El debut en largo de la francesa Barbara Pravi ha llegado al público en la última semana de agosto, como recordando que el otoño se acerca, remitiéndonos a un pasado -el de la chanson- tan remoto que hasta se nos había olvidado, y recurriendo reiteradas veces a los pájaros como metáfora, bien del amor que se nos escapa, bien de las libertades que anhelamos. De esto último hablaba ‘Voilà‘, una canción de autoafirmación en la que Pravi trataba de reivindicarse a sí misma con sus virtudes y con sus defectos, que un día pensamos ingenuamente que podía ganar el Festival de Eurovisión -antes de conocer el insólito alcance del huracán Måneskin
-. Al final, quedó segunda.Barbara Pravi había publicado ya tres EP’s en Francia, había escrito para otras personas -incluyendo a Jaden Smith, el controvertido hijo de Will Smith-, de hecho compuso el tema ‘J’imagine’ para Valentina que ganó Eurovisión Junior 2020, y también había participado en musicales como ‘Heidi’ y ‘Un été 44’, en este último interpretando un tema original de Charles Aznavour. Todo ello produciendo que Pravi llegue a este lanzamiento con su millón de oyentes mensuales, trascendiendo ligeramente las fronteras de su Francia natal: tiene decenas de miles de fans en Holanda y en Madrid.
Lo que todos esos seguidores fieles esperan de un disco de Barbara Pravi, tantos meses después de Eurovisión, son sin duda más aproximaciones a la canción francesa clásica, más temas que les recuerden a los tiempos de Françoise Hardy circa ‘Mon amie la rose’, o más recientemente Benjamin Biolay. Es adonde nos llevan canciones a piano como ‘L’homme et l’oiseau’, que forma un tríptico/videoclip conjunto con ‘Voilà’ y con otro single llamado ‘Le jour se lève’, el cual cuenta con una segunda parte con mayor protagonismo del violín y el violonchelo.
En otros puntos del disco, Barbara Pravi parece querer explorar la complejidad de sus orígenes y aprovechando que sangre iraní y serbia corre por sus venas, los arreglos de ‘Saute’ miran más hacia Oriente, como los ritmos tribales de ‘La femme’. Es esta una canción de corte feminista, en la que la cantante reivindica «su cuerpo más o menos bello, sus elecciones, sus reglas, sus cargas, su pecho, su corazón y sus reflejos, su piel, su cintura, su sexo», afirmando que hará con todo ello «por las noches», lo que «le dé la gana», porque distintos tipos de mujer caben dentro de ella.
Su acercamiento al folclore de otros países no tiene mayor recorrido experimental que primero Stromae y después la Madonna de ‘Madame X’, y las grandes victorias de ‘On n’enferme pas les oiseaux’ se producen en verdad en formato reducido. En ‘L’homme et l’oiseau’, cuando el pájaro es el amor que nos deja («¿A qué brazos voló? / ¿Hacia qué nuevo ensueño?»). En el «spoken word» de ‘La vague’. En la intrigante ‘La ritournelle’, con un diálogo teatral lleno de misterio, con un punto de locura y confusión, más francés que el guión más enrevesado de Éric Rohmer. Y en la preciosa ‘Prière pour rester belle’, un canto desesperado a la pérdida de la belleza y la juventud, en la que se dirige a los dioses para suplicarles: «Juradme que soy más que esto / habladme de eso que atraviesa las edades / Decidme «tu alma es inmortal / este cuerpo no significa nada, sólo él envejecerá»». Pide Barbara Pravi que «no se encierre a los pájaros», pero es cuando estos corren cierto peligro, cuando ofrece como artista lo mejor de sí.