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‘First Cow’: el Salvaje Oeste como nunca lo habíamos visto

Kelly Reichardt se dio a conocer en 2006 con ‘Old Joy’, una delicada y melancólica historia de amistad masculina protagonizada por el músico Will Oldham (más conocido como Bonnie «Prince» Billy), escrita por Jonathan Raymond (su guionista habitual, autor también del libreto de la estupenda serie ‘Mildred Pierce’, de Todd Haynes), ambientada en el estado de Oregon (como casi todas sus películas), y musicada por Yo la tengo.

Quince años después, tras varios retratos femeninos (las extraordinarias ‘Wendy y Lucy’ y ‘Certain Women’), un western poético y anti-épico (‘Meek’s Cutoff’), y un sugerente thriller (‘Night Moves’), la directora regresa con otra historia de amistad masculina. Otro western atípico, ambientado en Oregon (en 1820, durante la fiebre del comercio de pieles), escrito nuevamente por Jonathan Raymond, y con música de William Tyler, antiguo miembro de Lambchop.

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Si en ‘Old Joy’ se narraba el fin de una amistad, en ‘First Cow’ se cuenta el inicio: el encuentro entre un sensible cocinero de una expedición de cazadores de pieles y un enigmático inmigrante chino. La historia de estos dos hombres fluye, tranquila y sosegada, como el rio Columbia por donde llega esa “primera vaca” que da título a la película. Una vaca que le sirve a la directora como observadora silenciosa de los humanos y como metáfora para hablar sobre el establecimiento del capitalismo durante la conquista del Oeste.

Como ‘Meek’s Cutoff’, ‘First Cow’ es un western heterodoxo y a contracorriente. El paisaje no es amplio, seco y filmado en panorámico, sino estrecho y húmedo como un bosque y filmado en 4:3. Los protagonistas no son duros cowboys, sino hombres tiernos y delicados que cocinan buñuelos en vez de marcar reses, y se mantiene al margen en las peleas de bar. No hay épica ni trascendentalismo crepuscular, sino intimismo y cotidianidad. No hay grandes acciones, sino pequeños gestos.

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‘First Cow’ es la confirmación (si es que hacía falta) de que Reichardt es una cineasta vocacionalmente independiente. Una autora irredenta e insobornable, con discurso y mirada propia, que no utiliza el “indie” como trampolín para dar el salto a Hollywood y rodar una de superhéroes (como la oscarizada Chloé Zhao), sino como espacio de libertad creativa. No es una cuestión de romanticismo, sino de coherencia moral y artística. Ya le gustaría a Reichardt, como dice ella misma, “tener un sueldo y una casa a mis cincuenta y muchos años”. Pero no a cualquier precio. Afortunadamente mantiene su ritmo de trabajo. La próxima: ‘Showing Up’, con Michelle Williams nuevamente como protagonista.

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