Los proyectos con los que Sufjan Stevens nutre los cinco añazos que transcurren entre sus “discos oficiales” me suelen hacer alzar una ceja. Especialmente, los colaborativos. Usualmente, son obras conceptuales, difíciles y aburridas. Así que tomé la noticia de este álbum en comandita con Angelo de Augustine con bastante indiferencia… Hasta que oí el primer single, ‘Reach Out’. Ahí llegó la sorpresa. Porque en cuanto arrancó con esa guitarra y el juego de voces de ambos, pareció que estuviéramos de vuelta a la era ‘Michigan’ / ‘Seven Swans’. Después de ¡cinco! discos de ambient, después de que en ‘The Ascension’ encontráramos a Sufjan abrazando con fervor la electrónica DIY, tanto clasicismo resultó, paradójicamente, sorprendente.
‘Reach Out’ indicaba bien a las claras la dirección de ‘A Beginner’s Mind’. En su propio sello el proyecto se anunciaba así: “La música es folkie, dulce, sincera y armónicamente efervescente. Simon & Garfunkel con florituras New Age”. Tal cual: una profusión de instrumentos como guitarras, guitarras acústicas y ukuleles, con el toque que le otorgan los queridos sintetizadores Prophet que tanto brillaron en ‘The Ascension’.
La excusa del disco es muy simple. Sufjan, Angelo y otros amigos del sello Asthmatic Kitty se juntan en una cabaña en el estado de Nueva York en una especie de campamento de composición. Cada noche ven una película. Las películas les despiertan ideas y sensaciones para crear música, así que deciden componer canciones basadas en esas películas, que uno empieza y el otro continúa. Lo de ‘A Beginner’s Mind’ viene del concepto de shoshin (“mente de principiante”), del budismo Zen, ese ojo “nuevo” con el que ver y pensar los acontecimientos… Pero también de uno de los films visionados: ‘Le llaman Bodhi’ (‘Point Break’), el mítico thriller surfero de Kathryn Bigelow, protagonizado por Patrick Swayze y Keanu Reeves.
Este aspecto de celebración del cine como espectáculo está coronado por el envoltorio del disco. El arte gráfico es de Daniel Anum Jasper, un artista de Ghana que realizó las ilustraciones en base a muy pocas indicaciones. Tal como se elaboraban desde finales de los 80 los famosos carteles de cine de su país. Pero a pesar de todo esto, muy poco de cinematográfico tiene la música en sí. Las canciones, aparte de folkies, parecen tener poco que ver con las películas, más allá de algunas referencias en las letras. De hecho, los filmes son un mero «mcguffin». Stevens y De Angelo parten de ellos para hablar de la soledad de los seres humanos y otros problemas existenciales. Así, por ejemplo, ‘La cosa’ de John Carpenter genera una preciosa y tierna tonada en ‘(This Is) The Thing. Tampoco parece haber mucho criterio a la hora de escoger las películas. Aparte de ‘Le llaman Bodhi’, por aquí circulan exitazos como ‘El Silencio de los corderos’ (no en vano, el disco aparece dedicado a Jonathan Demme), filmes de culto (‘El cielo sobre Berlín’), el clásico de terror ‘La noche de los muertos vivientes’, leyendas fílmicas como la Margo Channing de ‘Eva al desnudo’, ignotas películas fantásticas de los 80 como ‘Return to Oz’ o subproductos para el consumo directo doméstico, como ‘A por todas de nuevo’.
Al provenir tanto Stevens y De Augustine de la escena folkie, al ser ambos multiinstrumentistas y tener un timbre de voz parecido, cuesta discernir dónde empieza uno y acaba otro. Sus personalidades se funden. El hecho de que muchas de las canciones estén cantadas a dos voces, ayuda a la confusión. En los créditos tampoco se especifica quién ha hecho qué. La diferencia es que Angelo es un cantautor encantador y competente… pero Sufjan es un genio, y una no puede evitar, escuchadas las obras de ambos, de otorgarle el mérito del asunto. Porque ‘A Beginner’s Mind’, por más excusa cinematográfica que gaste, por más colaborativo que sea, a lo que remite realmente es a… Sufjan Stevens. Al Sufjan pre-‘The Ascension’. Al de ‘Carrie & Lowell’, al de 2003-2004, al de los discos navideños, por su sonido entre casero y absolutamente virtuoso. La desnuda guitarra de ‘Lady Macbeth in Chains’ nos sitúa en ‘Seven Swans’. Cuando arranca ‘Olympus’, esos golpes del piano son tan arquetípicos, que has de comprobar que no estás realmente en algún track perdido de ‘All Delighted People’. Los arreglos de ‘(This Is) The Thing’, son calcaditos a muchos de los de ‘Carrie & Lowell’… Aunque la voz de Angelo se hace dueña de ‘Beginners mind’, la canción, el piano de Sufjan marca el terreno.
Como crítica, la tentación es castigar a Sufjan Stevens un poco por haber ido a lo fácil. A lo que sabe hacer: esos temas folks, tan bien cantados, tan bien tocados. Pero, precisamente por eso; porque le sale tan bien, tan fácil y tan bonito, porque todo es tan familiar, es por lo que este disco, alcanza el corazón. ‘A Beginner’s Mind’ es una sucesión de temas repletos de lo que solemos buscar en las canciones de Stevens, sin fallos, sin nada que chirríe. Son canciones que arrullan, con un nivel altísimo… Y con sus cimas, claro: la encantadora ‘Lady Macbeth in Chains’; la voz de Sufjan lanzando sus mejores requiebros en ‘Olympus’, el dolor que se intuye en la pizpireta ‘Fictional California’… Y, sobre todo, la perfección de ‘Back to Oz’, quizás la mejor canción de Stevens desde ‘Carrie and Lowell’. Su atmósfera de soul, los juegos de voces angelicales, la melodía, las pequeñas pausas, el estribillo… todo eso la convierte en la gran tonada pop de Sufjan. Y cuando te encuentras con los versos “I’ll be there to play my part” persiguiéndote durante semanas, entiendes que sí, que este es otro gran disco de Stevens. Que esta vez, la colaboración con De Augustine, en vez de empañarle, le ha dado mayor brío. Al final la experiencia de ‘A Beginner’s Mind’ es como ver por enésima vez esa película que adoras: un placer tan conocido como reconfortante.