Música

Koreless / Agor

Rara vez un artista tarda 10 años en publicar su álbum debut después de darse a conocer con un par de temas. Ha sido el caso de Lewis Roberts. El músico galés aterrizó en la industria en 2011, en plena fiebre post-dubstep, con dos delicadas producciones llamadas ‘4D’ y ‘MTI’ que llamaron la atención de los medios especializados, pero no ha sido hasta este mes cuando ha publicado el primer disco largo de su carrera. Dice que grabarlo ha sido una tortura por culpa de su perfeccionismo pero ‘Agor’ no es en absoluto una tortura de escuchar. En cambio, se nota la atención en el detalle de su autor en todas sus esquinas y recovecos. Es una verdadera pieza de orfebrería electrónica de principio a fin.

Koreless no solo ha pasado «15 horas» diarias durante años encerrado en su estudio-zulo de Londres grabando este álbum, también ha visto la luz del sol para colaborar como productor en ‘MAGDALENE‘ de FKA twigs, el mejor disco de 2019 y uno de los discos clave del siglo XXI; y para trabajar con gente tan dispar como Rita Ora o Perfume Genius. ‘Agor’, sin embargo, es un universo completamente independiente de todos estos artistas. Por sonido a veces recuerda -como tantas obras de electrónica actuales- a la obra más intrigante de Oneohtrix Point Never, pero la obsesión de Roberts en este disco con lo que Pitchfork llama acertadamente «puntillismo» sonoro hace que su trabajo sea vinculable a la escena glitch, sin que tampoco encaje del todo en ella. ‘Agor’ es un trabajo de electrónica alienígena, tan familiar por momentos que parece una amalgama de varias cosas que han sucedido en la electrónica en los últimos tiempos, pero igualmente extraño e indescifrable.

‘Agor’, que significa «abierto» en galés, se compone de producciones más accesibles y épicas y otras más abstractas. A Roberts le han inspirado cosas tan improbables como los recopilatorios de Café del Mar, el paisaje de su Glasgow natal o una ‘Mumbai Theme Tune’ de A. R. Rahman

a la que llama la «pieza de música clásica más épica y apocalíptica de la historia», pero el sonido de ‘Agor’ está delimitado a su propio mundo de canicas encadenadas que parecen hechas de acero y goma, arpeggios cósmicos y voces femeninas tratadas para hacerlas sonar como si estuvieran atrapadas dentro de un éter digital. Aunque, a veces, como en la intrigante ‘White Picket Fence’, vuelve a estar presente una estética medieval con clavecines y voces eclesiásticas.

Entre las composiciones épicas de ‘Agor’ hay que destacar ‘Black Rainbow’, toda una obra maestra del «in crescendo» llena de detalles que suena como un híbrido entre el glitch más melódico y los beats mecánicos y feroces de la escuela Raster-Noton. ‘Black Rainbow’ incluye uno de los pasajes en ‘Agar’ en que la música es engullida de repente por lo que parece un agujero negro, un efecto que él llama «ruptura» y que es la razón de ser del título de un disco que se «rompe» varias veces hacia nuevos lugares, como si mudara de cuerpo constantemente. ‘Joy Squad‘, el single principal, con esa voz fragmentada en pequeños cubículos que se arrastran mecánicamente como cadenas, es el ejemplo más accesible y adictivo de lo que este disco tiene que ofrecer, y ‘Shellsock’ el más denso, épico y melódico.

Pero donde Koreless demuestra en ‘Agor’ una habilidad especial es en sus momentos más escurridizos. ‘Frozen’ es una maravilla del uso del espacio y de la técnica de sonido fragmentado, una composición donde arpas y voces dialogan libremente como convertidas en figuras geométricas que casi puedes tocar con los dedos. Y ‘Hance’ es puro diseño de sonido en el sentido más «arty» del término, una grabación protagonizada por el sonido de unas pelotitas que suenan como si estuvieran siendo vertidas dentro de un recipiente. Estos dos temas mantienen los ojos como platos en un trabajo donde a veces se nota demasiado la influencia de Oneohtrix (‘Act(s)’ y la final ‘Strangers’, con esos coros infantiles, son puro ‘R Plus Seven‘) pero en el que Koreless logra equilibrar una enorme belleza estética, emoción y un sonido avanzadísimo que a duras penas parece hecho por un ser humano.

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Publicado por
Jordi Bardají