En los últimos tiempos, muchos de los discos más excitantes han venido de un encuentro de los artistas con sus raíces, lo que ha dado lugar a proyectos tan interesantes como Ibeyi o la misma M.I.A. Ha sido también el caso de Xenia Rubinos, que tras dos discos y una gravísima crisis creativa por culpa de la cual se sintió completamente seca en 2019, halló el hilo del que tirar para componer este tercero.
El punto de partida de ‘Una rosa’ es el recuerdo de una reliquia de su abuela, mitad caja de música, mitad lámpara con forma de flor, en la que sonaba una canción de José Enrique Pedreira, en concreto este danzón portorriqueño que apenas nadie escuchó jamás en Spotify. La cantante neoyorquina nacida en Connecticut, de madre portorriqueña y padre cubano, recupera esa misma melodía en el momento más hermoso de este álbum, que por algo ha llamado ‘Una rosa’ en honor a tal canción y a tal objeto con forma de flor, solo que añadiendo una dosis de electrónica, modernidad y distorsión.
Ese encuentro con el folclore ha sido un aliciente para la cantante que siempre hemos visto combinar cosas como el jazz y el hip hop en su primer álbum ‘Magic Trix‘ y también en el segundo ‘Black Terry Cat‘. La influencia latina, además, siempre estuvo ahí. Tres años después de ‘El mal querer’, cuesta recordar que en 2013 tuviera sentido un titular como «Xenia Rubinos, el mestizaje musical no era horrible«.
Próximo en estilo y en la secuencia a ‘Una Rosa’, aparece un bolero deconstruido llamado ‘Ay Hombre’, en honor a las «cantantes cortavenas que flotaron por la casa de su abuela», conteniendo todo el dolor de tan desgarradas canciones de amor, e incorporando lo mismo sintetizadores que instrumentos orgánicos y sonidos ambiente, pero sobre todo tremenda dosis de pasión. ‘Una Rosa’, de hecho, no funciona igual de bien cuando se despega de la influencia latina para recordar más que nada su trabajo anterior o el de tune-yards, como sucede en ‘Working All the Time’ o la R&B ‘Worst Behavior’. Ni tampoco está tan conseguida esa división conceptual en lado ROJO con canciones más agresivas y dramáticas (cara A) y lado AZUL con canciones más sensibles e introspectivas (cara B). Es verdad que Rubinos -junto a su productor Marco Buccelli- ha dado COLOR así con mayúsculas a estas composiciones, pero que me aspen si ‘Una Rosa’ no suena como una canción «sensible e instrospectiva» y ‘Did My Best‘ no suena más como una canción «agresiva y dramática» que como una canción de luto.
Lo que sí es seguro es que ‘Una Rosa’ es ese álbum en el que Xenia Rubinos recupera el espíritu que perdió según su curandero de confianza. Logra ser su mejor disco presentando varios retratos de mujer, como la combativa que protesta contra la muerte de Breonna Taylor en ‘Who Shot Ya?’; la que no puede soportar una pérdida (‘Did My Best’) o la que critica el capitalismo (‘Working All the Time’). Xenia Rubinos se busca a sí misma en canciones como ‘Sacude’ («Paloma, dame la mano / Que quiero subir / Subir hasta el cielo»), mientras tiene tiempo de buscar justicia y hablar de la libertad en ‘Who Shot Ya?’ («Soy de todas partes y a todas partes voy / Arte soy entre las artes»).