Entre las reinvenciones más llamativas de los últimos tiempos hay que hablar de Laura Mvula. Hace unos años, la cantante británica recibió grandes elogios de la crítica especializada por el sofisticado sonido de pop-soul orquestado de sus dos primeros discos, ‘Sing to the Moon‘ (2013), uno de los discos clave del siglo XXI; y ‘The Dreaming Room‘ (2016). Con ambos, Mvula suma ya dos nominaciones al Mercury Prize y ninguna victoria, exactamente igual que Adele. Sin embargo, la buena aceptación crítica de la música de Mvula no fue suficiente para la multinacional Sony Music, que en 2017 le comunicó su despido en un e-mail de 7 líneas.
Hay que ser necio para dejar ir un talento como el de Laura Mvula, a todas luces una de las voces más impresionantes del pop actual, y también una de las compositoras más originales e inteligentes, y su nuevo disco ‘Pink Noise’ demuestra que Atlantic ha hecho muy bien sumándola a sus filas. Y si ese fichaje pasaba por hacer un disco lo más comercial posible, pues Atlantic también es una multi al fin y al cabo, la decisión ha sido totalmente acertada.
Mvula ha vuelto inspirada en los años 80 hasta el punto que parece Grace Jones en el vídeo de la balada ‘Safe Passage’ y hasta el punto que ‘Got Me’, el single más bailongo de este tercer trabajo, saquea sin ningún escrúpulo ‘The Way You Make Me Feel’ de Michael Jackson.
Pero ‘Pink Noise’, producido por un Dann Hume que se ha aprendido de pe a pa todos los trucos del op de los 80, no es solo un festival de referencias más o menos obvias, también es un disco de pop sintético que, a su vez, solo podría haber hecho Laura Mvula. No es un pastiche como lo de Bruno Mars o Dua Lipa, sino que está más cerca de la cohesión de Jessie Ware
, solo que, en lugar de a las ballrooms, mira a las radios de la época.Nacida en 1986, Mvula es lo suficientemente mayor (solo tiene 35 años) como para haberse criado con las baterías resonantes tamaño estadio de Janet Jackson o Phil Collins, las guitarras funky de Chic o Prince (tanto Nile Rodgers como el príncipe púrpura eran fans de ella) o las prom ballads de Lionel Ritchie o Cyndi Lauper. Todos estos ingredientes conforman un ‘Pink Noise’ en el que la personalidad de Mvula ejerce de pegamento.
La bailable ‘Remedy’ es su particular homenaje a la era ‘Rhythm Nation 1984’ de Janet Jackson, hasta el punto de que su letra también es una denuncia contra el racismo. Las bombásticas producciones de Jimmy Jam and Terry Lewis, de hecho, parecen una referencia en el adictivo single ‘Church Girl’, en el que Mvula canta sobre liberarse de sí misma. Y la tierna balada ‘What Matters’ con Simon Neil de Biffy Clyro, al que le sienta de miedo el papel ochentero por extraño que parezca, te hace querer estar en el baile de fin de curso de Olivia Rodrigo.
Sin que ‘Pink Noise’ vaya a pasar a la historia como muchas de sus influencias, su homenaje a los 80 suena tan convincente como los que han solido practicar Carly Rae Jepsen o Jack Antonoff. A Mvula también le interesa el post-disco de Patrice Rushen, como sugiere el corte titular; y ‘Conditional’ presenta una producción enrevesada que es posible vincular a la última Róisín Murphy.
Pero, al contrario que muchos de sus contemporáneos, Mvula se crece especialmente en las baladas. La joya de la corona es ‘Magical’, un baladón que cuenta con un estribillo tan grande que podría derribar un edificio y que describe un «romance tecnicolor» bañado en un «sueño interestelar». Escuchar ‘Pink Noise’ es vivir la misma experiencia.