merlí’ es el cuidado de algunos de sus secundarios. Hay algo desaprovechado en el personaje de Eusebio Poncela, y le vemos en escenas desiguales (esa actuación) y poco creíbles (su amistad con la Bolaño), pero sólo por las posibilidades que encierra su local, por el uso del verbo «llorir», y por contraponer a generaciones tan distintas como la suya y la del Pol Rubio, su incorporación es un sí. Mención aparte para la inexplicable sitcom que lía el guión entre Carmen Conesa y Boris Ruiz. ¿Creo que funciona?
2.-El uso contenido de la música: Por lo que coquetea, sobre todo últimamente, con ser una serie adolescente más, una telenovela tipo ‘Élite’, se agradece que la banda sonora de ‘Merlí’ no sea una playlist de aspiraciones millonarias con el indie, el trap y el reggaetón de moda, todo mezclado a la vez. La música de ‘Merlí’ puede ser un poco relamida, pero se agradece la contención cuando se trata de música pop. Adivinamos que a Héctor Lozano le gusta mucho La Casa Azul. Le gusta mucho, quizá incluso demasiado. Pero eso es todo.
3.-El final definitivo: El creador de la serie ha informado de que no habrá continuación para ‘Merlí. Sapere Aude 2’, pues considera que aquí ha de acabar un «viaje que ha durado muchos años». El capítulo final, bastante fantasioso, y el WTF de la última escena, no son el mejor punto y final que me puede venir a la mente; pero hay que reconocer que esta última temporada de la serie logra enganchar y dejar un agridulce sabor de boca, igual que las demás, sin necesidad de grandes aspavientos, trucos ni dramáticos cliffhangers.
Con toda la calma del mundo asistimos en su día al crecimiento de un grupo de adolescentes en el instituto, a las muertes de algunos personajes que parecían fundamentales en sus vidas, y de la misma manera ahora contemplamos cómo desarrollan sus vidas acercándose a la vida adulta, como todos hicimos, ya junto a otras personas. Es un acierto que ahora se ponga el punto y final aquí: sin pensar mucho vienen a la mente mil y una maneras de exprimir esto un par de años más hasta llegar a ese futuro que ya conocimos. Pero no las habrá. La serie sabe cerrarse así, no en lo más alto, pero sí con resquicios de lo grande que fue y de todo lo bueno que nos dio.