«No tiene coño»: ¿de verdad ‘Rocío: contar la verdad para seguir viva’ es un cambio de paradigma?

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«No tiene coño»: ¿de verdad ‘Rocío: contar la verdad para seguir viva’ es un cambio de paradigma?

La hayas visto o no, está claro que la docuserie ‘Rocío: contar la verdad para seguir viva’ no necesita mucha presentación. Fue noticia ya desde antes de emitirse: Rocío Carrasco, la hija de la histórica cantante Rocío Jurado, rompía su silencio de décadas respecto a la relación con sus hijos y su exmarido.

Pero lo que en principio iba a ser otro contenido tipo ‘Cantora: La Herencia Envenenada’ para rellenar horas de la parrilla de Telecinco usando a una de las sagas familiares más conocidas de nuestro país, pronto pasó a ser algo más allá de la crónica rosa. Tan pronto como se emitió el primer episodio y Rocío Carrasco desveló que dos años atrás había intentado suicidarse, comenzando a detallar los motivos que la llevaron al límite, y denunciando todo un calvario de maltrato físico y especialmente psicológico por parte de Antonio David Flores. A lo largo de 12 episodios ha contado cómo el ex colaborador de ‘Sálvame’ habría además manipulado a sus hijos para romper cualquier vínculo maternofilial, llegando incluso a esa brutal paliza de hija a madre, que acabó con la hija condenada por maltrato continuado.

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Digo que pasó a ser algo más allá de la crónica rosa no solo por la naturaleza del asunto o porque se colase en las conversaciones del día a día, sino por las reacciones que ha tenido en distintos sectores. Desde Mercedes Milá asegurando que “la daría entera en las facultades de Periodismo” a los tuits de Irene Montero y Rocío Monasterio sobre el asunto desde el primer día (la primera llegó a entrar en directo en ‘Sálvame’), pasando por el nada desdeñable aumento del 42% en las llamadas al 016, o ese surrealista momento de Pedro Sánchez pidiendo a María Teresa Campos el número de Rocío Carrasco. Desde luego, esto no ha sido solo una trama de ‘Supervivientes’.

A raíz de lo que comentamos, hay quienes han dado las gracias a la productora y a la propia cadena por la labor social realizada con esta docuserie, insistiendo que estábamos viviendo un momento histórico, solo comparable con el caso de Ana Orantes, y defendiendo que el programa ha sido un ejemplo de “ética en televisión”. Sin embargo, aspectos como la división de la docuserie en cada vez más semanas (algo criticado por el propio Jorge Javier) o el esperpento que fue aquella visita de Rocío a plató dan la sensación de que se ha querido exprimir al máximo, y que se ha querido convertir en memes y en un circo debatible aspectos que quizás no son tan debatibles… y que desde luego no son un circo (ojo, en otros contextos bienvenido sea el circo; me parece mucho más digno como programa de entretenimiento ‘Sálvame’ que ‘La Sexta Noche’).

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‘Rocío: contar la verdad para seguir viva’ llega a su fin (de momento) dejando muchas preguntas en el aire, y no me refiero especialmente a las preguntas que tienen que ver con la vida de Rocío, sino sobre lo que ha supuesto todo esto. ¿Ha tenido el programa en muchas mujeres ese impacto tan positivo del que se habla, y ha contribuido a visibilizar la importancia del maltrato psicológico y del machismo cotidiano de conceptos como el de “mala madre”? Probablemente. ¿Hemos vivido un ejercicio de hipocresía enorme por parte de muchos de los colaboradores de la docuserie y los programas que la comentan, como denunciaba en directo Marc Giró? Pues probablemente también. Es muy posible que esta docuserie hubiese sido un testimonio más cuidado y realizado con más respeto en otras manos, pero también es muy posible que así no hubiese llegado a tanta gente. Ahora bien, ¿supondrá esta docuserie de verdad un cambio de paradigma respecto a los programas de corazón y al tratamiento que hacen de temas tan peliagudos, como tantos auguran? Ojalá, pero para eso haría falta levantar muchas alfombras. Y, como dijo la propia Rocío en una de las frases más recordadas de la docuserie (tras la que acompaña al titular), “perro no come perro”.

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