Música

Kylie Minogue / Fever

Es 2001. Tengo 9 años. La televisión está encendida, sintonizo la MTV. En algún momento se emite el vídeo de ‘Can’t Get You Out of My Head’ de Kylie Minogue y el impacto es inmediato. En ese momento no existe cosa más «cool» en el mundo. ¿Quién es esa mujer venida del futuro que conduce con gafas de sol a través de una autopista? ¿Qué es esa coreografía robótica que realiza con sus bailarines? ¿Qué es ese vestido? ¿Por qué literalmente «no me puedo quitar esta canción de la cabeza»?

Ver el vídeo de ‘Can’t Get You Out of My Head’ por primera vez es uno de mis primeros recuerdos musicales. ‘Fever’ fue además uno de mis primeros CDs. Mi madre no consiguió encontrarlo en ninguna tienda, quizá porque aún no había salido (en aquel momento no manejaba fechas de lanzamientos) y pidió a la madre de un compañero de clase que le ayudara a encontrarlo. Finalmente el CD de ‘Fever’ llegó a mis manos en algún momento de los meses siguientes, no sé si en 2001 o ya en 2002, pues el disco llegó al mercado un 1 de octubre hace 20 años. Obviamente cuando te gusta la música desde pequeño, los CDs son un regalo recurrente en los días especiales, y ‘Fever’ fue un disco que escuché sin parar durante muchos años, cuando mi colección musical aún no abarcaba probablemente ni 10 títulos.

Todo el mundo conoce la historia de ‘Fever’: Kylie venía de triunfar con ‘Light Years‘ en su regreso a la música disco y a los sonidos del dance-pop europeo y se juntó con una serie de productores y compositores semi desconocidos, entre ellos Rob Davis, Greg Fitzgerald y una Cathy Dennis que a la postre escribiría ‘Toxic’ de Britney Spears (canción que la misma Kylie rechazaría) para llevar el sonido de ‘Light Years’ a su nivel más elegante y sofisticado. Cuando Kylie ya carga con 15 años de carrera a sus espaldas, lo cual entonces parece otra vida, la australiana «renace» y ‘Fever’ se convierte en el disco más vendido de toda su carrera, superando los 9 millones de copias vendidas.

El responsable de tremenda repercusión fue el single principal del disco, ‘Can’t Get You Out of My Head’, más conocido como «la la la». Es el más exitoso de la carrera de Kylie en aquel momento y también hoy. De niño me fascinaba la coreografía «brazo derecho toca hombro izquierdo, mano izquierda apunta hacia arriba, mano izquierda enhebra brazo derecho y se posa sobre codo derecho, las dos manos saludan al aire y hacen palmadita a las piernas, las dos manos van hacia la cabeza, la cabeza da vueltas» y, sobre todo, la canción me parecía como venida de otro mundo. Entonces la música que escuchaba era teen-pop (Britney, Lene Marling, Billie Piper), R&B (Lutricia McNeal; sí, en serio) o recopilatorios (‘Boom’) y, si ‘Gourmandises’ de Alizée ya me parecía casi música de alienígenas, lo de ‘Fever’ me resultaba totalmente avanzado, como entrar de niño en un bar de adultos.

Puede que ‘Fever’ no fuera un trabajo ultramoderno y «avanzado» cuando el pop mainstream de la época ya había absorbido el sonido French House uno o dos años atrás, pero el álbum ha aguantado el paso del tiempo gracias a sus propios méritos. La estética de ‘Fever’ -sonora y visual- propone una refinación absoluta de lo futurista, un minimalismo casi gélido. Kylie ya no es humana sino un cyborg y los ritmos dance mecánicos del disco están producidos con una precisión quirúrgica pero, a la vez, parecen pesar como una pluma. Las canciones admiten influencias del latin house, el eurodance o el electro y se regocijan en los placeres de la vida: la música, el baile, el deseo, el sexo, el amor. En ‘Fever’, Kylie -que al fin y al cabo es humana- está enamorada, obsesionada incluso, pero no nos lo cuenta con baladones insufribles, sino con temazos dance que bailar hasta que la discoteca cierre.

Ya en la época me resultaba curiosa la secuencia de ‘Fever’: el disco se abre con su pista más larga, ‘More More More’, una sobrada de sensualidad que se «desliza» sin esfuerzo hasta alcanzar los casi cinco minutos de duración. Y se cierra con un trallazo llamado ‘Burning Up’ cuando tantos discos de la época chapan con la balada de turno. ‘Burning Up’ es la producción más afilada de ‘Fever’ y también es una de sus pistas más divertidas, pero suele pasar inadvertida en las retrospectivas del álbum porque todo lo que sucede anteriormente es digno de comentario, especialmente los singles. Pocas canciones de la época han capturado la euforia de un amor como ‘Love at First Sight’, todo un clásico; la hipnótica ‘Come Into My World’ suena incluso más a futuro que ‘Can’t Get You Out of My Head’, apreciación a la que contribuyó su fascinante videoclip dirigido por Michel Gondry; e ‘In Your Eyes’ es pura elegancia latin-house que hierve hasta explotar en un final ensoñador.

Pero no solo por los singles ‘Fever’ es uno de los discos clave del siglo XXI. De los discos más vendidos de 2001 y 2002 también es uno de los más cohesivos y equilibrados en cuanto a su secuencia y la razón es que no contiene una sola balada. El disco se toma un respiro en la etérea ‘Fragile’ y la canción que siempre me ha parecido la balada de ‘Fever’, ‘Your Love’, por lo melódica y bella que es su melodía, en realidad es bailable. Incluso cuando ‘Fever’ explora hacia otras direcciones consigue mantenerse en su eje: el electropop de ‘Fever’ es el epítome de lo «cool» y la producción de ‘Give it To Me’ es un festín de rayos láser y marcaciones telefónicas que aporta agresividad al conjunto, siempre elegante. De vuelta al nu-disco, ‘Dancefloor’ te sume en lo más profundo de la noche y el exaltado nu-disco de ‘Love Affair’ te eleva hacia los cielos. «Quizá haya algo en el aire…», canta Kylie, enamorada de esa persona pero, sobre todo, de la música.

En algún momento de su carrera, Kylie afirmó que «el objetivo de mi trabajo es hacer que lo difícil parezca fácil». En este sentido, ‘Fever’ suena como todo un milagro, un dechado de creatividad e inspiración en el que todos los músicos involucrados se encuentran en la misma onda. Escuchado hoy -sobre todo en un buen equipo- sigue siendo una de las experiencias más divertidas que puede tener cualquier aficionado a la música pop y el motivo principal es que nunca se toma a sí mismo demasiado en serio. Para lo denostado que ha solido estar el pop desde ciertos sectores -incluida la crítica musical- no hay cosa más adulta.

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Publicado por
Jordi Bardají