Reyko, el dúo formado por Igor Fejzula y Fatima Cardelus, más conocidos como Igor y Soleil, llega a su segundo disco con una máxima peculiar. Se han inspirado en el electroclash de Peaches y también en la era entregada a este sonido por parte de algunos álbumes de Goldfrapp, para intentar ofrecer lo que han llamado un «hermano travieso» a su debut, donde había producciones tan finas como ‘Surrender‘. Querían un disco directo, inmediato y urgente que pedía ser tocado en directo precisamente de lo encerrados que lo grabaron, como el resto del planeta, debido a la pandemia.
La historia de Reyko -él, de origen serbio, iba para tenista y llegó a figurar en el ránking de la ATP; ella, una enfermera de Girona que nunca había cantado hasta que ambos se conocieron en Londres- continúa su desarrollo libre. El grupo que fuera erróneamente clasificado como «tropical house» al ser número 1 de Los 40 Principales y conseguir un gran impacto en lugares como Francia con ‘Spinning Over You’, que después lograra colar su música en series con el impacto internacional de ‘Élite’ y ‘La casa de las flores’ e incluso en una campaña de El País, sigue su propio instinto al margen de todas esas tentaciones en la búsqueda de su propio sonido.
Sus referencias son honestas y acertadas: ciertamente remiten a los tiempos de ‘Black Cherry’ las distorsiones en representación de los demonios de que nos habla ‘Take a Look at Yourself’ (“cuanto más gritas, más veo tu yo verdadero enfrente de mí”), y a Peaches y Chicks on Speed el uso de sencillas cajas de ritmo y punteos tan chulos como los que encontramos en el single ‘Saturday’. Y eso no quiere decir que se resistan a empaparse de actualidad, y los beats latinos que escuchamos en su hit pasado ‘Hierba mala’ vuelven a hacer acto de presencia puntualmente en ‘The Game’.
Lo que sucede es que las autoproducciones de Reyko, incluso en su minimalismo y con su componente lo-fi, huyen de toda vulgaridad para resultar por un lado ensoñadoras y por otro inquietantes. A lo primero contribuye la dulce voz de Soleil, de la escuela de Sarah Cracknell más que del electropunk de los 2000. Continúo recordando cuando la escucho a los maravillosos Black Box Recorder, uno de los grupos de culto de Luke Haines. Y a lo segundo unos textos muy sencillos pero con cierto componente espiritual que les acerca al misterio de bandas alemanas como 2raumwohnung o los primeros Klee.
‘Cover it Up’, en la estela de la injustamente olvidada ‘Numb’ de U2, parece hablarnos sobre las presiones, la ansiedad y la represión, pues se constituye de toda una enumeración de cosas que puedes hacer, siempre y cuando no lo muestres (“everything’s allowed as long as you cover it up”). ‘Slow Mo’, que parece una pista demasiado plana, casi un interludio, contiene buenas preguntas sobre la identidad, nuestro sino y el desconocimiento de uno mismo. Y ‘People Talk’, que parece una de las pocas canciones de amor de ‘Pulse’, es en realidad un refugio en un ser querido cuando te afecta lo que «dice la gente» sobre ti.
Los contrastes entre acústicas y distorsiones de ‘She Said’ o los que encontramos en ‘Panic’ cuando el llamamiento a no sentir «pánico» se complementa con el sonido de unas sirenas, lejos de restar valor a sus composiciones nos enfrentan a nuestras contradicciones, invitándonos a convivir con ellas, resistir y pulsar el botón de «reinicio» cuando lo necesitemos. Por algo el álbum se cierra con algo titulado ‘Start Again’.