«Las mujeres, cuando tenéis hijos, no podéis pensar en las que no los tenemos.
Os quedáis frescas, ignorantes, como el que nada en agua dulce no tiene idea de la sed».
Ni esta frase de ‘Yerma’, una de las más célebres obras de Federico García Lorca, podía anticipar la pesadilla que iba a ser tener un hijo para muchas personas, no sólo mujeres ya. Todos los que pertenecemos a la Generación X hemos perdido la cuenta de la cantidad de amig@s, vecin@s, prim@s que se han gastado un pastizal en tratamientos de reproducción asistida o incluso en una gestación subrogada sobre la que ha cambiado la visión de la sociedad substancialmente en los últimos años: no hace tanto parecía un remedio, ahora parece una enfermedad peor. El problema es de fondo en la sociedad capitalista: en los años de mayor fertilidad, casi nadie puede permitirse o quiere procrear. El planteamiento de ‘La hija’ es claro: el director Manuel Martín Cuenca se vale de este grave problema social para que empaticemos con unos personajes con los que era difícil, aunque haya sido de manera involuntaria. En El Diario ha dicho que la gestación subrogada es «un protocolo burocrático concebido para reparar una injusticia que puede dar lugar a una injusticia mayor», insistiendo en que la película podría haber tenido lugar hace 25.000 años, pues habla simplemente de «una mujer que puede tener hijos y otra que no».
Javier Gutiérrez y Patricia López Arnaiz interpretan a una pareja de mediana edad que parece haber perdido la esperanza de tener hijos biológicos. La muy prometedora Irene Virgüez, a una adolescente que se cruza en su camino. El personaje de esta tiene graves problemas de integración en la sociedad y malas compañías, por lo que ‘La hija’ es también un retrato de la falta de esperanza que ofrece nuestra sociedad para los jóvenes que delinquen.
El director de ‘Caníbal‘ y ‘El autor‘ no ofrece aquí, en cambio, cine social puro y duro. La banda sonora compuesta al completo por Vetusta Morla, con un protagonismo grande pero sutil -a lo Trent Reznor-, ya nominada a un Premio Feroz, apunta claramente al thriller y no al drama lacrimógeno. Tremendo es el paso de la canción principal, ‘Reina de las trincheras’, de parecer una nana, a la voz de Pucho en los créditos finales.
No sé si el largo desarrollo de ‘La hija’ favorece su realismo, pues a medida que avanza el metraje se agolpan ciertas dudas sobre la credibilidad del planteamiento; legales y logísticas, y también más livianas: nadie puede tragarse que una adolescente de 2021 fuera a resistir meses encerrada en una casa de campo sin móvil ni tablet, con el único entretenimiento de ver ‘Mujeres, hombres y viceversa’. Ciertos secundarios (el enfermo de cáncer, el novio de la joven) no aportan mucho al fascinante trío principal.
Sin embargo, esta luce como la mejor película de Manuel Martín Cuenca por su espinoso y rico planteamiento en un momento muy necesario, y al mismo tiempo por lo que tiene de cine inquietante digno del Festival de Sitges. Sirvan como ejemplo esos ladridos de perro que anticipan un mal presagio desde su primera aparición. Su resolución, medio elíptica, puede que no sea exactamente la que esperas.