La segunda temporada de ‘Euphoria’ (HBO Max) empezó como terminó la primera: bastante floja. Algunos destellos visuales, tramas prometedoras, momentos impactantes, pero daba la impresión de que su creador, Sam Levinson, tenía poco que contar y mucho que lucir(se). Sin embargo, a partir del tercer episodio, la serie comenzó a ganar interés. Un progresivo subidón dramático y estilístico que alcanzó su cenit en el virtuoso séptimo episodio. A la espera de la tercera temporada (ya confirmada) vamos a desmenuzar como una pastilla de fentanilo los pros y contras de esta segunda entrega.
Lo mejor de ‘Euphoria 2’
1. ‘Euphoria’ llega donde no llega Hollywood. Parece mentira. Si hace solo una década nos hubieran dicho que las series actuales se iban a rodar “en cine”, con película analógica de 35 mm, y que el tabú de la representación genital masculina en el mainstream se iba a empezar a romper en televisión, no nos lo hubiésemos creído. Pero así es. La segunda temporada de ‘Euphoria’ está rodada en celuloide y sigue habiendo muchas pililas. La serie tiene un look más cinematográfico que la mayoría de los blockbuster de multisalas. Obviamente, esto no es una virtud per se. Sin embargo, habla muy bien de las inquietudes expresivas de su creador, así como de su interés por cuestionar y traspasar ciertos límites morales que el Hollywood actual ni se plantea.
2. La “coherencia” de su punto de vista. Cuando leo o escucho que ‘Euphoria’ es un retrato generacional se me queda la misma cara que cuando a Rue/Zendaya le sube el Xanax. La serie no engaña a nadie, está narrada –voz over mediante- a través de la mirada del personaje de Rue. Es la visión alucinada, hipnótica e histérica de una adicta a las drogas. La narración inconexa, imperfecta y muy poco fiable de una yonqui. Es pura subjetividad psicotrópica. Eso es lo que quiere reflejar la serie. Y lo hace de forma extraordinaria. Levinson ha comentado varias veces que se enganchó a la heroína después de ver ‘Réquiem por un sueño’ (2000). Y no me extrañaría que también al cine, ya que ‘Euphoria’ le debe muchísimo visualmente a la obra maestra de Darren Aronofsky.
3. Su arrolladora inventiva estilística. Enlazando con el punto anterior, ‘Euphoria’ sigue siendo irresistible desde un punto de vista formal. Además de las brillantes escenas videocliperas marca de la casa (la lista de temazos es igual de extensa que en la primera) y los llamativos prólogos (atención al del cuarto episodio), en esta segunda temporada destaca la mencionada apuesta por la película analógica. Un tipo de filmación que dota a la imagen de una textura y unos matices fotográficos (los colores son mucho más cálidos y la luz más contrastada) perfectos para potenciar la intimidad, oscuridad e intensidad dramática que caracteriza a esta temporada.
4. El capítulo 5. El tercero es muy triste y emotivo. El cuarto es una bomba melodramática que da gusto ver estallar. Y el séptimo es de un virtuosismo técnico y metaficcional que dan ganas de ponerse a aplaudir saltando en el sofá. Pero el quinto es diferente. Es un verso libre, un capítulo que se aleja del tono general de la serie y funciona como contrapunto traumático, como una sobredosis tras cuatro días metiéndote de todo sin parar. Ni colorines, ni playlist, ni estilismos lachapellianos. ‘Stand Still Like the Hummingbird’, título que homenajea a ‘Inmóvil como el colibrí’ de Henry Miller, es un descenso a los infiernos del síndrome de abstinencia, un relato de terror de supervivencia más crudo que compartir un pico en los baños de la estación del Zoo.
Lo peor de ‘Euphoria 2’
1. Su irregular estructura narrativa. La serie intenta abarcar mucho y se queda a medias en muchos casos. Le cuesta equilibrar tramas y personajes. Algunos están muy desdibujados (el caso de Kat es el más evidente), hay subtramas que no se sostienen (mención especial para la de Rue y la narcotraficante) y escenas cuya relevancia dramática (la mayoría protagonizadas por Nate) es inversamente proporcional al nivel de provocación efectista. ¿Por qué de repente hay escenas de violencia explícita que parecen sacadas de una mala copia de Tarantino?
2. El capítulo final. Está claro que Levinson es mucho mejor director que guionista. Sus dificultades para cerrar satisfactoriamente todas las subtramas en el último episodio han puesto en evidencia sus limitaciones como escritor. La forma en que ha resuelto algunos de los conflictos (el de Nate y su padre, el de Fezco) resulta poco creíble, forzada o con un exceso de pirotecnia bélica y melodramática. Ya ocurrió en la primera temporada. En muchos sentidos, ‘Euphoria’ es como el personaje de Rue: confías en ella, te decepciona, vuelves a confiar, la amas… y te vuelve a decepcionar. Pero merece la pena seguir a su lado. No verás nada igual.