Saliendo del metro, en la parada de Goya, varios chicos han sacado sus mejores galas. Americanas con motivos florales y telas satinadas dignas de -como diría Jorge Ponce sacando a relucir un humor ciertamente clasista- el relaciones públicas de un local de cachimbas.
El que ha nacido con el físico más heteronormativo trata de entonar las canciones del artista al que viene a ver al WiZink Center mientras busca el contacto visual de las mujeres que pasan a su alrededor, creyéndose el mismísimo Maluma. Pero no lo es. Empezamos la noche bien, con demasiada testosterona… con lo mal que llevo yo esto. Fotos: Nabscab.
Hasta el momento, el récord de asistencia del recinto madrileño lo tenía Metallica con 17.267 asistentes, y la noche de ayer se suponía histórica ya que Maluma había conseguido vender alrededor de 17.400 entradas, cifras que solo se pueden alcanzar si el formato del espectáculo se realiza con el escenario en medio de la pista. Nos recibe un escenario con forma de cruz griega, con un inmenso telón que lo rodea y con los instrumentos de la banda de los 7 músicos que le acompañaban repartidos en cada una de las esquinas cóncavas. Pero a ras de suelo, por debajo del escenario.
Con casi 40 minutos de retraso, aparecía Maluma por un pasillo hecho por el personal de seguridad entre el público para dirigirse al ring. Y digo ring porque la actitud de boxeador que se dirige hacia el cuadrilátero es la que vendió el colombiano. Mientras, en el telón aparecía proyectado un corazón que latía para desaparecer, dejando ver cuatro pantallas verticales en las que, a modo de previa, se veían imágenes del artista mientras una voz le incitaba a que “se muestre tal y como es porque la gente espera que enseñe lo que hay en su corazón”. Y, ahora sí, apareciendo enfundado en un traje negro que esconde una camiseta de encaje y transparencias, Maluma empieza a cantar ‘Hawai’, su mayor hit
.Haciendo caso a la voz, Maluma se mostró tal y como es e hizo gala de la ostentación elevada a la máxima potencia que le caracteriza durante las dos horas de show que ofreció. Un espectáculo que se podría resumir en poca música, mucho baile y fuegos artificiales -porque los hubo de verdad. El de Medellín estuvo acompañado sobre el escenario por un cuerpo de baile formado por 8 chicas que, además de bailar y llevar el peso del espectáculo con las coreografías, fueron cosificadas a lo largo del show. Desgraciadamente, nada nuevo bajo el sol. Se confirma que la testosterona estuvo muy presente.
Por centrarnos en las escenas que se sucedieron, hubo hasta 6 cambios de ropa, mientras cantaba canciones como ‘Madrid’, ’11Pm’ o ‘Cositas de la USA’. La primera sorpresa de la noche llegó cuando, en una de las desapariciones bajo el escenario, el colombiano volvió a aparecer con Feid para interpretar ‘Asientos mojados’, su reciente colaboración.
Dando las gracias a Madrid porque, según él, aquí empezó su carrera, Maluma dio un supuestamente emotivo -y nada natural- discurso con un piano de cola acompañándole, mientras pedía que “nos acordáramos de todas las personas fallecidas por la COVID y que no pudieron estar allí anoche”. También hubo tiempo para las partes acústicas y las versiones: el final de ‘Felices los 4’ con ritmos de salsa o el inicio de ‘Hawai’ -otra vez- en acústico, aunque terminaría rompiendo en playback para acabar el concierto con confeti y un despliegue muy grande de luces.
Sin duda, un concierto pensado para aquellos a quienes emociona que les traigan una botella de champán con bengalas en el reservado de la discoteca de turno. Y no les juzgo. Al fin y al cabo todos y todas hemos querido ser más de lo que somos en algún momento de nuestra vida. En resumen, echamos un rato agradable.