El nuevo «disco» de Lorena Álvarez era en realidad un EP de 4 canciones grabado en el Valle De Hecho, en los pirineos de Huesca. Es un proyecto pequeño pero lleno de amor por la música en su concepción más pura. «En estas canciones hay una intención de poner en valor la música tradicional», ha explicado la artista, «pero no cómo género musical, ni estilo, ni como ornamento o etiqueta, sino como manera de acercarse al mundo y relacionarse con él».
En estas cuatro composiciones registradas dentro de las residencias artísticas LoMón Contemporáneo en agosto de 2020 (tres nuevas y una versión de ‘Soy un olmo’, editada en el álbum anterior), la cantautora asturiana se acompaña de una orquestina formada por tañedoras de cuerda amateur de la zona, en concreto de laúdes, bandurrias y guitarras, y entrega probablemente su trabajo mejor producido o, por lo menos, el que suena más limpio, pleno y profesional. Una evolución de lo hallado ya en ‘Colección de canciones sencillas’ pero adaptada al formato de un disco corto que, en 12 minutos, cumple su propósito de acercarnos a su visión de la música tradicional, que para Lorena es «la esencia y no el adorno, es la raíz y no la rama y es la casa del misterio más primigenio, con muchas puertas disponibles para que las abramos y exploremos en qué consiste ese misterio».
Escondía más puertas necesariamente ‘Soy un olmo’, una de las composiciones más graciosas de toda la carrera de Lorena Álvarez, que en este nuevo EP abandona el ritmillo de carrusel de antaño para entregarse a los brazos de los rondadores oscenses, y sale favorecida del experimento.
En su estilo, las canciones nuevas que ofrece el EP suenan de lujo y se suman con dignidad a lo más destacado del repertorio de la cantautora. La animada ‘Dos pájaros en un almendro’ es una co-autoría de Enrique Morente y Juan José Lagraba en la que Lorena vuelve a conjugar naturaleza y romanticismo, y que llega a su clímax cuando esta cede el protagonismo vocal a uno de los cantantes de la orquesta solo para que el coro se le una unos segundos después, lo cual crea un bello momento de euforia.
En forma de balada, ‘La mano ardiendo’ ya no observa un árbol si no una estrella que pasa por el cielo durante una «noche oscura», y Lorena alterna esta visión nocturna con un escenario más íntimo todavía de sensualidad junto a la persona amada.
Pero la canción más romántica del EP ha de ser ‘Una rosa’: su precioso diálogo de cuerdas dibuja una melodía que incluso puede sonar italiana, una melodía sobre la cual Lorena, cual trovadora medieval, planta un discurso lleno de esperanza: «cantar si me vuelvo a equivocar, y besar el suelo al tropezar, recobrar en mi rostro el color, nacerá en cada intento mi canto de amor». Puede sonar anacrónico pero esta música está «al servicio de unas relaciones humanas, personas al servicio de los espíritus de las canciones, música a ras de suelo», y eso nunca pasa de moda.